Celebrando el Año Nuevo Chino en España: "Aquí es impensable un ataque como en Estados Unidos"
La comunidad católica china de Sevilla invita a EL ESPAÑOL a su gran fiesta anual para contar su experiencia de inmigrantes, despedir el convulso Año del Tigre y recibir el del Conejo con un anhelo de paz.
23 enero, 2023 02:37Se acerca la medianoche del Año Nuevo Lunar y los más de 1.400 millones de chinos, una sexta parte de los 8.000 habitantes del mundo, empiezan a celebrar su gran fiesta. Familia y amigos se reúnen en la madre patria o en la diáspora del extranjero, y esa corriente humana los conecta de Pekín a Sevilla o de Shanghái a Monterey Park..., la pequeña ciudad de California donde la alegría, unas horas después, se trocará en tragedia cuando un hombre cargado de odio mata a tiros a al menos diez personas en una sala de baile.
Para que conozcamos por dentro cómo festejan su Año Nuevo, la comunidad de los chinos católicos de Sevilla ha invitado a EL ESPAÑOL a participar en su cena de este sábado 21 de enero, cuando se despiden del Año del Tigre que ha sido 2022 y dan la bienvenida al 2023, el Año del Conejo, con el anhelo de que este animal "tranquilo" traiga al mundo más paz que el anterior.
La cita es en el restaurante chino Yafei, en la calle Transporte, entre las naves del Polígono Industrial Carretera Amarilla donde tienen sus negocios muchos de ellos. El nombre "carretera Amarilla" no es ninguna alusión racial al origen asiático de los comerciantes que trabajan aquí, pues ya se llamaba así antes de que llegaran de China.
La reunión comienza a partir de las once de la noche, para que a los comensales les dé tiempo a engalanarse después de cerrar sus tiendas tras otra larga jornada laboral. El encuentro de esta noche es doblemente especial, porque es la primera vez que los chinos católicos de Sevilla festejan el Año Nuevo Lunar después de tres años de pandemia, explica a este periódico uno de los maestros de ceremonias, el empresario Xi Guan Li, que llegó a España hace tres décadas. Él, como los demás, adoptó un nombre español para facilitar su integración y sus relaciones en su país de acogida, y prefiere que lo llamemos Joaquín.
Ha facilitado la reunión de esta noche un cura con vocación de puente humano, el sevillano José Joaquín Castellón Martín, que llegó de misionero a Pekín en 2008 sin saber chino, se sumergió en su cultura y a los dos años ya era capaz de dar misa en este idioma. Su experiencia como extranjero lo ayudó, dice, a comprender mejor cómo se sienten un emigrante cuando llega a otro país a empezar una nueva vida, como los chinos de España.
Los seminaristas
Castellón es quien atiende en nombre del arzobispado a la pequeña comunidad católica china de la provincia de Sevilla, que él estima en menos de cien feligreses. Buena parte de ellos ha acudido a esta cena, acompañados por otros compatriotas no católicos y también por algunos invitados españoles, que son vecinos suyos, amigos, trabajadores de sus negocios o profesionales a los que recurren para sus necesidades diarias, como el gestor Javier Bracho y su esposa, Fátima García. "El ochenta por ciento de mis clientes son chinos. Son muy trabajadores, muy negociantes y muy cumplidores. No tengo ni un solo moroso chino", dice el gestor, contento de compartir la vida íntima de su clientela y de que lo consideren de su familia.
El párroco Joaquín Castellón, licenciado en Filosofía, es el mentor y el pilar de los cuatro jóvenes religiosos venidos de China que viven en el seminario de Sevilla y estudian en su Facultad de Teología. Les da clases de Ética, pero su relación va mucho más allá y ejerce de amigo y padre. Cuando terminen los estudios y se ordenen de sacerdotes, tienen previsto regresar a su país para guiar a su pequeño rebaño católico. Los cuatro prefieren presentarse con su sobrenombre español y su apellido chino, reservándose el nombre de pila chino legal: son el sacerdote Juan Du, de 32 años, y los seminaristas Pedro Li, de 24, y Juan Xie y José Tao, que van para 22. Otro antiguo compañero de Du, José Zhai, ya regresó a China.
