Ana Domínguez 'gobierna' la bodega más grande de Europa, situada en Jerez: supervisa 60.000 barricas
Ana lleva 11 años como capataz de Williams & Humbert, una de las bodegas más importantes de vino de Jerez. Es propiedad de la familia Medina.
11 noviembre, 2023 02:24Cuenta Ana Domínguez que los olores y aromas que desprende el vino le evocan a su infancia. No por nada, esta mujer nacida en 1967 en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) creció en una tierra en la que este caldo procedente de la uva es religión. Es pasión. Es un elemento más que proporciona valor añadido a esta rica región andaluza. No se puede entender la gastronomía gaditana sin los vinos de Jerez, los vinos fortificados también conocidos como Sherry Wines, su denominación inglesa causada por su íntima relación con el Reino Unido.
Son muchas las bodegas jerezanas las que, en este sentido, tienen profundos vínculos con los británicos. Concretamente, “desde tiempos victorianos, cuando el Imperio Británico dominaba el comercio marítimo internacional”, explica a EL ESPAÑOL Rafael Medina, director de operaciones de Williams & Humbert y consejero de la compañía. Precisamente, esta bodega, que dirige junto a otros miembros de la familia Medina, nació en 1877 de la mano de sir Alexander Williams y Arthur Humbert, dos británicos conocedores y admiradores de los productos jerezanos.
Casi 150 años después, la bodega se ha convertido en la más grande de Europa con hasta 60.000 barricas en sus entrañas –de ahora en adelante botas, ya que así llama el Marco de Jerez a la barrica de 500 litros–. En cada una de estas 60.000 botas hay brebajes distintos. Micromundos pudiéramos decir. Y de ellos emanan los vinos, sherrys y brandys que comercializa Williams & Humbert en más de 70 países de todo el orbe.
Y aunque la familia Medina y su socio, el empresario filipino Lucio Co, son los nombres propios detrás de esta monumental bodega, es una mujer la que gobierna su interior, sus entrañas. La que tiene el control de los “60.000 ecosistemas vivos” que fermentan en cada bota. Se trata de Ana Domínguez, la capataz que está al mando de la mayor bodega de Europa. “Eso sí, yo sigo firmando los documentos como el capataz, ya que aquí no importa el género del artículo, sino la calidad de los vinos que sacamos y beben los consumidores”, explica Domínguez, con humildad, a este diario.
Pero Ana Domínguez es una rara avis en el mundo de la bodega. Pocas son las mujeres que llegan a ser capataces en el mundo vitivinícola, aún notoriamente masculino. Ella lo ha logrado, aunque reconoce que “Paola Medina, la anterior directora técnica de la bodega, fue la que me propuso ser capataz porque ya me conocía y le gustaba la forma que tenía de trabajar. Además, sabía que tenía la preparación y los conocimientos adecuados”, recuerda la capataz que lleva en el cargo desde 2012. Desde hace 11 años.
Experta en vino a los 42 años
La vertiginosa carrera de Ana Domínguez como capataz de bodega, sin embargo, llegó de manera tardía a su vida. Licenciada en Ciencias del Mar, la mujer no llegó al interior de las bodegas de manera profesional hasta cumplir 42 años. “Fue en 2009 cuando me metí a estudiar el ciclo superior de Vitivinicultura. Antes estaba trabajando en una empresa del Marco de Jerez, pero prescindieron de mis servicios. Y como yo ya sabía la parte más administrativa, etc., tenía inquietud por estar en la parte interior de la bodega, en el trasiego, en olores que me evocan a mi infancia…”, explica Domínguez.
Pregunta.– ¿Guardan alguna relación sus conocimientos en Ciencias del Mar con la Vitivinicultura y su actual profesión de capataz?
Respuesta.– Oh, sí. Yo siempre digo que tengo 60.000 microecosistemas, porque cada una de mis botas es un ecosistema con sus seres vivos, que entran, se mueven, consumen… Eso es lo que ocurre en una vasija con la levadura.
Al acabar el ciclo superior en Vitivinicultura en 2011, Ana Domínguez y la bodega Williams & Humbert comenzarían un matrimonio que aún sigue vigente. Evolucionado, pero vigente. Y aunque es hoy capataz –lo ha sido casi desde que llegó a la compañía–, ella empezó como trasegadora rasa, moviendo vino, mezclándolo, mejorándolo… Alquimia pura en la bodega más grande de Europa.
Entonces, en 2011, Ana era aprendiz del anterior capataz de Williams & Humbert, José Luis Moreno. Él fue quien le enseñó los secretos del trasiego; de la elaboración del vino, el sherry y el brandy; del día a día produciendo litros y litros de licores para la compañía decimonónica de origen inglés. Pero sus arrugas pronto le pidieron la jubilación. Había llegado el momento de que el capataz Moreno le diera paso a las siguientes generaciones. Él se jubiló y se despidió de las botas en 2012.
