Los nuevos negocios de Jesús Ger, el vendedor de colchones que construyó y vendió Marina D'Or
El complejo turístico ha cancelado sus reservas ante el cambio de dueño. Tras sobrevivir a la crisis, su fundador sigue dedicándose al ladrillo.
24 septiembre, 2023 02:10No está muy claro si es casualidad o hay un efecto imitación entre este tipo de personajes. Silvio Berlusconi comenzó su leyenda vendiendo aspiradoras por las puertas de las casas, antes de construir un gran complejo residencial para la clase media milanesa que impulsaría su carrera hasta convertirse en amo de los designios de la historia reciente de Italia. Jesús Ger (Barcelona, 1946) nunca llegó a tanto, aunque aspiró a mucho. Empezó comerciando con electrodomésticos y muebles por el Levante, compró una fábrica de colchones y con unos ahorros ya en el bolsillo vislumbró que la gallina de los huevos de oro estaba en otro negocio: el del ladrillo.
Era la época en la que el urbanismo de Berlusconi convenció al italiano medio de que podía vivir casi como un rico. Los años ochenta, los mismos en los que España se abría a la modernidad, con una incipiente clase media que había dejado el 600 para empezar a pensar en unas vacaciones de varios días en un hotelito apañado. Ger compró entonces unos terrenos en Oropesa del Mar (Castellón), en una de las pocas zonas sin construir que quedaban en la costa española. Poco antes se especuló con construir allí Eurodisney, un proyecto que finalmente fue a París, pero a cambio el antiguo vendedor de tostadoras levantó en ese mismo lugar un hotel de tres estrellas y un puñado de apartamentos que serían el germen de lo que una década después se conoció como Marina D’Or, ciudad de vacaciones. Como buen sueño de nuevo rico, el nombre de Marina viene por su hija.
La consagración de esa España que venía asomando se produjo entre los noventa y principios de los 2000. Jesús Ger fue un síntoma de aquella época. Quien mejor la definió desde su propia tierra fue el escritor valenciano Rafael Chirbes, que en su novela 'Crematorio' (Anagrama, 2007) dibuja las andanzas de un constructor setentón que admite cómo convirtieron “lo que era un paraíso en un paisaje de cemento”. Como en la novela, los habitantes de la zona comenzaron a vender sus huertos para que unos pocos, con ayuda de los políticos que recalificaron zonas agrícolas en urbanizables, sembraran la costa de ladrillo. Marina D’Or alcanzó una superficie de 1,4 millones de metros cuadrados, que en pocos años multiplicó por cinco los cerca de 2.000 habitantes que tenía Oropesa a principios de los ochenta.
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La ciudad de vacaciones no era sólo un eslogan, Marina D’Or era toda una ciudad. Las Vegas en Castellón. Con hoteles de cinco, cuatro y tres estrellas, edificios altísimos, parques de atracciones, balnearios, piscinas laberínticas, mármoles, estatuas romanas, luces de neón, carnavales de color y jacuzzis para gente que poco antes no había podido ni soñarlo. Porque su modelo iba más allá de esas vacaciones del todo incluido versión noventera, que era lo que entraba por los ojos. Su principal negocio estaba en vender apartamentos, convertidos en segundas residencias o incluso en viviendas habituales para quien quisiera “estar de vacaciones todo el año”.
Lo decía en televisión, ya en los 2000, Anne Igartiburu, la mujer que despedía el año a todos los españoles dando las campanadas, que fue contratada por Ger para abanderar una intensa campaña de publicidad. Otra de las frases que la presentadora expresaba en los spots resume a la perfección la idea: “Un mundo de lujo a su alcance”. Anunciado en televisión.
Amigo de Fabra, vecino de Aznar
José María Aznar veraneaba en Oropesa y el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, amigo personal de Jesús Ger, favorecía sus negocios, incluso con la construcción de un aeropuerto fantasma. Marina D’Or organizaba los desfiles de Miss España y acogió la Copa Davis de tenis. Mientras, el empresario tomaba café en los salones del poder político y se fotografiaba de noche con iconos de la cultura popular como Gerard Depardieu, Ana Obregón o la propia Anne Igartiburu.
