Concepción Picciotto, la activista gallega que protestó durante 35 años frente a la Casa Blanca
La historia de una gallega que se manifestó por la paz y las armas nucleares frente a cinco presidentes de los Estados Unidos
11 diciembre, 2022 06:00El 2 de marzo de 1930, Mahatma Gandhi le envió una carta al virrey de la India, Lord Irwin, pidiéndole eliminar el impuesto a la sal. Al no obtener respuesta, diez días después emprendía la que se conoció como Marcha de la Sal, con la intención de denunciar el monopolio con el que el gobierno británico explotaba las minas de este mineral en la India. Tras recorrer casi 400 kilómetros, llegó a la costa del Océano Índico, donde recogió en sus manos un puñado de sal, un gesto simbólico con el que alentaba a sus compatriotas a violar el monopolio, que obligaba a todos los indios a pagar un impuesto sobre la sal y les prohibía recolectarla. Su ejemplo fue seguido por todo el país, desafiando a los británicos. Gandhi fue arrestado y puesto en libertad nueve meses después, cuando el virrey decidió reconocer el derecho de los indios a explotar los recursos salinos. Esta legendaria movilización fue una de las pocas que han cambiado el rumbo del mundo, pero fue una mujer gallega la que protagonizó la protesta más larga de la historia, que llegó a prolongarse durante los mandatos de cinco presidentes de los Estados Unidos de América: Concepción Picciotto, 35 años frente a la Casa Blanca.
María de la Inmaculada Concepción Martín nacía en Vigo el 15 de enero de 1936. Poco se sabe de su vida hasta que cumple los 18 años, edad con la que emigra a Estados Unidos en busca de fortuna. Cuando llegó al país de las oportunidades comenzó a trabajar en el consulado español en Nueva York, donde conoció a Joe Picciotto, un hombre de negocios de origen italiano del que se enamoró y con el que se casaría en 1966. Connie, como la llamaban en Estados Unidos, tomó su apellido y obtuvo la nacionalidad.
Tras el levantamiento militar en Argentina ese mismo año, el matrimonio viajó a Buenos Aires para adoptar a una niña a la que llamaron Olga, pero poco después, en 1974, se divorciaron. Tras una batalla legal Connie perdió la custodia de su hija, su casa y su trabajo.
La gallega acudió a Washington en 1979 en busca de ayuda, pero nadie se la prestó, por lo que comenzó otra lucha en los tribunales que se transformó en una batalla contra el sistema legal estadounidense y contra el gobierno de los Estados Unidos de América, en la protesta política más larga en la historia de los Estados Unidos y, probablemente, de todos los tiempos.
Durante esos años conoció al activista William Thomas Hallenback, con el que comenzó a manifestarse frente a la Casa Blanca en 1981, cuando Ronald Reagan se convertía en presidente del país. Si no podía recuperar a su hija, enfocaría su protesta a favor de todos los niños del mundo y contra la trata de menores, además de manifestarse en contra de la proliferación nuclear y las guerras.
El pequeño habitáculo en el que pasaría los últimos 35 años de su vida era poco más que unos plásticos en los que aguantaba sentada día y noche en un pequeño taburete que le habían regalado, ya que no podía tumbarse ni ausentarse. Si lo hacía, según la normativa del Servicio de Parque Nacionales, podían desmantelar su puesto, situado en la acera frente a la Casa Blanca, en el número 1600 de Pennsylvania Avenue, que solo abandonaba para ir al baño y asearse.
En esa carpa blanca se convirtió en parte de la estampa que ofrecía la residencia oficial del presidente de los Estados Unidos de América a turistas y curiosos. Connie era toda una leyenda y, cuando Thomas falleció en 2009, ella continuó con la ayuda de manifestantes más jóvenes que la iban relevando debido a sus crecientes problemas de salud.
Connie sobrevivía vendiendo piedras pintadas por ella misma con el símbolo de la paz y de las donaciones y limosnas que le hacían las personas que acudían a su humilde campamento a los que siempre recibía hiciera frío, calor, lloviera o nevara.
En el año 2012, un taxi la arrolló de su bicicleta, lo que provocó que dejara de dormir en Pennsylvania Avenue para hacerlo en una asociación de acogida pacifista de la capital federal, dejando durante esos momentos su cuartel general al cargo de voluntarios, amigos y simpatizantes.
Su vigilia en Lafayette Square frente a la Casa Blanca se prolongó durante los mandatos de cinco presidentes norteamericanos: Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, hasta su fallecimiento el 25 de enero de 2016 en el refugio para personas sin hogar N Street Village, de la iglesia luterana, en Washington DC.
Varias organizaciones han solicitado desde ante de su muerte la construcción de un monumento a la paz en su honor, en el lugar en el que mantuvo su permanente protesta. Incluso hay quien apoyaría su candidatura póstuma a Premio Nobel de la Paz, galardón del que sería merecedora con mayor merecimiento que muchos otros que ya lo obtuvieron.
Y es que así somos los gallegos, con ese gen incombustible que explica por qué llegamos donde nadie más llega en las peores condiciones, ya sea faenando en los mares más bravos del mundo o buscando un mejor futuro en los lugares más recónditos del planeta.
En una conversación para un diario en 2004, Connie diría: “Yo tengo que seguir, porque mis principios morales no me permiten dejarlo, sería muy egoísta. Dios me ha puesto aquí por alguna razón. Pero, aunque solo volvieran mis huesos, me gustaría regresar a Galicia”.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- elespanol.com
- lavozdegalicia.es
- laopinioncoruna.es
- elpais.com
- abc.es
- elmundo.es
- bbc.com
- vigoe.es
- yahoo.com