Ocurrió que, contra todo pronóstico, la nueva, la recién llegada hacía un año a la bodega cogió galones de manera natural y comenzó a ejercer las labores de capataz sin serlo. Era Ana y se echó a la espalda de manera provisional a aquel equipo de seis trabajadores de bodega. Al tiempo, Paola Medina, una de los miembros de la segunda generación de la familia dueña de Williams & Humbert, la nombró capataz de manera oficial. No sólo valoraba su experiencia y “juventud” –era la menor de aquel equipo–, sino que también “tenía nariz”, una cualidad fundamental para aquellos elegidos encargados de supervisar la evolución del buen vino.
Lo único que no cambió en su vida es su manera de vestir en la bodega. Tradicionalmente, los capataces han sido siempre hombres bien vestidos, ataviados con sus trajes, corbatas y pañuelos. Son los expertos que manejan el destino de los caldos. Pero Ana Domínguez no sólo es una mujer entre capataces, sino que ella ha querido ser “práctica” vistiendo. Ella viste igual que los 25 trabajadores de bodega que coordina.
“Yo cuando empecé, quería estar dentro de la bodega con las manos manchadas de vino y oliendo a vino y cuando llegó la transición no me di ni cuenta. Ahora quiero seguir igual, si hay que mancharse soy la primera en hacerlo y para mí es una manera de hacer equipo. Me gusta sentirme como una más, con distintas funciones, pero una más. Y, la verdad, sin mi equipo no haríamos las cosas tan bien”, agradece la capataz Domínguez.
Los Medina, tras la bodega
Aunque el perfil de Ana Domínguez es casi exótico en el mundo vitivinícola, sus 11 años de capataz nunca habrían ocurrido sin la confianza de Paola Medina y, por extensión, del resto de miembros de este clan de origen gaditano. Actualmente, esta familia tiene en propiedad el 50% de Williams & Humbert, la compañía que “cerró 2022 con una facturación de 160 millones de euros, con una previsión de cerrar 2023 con una facturación 168 millones”, explica Rafael Medina en conversación con EL ESPAÑOL.
Tanto él como su prima Paola son miembros de la segunda generación de la familia Medina a cargo de la bodega. “Somos cuatro ramas de la familia trabajando en la bodega, porque somos hijos de los cuatro fundadores, que son hermanos. Paola es hija de Nicolás; Rafael es hijo de Ángel; yo soy hija de Jesús; y luego está la rama de mi tío Pepe”, desarrolla Cristina Medina, directora de Comunicación de la bodega. Y es que precisamente estos cuatro hermanos, la primera generación de los Medina, fueron los que empezaron con el negocio del vino en la década de los 60.
Pero vayamos poco. Como se explicaba al principio de este reportaje, fueron sir Alexander Williams y Arthur Humbert quienes fundaron la compañía en 1877 en Jerez de la Frontera (Cádiz). De esta manera, y generación tras generación, la bodega pasó a manos de sus descendientes hasta la década de los 80 del siglo pasado.
Los Medina tenían poco o nada que ver con la bodega Williams & Humbert. Lo único que compartían era su pasión por elaborar buen vino. “Nuestra familia empieza con el negocio del vino en los años 60, con una bodega llamada José Medina y Compañía. Empezaron los cuatro hermanos fundadores –tuvieron y tienen muy buena relación– y en sus inicios, el 100% era para exportación”, cuenta, orgulloso, Rafael Medina.
Así pues, durante casi 30 años los destinos de la bodega y los Medina eran paralelos, hasta que se cruzaron. Williams & Humbert, que pertenecía a la familia Williams, pasaría a manos de Rumasa y, con su expropiación en 1983, a manos del Estado. “Hasta que a principios de los 90, nuestra familia compró una parte de la compañía junto a Ahold, un grupo holandés que era nuestro socio. A través de ellos y de una sociedad que teníamos al 50%, compramos un 10% de Williams. Posteriormente el 45% y, finalmente, en 1995, nos quedamos con el 100% de la bodega”, cuenta Rafael Medina.
Entretanto, los Medina y Ahold afianzaron el mercado de brandy, especialmente en el sudeste asiático. “Filipinas era el principal mercado, por lo que en 1999 iniciamos una estrecha relación con el empresario de la distribución filipino, Lucio Co, que nos ayudaba a vender nuestro producto”, desgrana Rafael Medina, que añade que no fue hasta 2013 cuando su familia no se hizo cargo del 100% de Williams & Humbert como consecuencia de un problema financiero del grupo Ahold.
Pero los Medina, “siempre acostumbrados a tener socios internacionales para afianzar mercados”, en 2017 iniciaron conversación con su amigo Lucio Co, quien ha acabado comprando el 50% de la bodega jerezana Williams & Humbert. Pese a ello, los Medina siguen desempeñando un papel fundamental. Prueba de ello es que no sólo varios miembros de la segunda generación trabajan en la compañía, sino que ya hay miembros de la tercera generación trabajando. Eso sí, deben superar rigurosas normas de acceso para trabajar como, por ejemplo, “tener ocho años de experiencia fuera de la compañía en el puesto que necesita la vacante”, explica Rafael.
No por apellidarse Medina uno puede trabajar en Williams & Humbert. A nadie le regalan nada. Como tampoco se lo han regalado a Ana Domínguez, la capataz que gobierna las entrañas de la bodega más grande de Europa. Una bodega que, por cierto, ha tenido presencia en la décima edición de la Sherry Week (semana del Jerez), celebrada durante esta semana.