El fatal día de Álex y Ernesto, los dos operarios muertos por la explosión del barrio de Salamanca
Tenían 27 y 21 años respectivamente. Bajaron al sótano del edificio en el que trabajaban en una reforma cuando fueron víctimas de un estallido brutal.
7 mayo, 2022 04:22Noticias relacionadas
El viernes arrancó como una jornada más de trabajo en el piso tercero derecha del número 35 de la calle General Pardiñas, en el céntrico barrio de Salamanca de Madrid. Allí, Álex y Ernesto se disponían a terminar la semana en una reforma donde trabajaban como fontaneros. Era una obra menor, que apenas entrañaba riesgos. Sin embargo, desde primera hora de la mañana, un inquietante olor a gas los llevó al sótano del edificio, donde se concentran las calderas de la comunidad. Eran alrededor de las 13:30 cuando una brutal explosión les sorprendió. El edificio se les vino encima. No sobrevivieron.
Álex tenía 27 años, era hondureño y padre de dos hijas pequeñas. Una de ellas apenas contaba con siete meses de vida. Por su parte, Ernesto, español, tenía 21 años y una ilusionante carrera por delante. La muerte de ambos fue comunicada de forma oficial por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, desplazado al lugar de los hechos, cerca de las 19:00 del viernes. "La explosión ha sido de tal magnitud que el fallecimiento ha sido inmediato", lamentó el alcalde.
Además de los dos muertos, el suceso se saldó con 19 heridos. 15 de ellos fueron atendidos 'in situ', en un hospital de campaña desplegado por el Samur-Protección Civil. Por otro lado, cuatro de los lesionados fueron trasladados a los hospitales Gregorio Marañón y La Princesa de la capital. Uno de ellos, ingresado en este último centro sanitario, tiene 84 años y, en el momento de la publicación de este reportaje, su pronóstico seguía "grave".
"Olía a gas"
En la vivienda donde se ejecutaba la reforma estaban, en el momento de la explosión, Álex, Ernesto y un tercer operario cuyo nombre no ha trascendido. Este último salió ileso, con apenas algunos rasguños. Según el testimonio de Joaquina Valiente, limpiadora de la finca, un fuerte olor a gas se podía percibir desde el día anterior y a primera hora de la mañana del viernes, cuando limpió la escalera como de costumbre. "Olía a gas", dijo a este periódico.
Cerca de las 13:30, Álex y Ernesto bajaron al sótano del vestusto edificio, presumiblemente a cortar el gas de la vivienda y así continuar con la obra en condiciones de seguridad. El edificio se erigió en 1940 y, por el estilo de aquella época, las calderas de cada piso se ubican en el sótano. Cuando los dos jóvenes se encontraban allí, algo salió mal, y todo saltó por los aires.
Aunque los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid no confirmaron que la causa de la explosión fuese un escape de gas, se trata de la hipótesis más probable. Se desconoce si fue una chispa de la propia reforma la que habría prendido el gas, acumulado por todo el recinto, o si la explosión se produjo en el mismo sótano. Lo cierto es que fue de grandes dimensiones.
Al igual que un volcán, la fuerza del estallido habría recorrido verticalmente el patio interior del edificio de cinco plantas buscando una apertura de aire. Al llegar al ático, se habría producido una gran deflagración que destruyó por completo el último piso, como quedó registrado en algunas imágenes que tomaron los vecinos en los primeros momentos.
"Ha volado el edificio entero", relató uno de ellos, horrorizado. "Parecía una bomba". La estructura del edificio aguantó, pero los tabiques y paredes se desintegraron, causando una gran cantidad de escombros que alcanzó hasta los dos metros de altura en la base del patio del edificio. Ahí abajo es donde se encontraban -seguramente ya sin vida- los cuerpos de Álex y Ernesto.
La fuerza de la explosión catapultó una ventana hasta 25 metros a la otra esquina de la calle, según confirmó Rafael Ferrándiz, de los bomberos del Ayuntamiento. También cayeron restos voluminosos de escombros hacia las calles General Pardiñas y Ayala, la cual hace esquina con el edificio. Varios coches quedaron dañados. La onda expansiva también se sintió a varias manzanas a la redonda, donde temblaron los cristales de los edificios. Pero, sobre todo, la explosión se hizo sentir en el cercano colegio Loreto, lleno de niños a esa hora, y en el número 33 de la calle General Pardiñas.