Todos proceden del norte del país, al sur de Pekín, mientras que la mayoría de los compatriotas emigrantes de su comunidad en Sevilla son naturales de Fuzhou, capital de la provincia de Fujian, al sureste del país. De la limítrofe provincia de Zhejiang procede la mayor parte de los chinos de España. Pedro Li, que llegó en 2018 y habla un español extraordinario, aclara que en China cuando uno nace ya le cuentan un año, por lo que la edad discrepa del cómputo que haría un español. Él nació en 1998, en una familia católica practicante, y tiene una hermana y un hermano.
Preside el salón del restaurante un escenario decorado al fondo con un dibujo de la Virgen María con los brazos abiertos y unos ángeles, bajo el lema, en chino y en español, "Comunidad de Católicos Chinos en Sevilla", y el año 2023. Venerar a la Virgen y a Jesucristo es compatible para ellos con celebrar el Año del Conejo según el calendario tradicional chino.
Entendimiento
Al filo de las doce, se suceden los discursos desde el escenario. El cura Joaquín lee en su móvil, también en chino, la alocución que ha preparado; su texto habla, según nos traduce luego, de las relaciones entre españoles y chinos, y que el mensaje de hermandad de Jesucristo "es necesario para todas las culturas y todas las etnias".
Esa necesidad de entendimiento se confirmará muy poco después, cuando a las 7 de la mañana del domingo en España, las 10 de la noche del sábado en California, un atacante armado con ametralladora masacre a un grupo de residentes chinos que celebraban su fiesta en Monterey Park, ciudad de 60.000 habitantes en el condado de Los Ángeles con un 65% de su población de origen asiático. En este caso se desconoce aún la motivación del agresor (la Policía busca a un sospechoso también asiático), pero el carácter xenófobo de crímenes anteriores ha recordado el peligro letal de la ignorancia cuando convierte al extraño en enemigo.
Los manjares de la gastronomía del sureste de China van rotando sobre la plataforma giratoria de cada mesa redonda del salón. Hay lenguas de pato, bollitos dulces con forma de conejo como el animal emblema de 2023, langosta, centollo... En las mesas se brinda con vino tinto, cerveza o refrescos al grito "¡Gan bei!", que equivale a pedir salud diciendo literalmente, traduce Castellón, "voy a secar la copa". Y la beben y apuran hasta el fondo. El ambiente es muy hospitalario, cálido y acogedor. Los dos maestros de ceremonia chinos, el empresario Joaquín y el seminarista Pedro, invitan al periodista a subir también al escenario para presentarse micrófono en mano.
Generaciones
Después, los asistentes se turnan para desear el Año Nuevo en el dialecto de la región de cada uno. Los cuatro religiosos chinos suben a cantar su propia canción. Luego se suceden las actuaciones del público, que interpreta canciones chinas con el karaoke de una pantalla. Las anfitrionas animan a sus amistades españolas a unirse al baile. Lleva la voz cantante, vestida con traje rojizo oriental, la comerciante Lin Yi Mei, o María para sus amigos y clientes españoles, que regenta con su familia una tienda de comestibles en el popular barrio sevillano de San Diego.
Su caso repite un patrón entre los inmigrantes chinos en España. Ella, que abrió camino llegando como primera generación en 2008, entiende pero no habla español, pero sí su hija, Rosa, la segunda generación, que ha estudiado aquí. La joven es ya madre de un niño, la tercera generación. Rosa, nombre oficioso que prefiere usar mejor que el original suyo chino, traduce la respuesta de su madre a la pregunta: ¿qué le pide al 2023, el Año del Conejo? "Dice mi madre que un año libre de covid, que toda la familia tenga buena salud. Que España, China y todo el mundo esté fuerte... ¡Y que ganemos mucho dinero!".