Jesús Ger fue la undécima persona más rica de España, con una fortuna estimada de 3.300 millones de euros. En los años de la burbuja, los apartamentos de Marina D’Or llegaron a valer hasta 2.400 euros por metro cuadrado, lo mismo que costaba de media el suelo en Madrid en 2019, pero 15 años antes y en una playa de Castellón. El sueño absoluto de grandeza consistía en dejar Marina D’Or casi como un poblado, con la construcción de Marina D’Or Golf, un proyecto que multiplicaría por 10 lo ya construido. Nunca llegó a ponerse en pie y poco después llegó la crisis inmobiliaria de 2008.
Como buen hombre hecho a sí mismo, la primera reacción fue una huida hacia adelante. En 2012, en medio de una fiesta con empresarios y celebrities de menor caché, como David Bustamante, el constructor manifestó su intención de alojar allí Eurovegas, aquel complejo turístico frustrado que pretendía trasladar una vez más Las Vegas a España. Pero ni la costa levantina ni ninguna otra zona lo consiguió.
España no era ya ese país de los noventa y si quedaba algún atisbo de ello la crisis del ladrillo se lo llevó por delante. Las deudas, que superaban ya los 500 millones de euros fueron minando a la compañía, hasta que en 2014 fue declarada en concurso de acreedores. Marina D'Or fue una empresa zombie durante años y en 2019 fue adquirida por el fondo estadounidense Farallon Capital Management, que asumió una deuda con Hacienda de unos 100 millones de euros.
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Ahora la compañía vuelve a manos españolas, tras la venta al grupo murciano Fuertes, propietario entre otras empresas de El Pozo. Todavía no se ha cerrado la operación, pero mientras se ultiman los detalles esta semana el complejo turístico ha anunciado por sorpresa la cancelación de sus reservas hasta la próxima temporada.
La nueva vida del patrón
Jesús Ger, que en 2015 fue condenado a dos años de prisión por homicidio imprudente tras la muerte por ahogamiento de una menor que quedó atrapada en un conducto de agua en una de las piscinas de Marina D’Or, tiene ya poco que ver con todo esto. Conserva un porcentaje mínimo en la empresa que él mismo fundó, aunque está completamente al margen de las decisiones empresariales. A sus 77 años, ni su edad ni los tiempos están para las efervescencias del pasado. Aunque, a diferencia de otros empresarios del ladrillo que terminaron arruinados o en los tribunales, Ger logró sobrevivir al naufragio.
En un primer momento dejó caer su negocio inmobiliario para centrarse en la gestión hotelera, mucho más saneada. Y en 2018 consiguió salir del concurso de acreedores, por lo que su constructora, Comercializadora Mediterránea de Vivienda (Comervi), volvió a la actividad a través de la sociedad mercantil Inseryal, en manos de su mujer, Sandra Rodrigues de Almeida, una brasileña 10 años menor que él que figura como administradora única. Su boda, organizada en 2010 ante 350 invitados, entre los que figuraban todavía ilustres personalidades de la política valenciana y de los negocios, se celebró, claro, en Marina D’Or, ciudad de vacaciones.
Allí trabajaron también sus hijos, nacidos de un primer matrimonio: Raquel, Jesús y Marina, la pequeña, quien da nombre al complejo. Jesús Ger siempre quiso quedarse en casa, no buscó dar el salto, no pretendía ser Berlusconi. Por eso ahora su constructora -a través de la sociedad de su mujer, no vaya a ser…- se ha lanzado a construir nuevas promociones en Oropesa del Mar, con una última inversión en la urbanización Torre la Sal, a escasos cinco kilómetros de los primeros hoteles que construyó en los ochenta. De esta última ha surgido una nueva inmobiliaria, ésta sí de titularidad propia.
Ger lleva años comprando restaurantes en Valencia y el año pasado obtuvo unos beneficios de 2,65 millones con la constructora Comervi. Su patrimonio tampoco es lo que era, pero aún está valorado en unos 120 millones de euros. La España del boom inmobiliario nunca se fue del todo, sólo replegó velas y se transformó.