Un grupo de alumnos de primaria del centro educativo, ya acompañados por sus padres en los alrededores de la escena, relataron a EL ESPAÑOL que estaban en el recreo cuando escucharon el poderoso estruendo. "Pensábamos que venían los rusos", declaró uno de ellos. Los niños que se encontraban en el patio fueron inmediatamente colocados en la esquina más lejana de donde se había producido la explosión. Esta rompió algunos cristales que cayeron sobre la zona de juegos y dejaron pequeños rasguños en algunos de los alumnos. La Dirección del colegio informó a los padres de lo sucedido a través de un comunicado, aunque el centro no fue evacuado forzosamente.
Por su parte, Ubaldo Martínez, un vecino de mediana edad del número 33, salió a la calle al producirse la explosión en el bloque aledaño. Incluso entró en el edificio a ayudar. "Estaba todo lleno de polvo y la gente salía del edificio dando voces", dice. "Ya dentro, subí y bajé inconscientemente por el ascensor hasta dos veces gritando a la gente que tenía que salir. Me podía haber quedado atrapado. No se veía nada", relata.
En la calle, Martínez atendió a una chica joven con una grave herida en la pierna, a quien hizo un torniquete antes de la llegada del Samur, el cual se presentó en minutos tras su llamada y la de otros transeúntes. "'¡Me voy a morir!', gritaba la chica. Ha sido algo gordo", concluyó Martínez.
Otra vecina, cuya vivienda compartía el patio interior con el edificio afectado, aseguró a EL ESPAÑOL que su cocina desapareció por completo. En el momento de la explosión se econtraba dentro de su casa y, minutos después, aún le costaba respirar por el susto.
Búsqueda incansable
Hasta el lugar de los hechos se desplazaron más de diez ambulancias del Samur, varios equipos de Bomberos, guías caninos, drones de la Policía Municipal, unidades de Intervención Policial de la Policía Nacional e investigadores del mismo cuerpo. También se presentaron en la escena psicólogos del Samur Social que atendieron a una decena de familiares y allegados de los dos fallecidos. Estos llegaban en cuentagotas hacia la zona caliente de la explosión, confundidos y visiblemente afectados. En las horas previas a certificarse la muerte de Álex y Ernesto, aun mantenían viva la esperanza de encontrarlos con vida.
Desde su llegada, los bomberos trabajaron a destajo por encontrarlos, pero en condiciones penosas. El espacio en el patio interior era muy pequeño, lo cual impidió que se empleara maquinaria para desescombrar. Así, los efectivos del cuerpo tuvieron que abrirse paso entre los restos con las manos y con rastrillas, según declaró otro portavoz. Por otro lado, lograron extraer con la escala del camión a cinco personas que no pudieron salir por sus propios medios.
Tras una primera evaluación, el edificio presentaba daños graves en la estructura y una peligrosa inestabilidad. Los bomberos alertaron de riesgo de derrumbe, el cual se mantiene. Por ello, junto a las labores de rescate, los operativos de emergencias apuntalaron el edificio para mantenerlo en pie y garantizar la seguridad de sus compañeros que se encontraban en el interior.
A medida que transcurrían las horas, los perros de los bomberos fueron incapaces de marcar ninguna zona entre los escombros donde encontrar a los desaparecidos con vida. Las esperanzas, sin embargo, no se desvanecieron. La determinación de los bomberos fue la de trabajar ininterrumpidamente hasta dar con los cuerpos de los dos trabajadores. Poco después de las siete de la tarde, el alcalde Martínez-Almeida confirmó el hallazgo de los dos cadáveres.
La novia de Ernesto llegó a la zona acordonada poco antes de que se confirmara su muerte. Lo hizo acompañada de sus padres y de algunos amigos de su edad. Su desolación al conocer la noticia era absoluta, al igual que la de otros trabajadores de la empresa de reformas. Estos, junto al dueño, se mantuvieron a la espera de novedades sobre sus compañeros a lo largo de la tarde. "Eran dos personas alegres, jóvenes, responsables y muy trabajadoras. Es una desgracia", declaró uno de ellos a este periódico, poco después de que se comunicara el fatal desenlace.
En total, en el edificio vivían una veintena de personas. La mayoría son de edad avanzada y vecinos "de toda la vida", según describió la limpiadora. Todos salvaron la vida, a pesar de la virulencia de la explosión. Los vecinos del número 33 fueron desalojados y no podrán regresar a sus casas hasta pasado el fin de semana, según confirmó la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís. El Samur Social se encargó de buscarles alojamiento en hoteles de la zona.
Por su parte, el alcalde Martínez-Almeida confirmó que la reforma estaba autorizada y cumplía con todos los requisitos legales. Fuentes de la empresa suministradora de gas dijeron a este periódico que el suceso se investiga como un "accidente laboral". La Policía Nacional se encarga de las pesquisas, a la espera de confirmarse la causa específica de la explosión y otros detalles.