Lin Yi Mei, o María, posa para una foto con sus familiares, y llama para incluirlos en la imagen a Fernando, español que trabaja en su tienda, y a la pareja de él, también española, Magari. "Son mis jefes, pero para mí son como mi familia", dice Fernando.
La lucha de Zheng
¿Qué le pide al Nuevo Año el empresario Fanquam Zheng, o José, de 48 años? Responde directamente en español, que aprendió con esfuerzo cuando llegó en el año 2000. "Quiero salud y que la familia esté bien. La salud es lo primero, cuando mueres, no sirve el dinero", dice. Se emociona al recordar cómo emigró solo antes de poder traerse a su familia. Lleva a un rincón silencioso al periodista para compartir su historia.
"Tenía una empresa de frutas en China. Perdí mucho dinero. Tenía una deuda de 40.000 euros. Los intereses de la deuda eran del diez por ciento al año. 'No tengo dinero, no tengo trabajo para pagar la deuda, ¿cómo puedo?', pensaba. Yo pensaba ir a América o, cómo se dice... Inglaterra", relata. "Intenté primero a Alemania, la policía me cogió y me echó dos veces. Me devuelvo a España. Trabajé fregando platos en España. Muy triste. Pensaba, ¿cómo puedo devolver el dinero? Trabajo, trabajo, trabajo, no disfruto nada, solo trabajo. Pensaba: mis hijos necesitan buena educación".
Con un préstamo de 37.000 euros, Zheng cogió el traspaso de un restaurante para servir comida a domicilio, repartiendo pedidos y colocando publicidad en los buzones "a 40 grados" en el verano de Sevilla. "Pasito" a "pasito", "poquito" a "poquito", prosperó y pagó las deudas. Ahora "tengo un restaurante, tengo un negocio de maquinaria para hostelería, tengo casa, tengo coche, tengo todo. Doy gracias a mi Dios. Ahora ya no pienso en dinero", cuenta, feliz.
La enfermera
De vuelta al karaoke conocemos a Min. Llegó a España con su familia en 2010 cuando ella tenía unos 14 o 15 años, se graduó como enfermera en Sevilla, y ahora, trabajar en los hospitales Virgen del Rocío y Virgen Macarena de la capital andaluza, se ha ido a Barcelona para cursar como residente una especialidad de enfermería comunitaria. ¿Qué espera ella del nuevo año? "Paz. Que se calme el mundo, que el 2022 ha sido... El Año del Conejo es de la esperanza, dicen, porque el conejo es más calmado que el tigre de 2022", dice la sanitaria que vino de China y cura en España.
La fiesta acaba poco antes de las tres de la madrugada. Al amanecer, en la mañana del domingo en España, llega la noticia de la masacre contra una fiesta china como la de Sevilla pero en California, donde son nueve horas menos. Pedro Li, el seminarista, tomando el pulso a sus paisanos, transmite a EL ESPAÑOL su análisis sobre el terrible suceso y lo compara con la situación de los chinos españoles. El atentado de Estados Unidos "es impensable en España"; de entrada, dice, porque aquí no hay disponibles armas de fuego. Señala que los chinos de España "están, por lo general, más o menos bien acogidos", pero alerta de que también sufren, "a veces, cierto racismo". Aclara que hay casos de xenofobia "no solo contra los chinos, sino contra todos".
Explica que los "acosos y ataques" ocasionales se producen "sobre todo en barrios marginales, más pobres, donde la policía no echa cuenta". "Conozco tres familias que han sufrido robos por españoles o por latinos, algunos han sufrido incluso daños físicos", dice, antes de subrayar: "Pero, por lo que sé, en Sevilla los chinos han sido bien acogidos". Y añade sobre la barrera idiomática: "También es cierto que los chinos que vienen no se integran muy rápidamente con la sociedad y se crea un poco de distancia; pero la segunda generación se integra más, y ellos se pueden sentir más seguros".