Tengo un amigo que, hace algún tiempo, tuvo un accidente de tráfico. Nada grave, pero lo suficiente como para que el médico le recetara Diazepam (Valium) por si el dolor le impedía dormir. No llegó a abrir la caja. No le hizo falta. Años después, volvió al médico por otro motivo. Llevaba un tiempo automedicándose con esos mismos fármacos. Solo de forma puntual, para dormir, al sentirse superado por el estrés. Quería saber si estaba haciendo lo correcto. Salió de la consulta con recetas de Diazepam y de Citalopram, un antidepresivo ISRS, para 6 meses.

Antes de que esto parezca una crítica apresurada sobre lo fácil que es conseguir una receta en España, pongamos contexto. El médico no actuó a la ligera: mi amigo le había explicado que llevaba un par de años emocionalmente removido, que había ido registrando sus síntomas y que, además de tomarse en serio el ejercicio y otros hábitos saludables, llevaba meses acudiendo a terapia semanalmente. El médico se alegró de que estuviera haciendo bien los deberes, y por ello decidió expedirle la receta.

Sin embargo, no todo el mundo tiene los recursos, el tiempo o la oportunidad de analizar su caso con tanto detalle. Y aquí es donde empieza la verdadera crítica.

El consumo de ansiolíticos en España ha aumentado un 110% y se han triplicado las recetas de antidepresivos

España es el mayor consumidor mundial de benzodiacepinas: según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, 110 de cada 1.000 españoles toman diariamente una dosis de estos fármacos, superando a países como Bélgica o Portugal.

En los últimos 10 años, el consumo de ansiolíticos ha aumentado un 110%. Y si hablamos de antidepresivos, el consumo se ha triplicado desde el año 2000, con España alcanzando las 98,4 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, muy por encima de la media europea. En la última década, las farmacias han dispensado más de 111 millones de envases de estos fármacos.

¿Estamos más ansiosos que nunca? ¿O simplemente hemos convertido la medicación en la respuesta por defecto ante cualquier forma de malestar psicológico?

Ansiedad, depresión y burnout: la otra pandemia

Las cifras de salud mental no invitan al optimismo. Según el INE, más de dos millones de españoles tienen diagnóstico de ansiedad o depresión. Un estudio reciente sitúa la prevalencia de la ansiedad en un 6,7% de la población, con las mujeres duplicando a los hombres en casos diagnosticados.

El burnout, por su parte, va en ascenso. Un 43% de los trabajadores españoles se sienten emocionalmente agotados por su trabajo. En sanidad, la cosa es aún peor: 1 de cada 4 médicos sufre burnout clínico. ¿La pandemia lo agravó? El 70% de los afectados dice que sí.

La sanidad pública española cuenta con 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes 

Algunos dirán que medicarse está mal; otros, que ir al psicólogo no sirve de nada. La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) ha demostrado ser tan efectiva como los antidepresivos en muchos casos, con la ventaja de que no tiene efectos secundarios ni riesgo de dependencia. En los casos moderados y graves, la combinación de terapia y fármacos es la más efectiva, según los estudios. Pero en los casos leves o situacionales, la terapia sola suele ser suficiente.

¿El problema? En España, la terapia psicológica es un lujo. En la sanidad pública, la espera para ver a un psicólogo clínico oscila entre 1 y 3 meses. La proporción de profesionales es de 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, la mitad de la media europea.

Conclusión: la mayoría de la gente no recibe psicoterapia, así que acaba en la consulta del médico de cabecera, que tiene 10 minutos por paciente y un recetario en la mano.

No es difícil entender por qué el consumo de ansiolíticos y antidepresivos se ha disparado. No estamos tratando el problema, solo lo estamos parcheando..

En la mayoría de casos de ansiedad y depresión, la estrategia más eficaz es la combinación de psicoterapia con el uso puntual de fármacos

Que nadie me malinterprete: no demonizo los fármacos. En muchos casos, son un recurso necesario. Pero deberían ser parte de la solución, no el único camino posible. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (ONU) ha advertido que el abuso de benzodiacepinas en España está directamente relacionado con la falta de atención psicológica en la sanidad pública.

La literatura científica es clara al respecto: en la mayoría de los trastornos de ansiedad y depresión, la combinación de psicoterapia con uso puntual de fármacos, cuando es necesario, es la estrategia más eficaz. Meta-análisis recientes han demostrado que el tratamiento combinado supera en efectividad tanto a la medicación aislada como a la terapia por sí sola en casos moderados y graves (Cuijpers et al., 2023). Las guías clínicas del National Institute for Health and Care Excellence (NICE) y la American Psychological Association (APA) recomiendan precisamente este enfoque integrador como primera línea de tratamiento.

Es decir, no se trata de caer en discursos simplistas de “pastillas sí o pastillas no”, sino de asegurar que las personas accedan a un tratamiento integral, adaptado a su situación. Y en España, por desgracia, esa opción sigue estando fuera del alcance de demasiadas personas.

Si no reforzamos la atención psicológica, seguiremos tratando la ansiedad y la depresión como si fueran simples dolores de cabeza: con una receta rápida y poco más. Y, cuando el tratamiento no ataca la raíz, lo que parece una solución acaba convirtiéndose, a la larga, en un problema mayor.