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Ángel, Lucía, Mamen y Candela forman un grupo de Whatsapp llamado "Curro". Su icono en el teléfono es un gran muñeco blanco de poliamida con aspecto de pájaro simpático, con pico y cresta con franjas de colores, dos gordas patas de elefante, mejillas sonrosadas y una sonrisa perpetua. Va pilotando una moto acuática en un lago rodeado de edificios futuristas.
El muñeco es Curro, la popular mascota de la Expo 92 de Sevilla, y los miembros del grupo de Whatsapp −más Pilar, que es menos de móvil− son las personas que le dieron vida en sus entrañas hace ahora tres décadas. Eran veinteañeros y hoy siguen unidos por su personaje pasados los 50.
Curro sonreía siempre, pero no hablaba. Sin embargo, al cumplirse este próximo 20 de abril los 30 años de la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla, acepta la invitación para contar sus recuerdos y enseñar su álbum de fotos a los lectores de EL ESPAÑOL | Porfolio. También revela qué ha sido de sus intérpretes.
El sevillano Ángel Ramos Ferreira (13 de marzo de 1971), que hoy es conductor de los autobuses municipales de Tussam, se reúne con esta revista bajo la gran esfera armilar de la Expo 92. Semejante al globo terráqueo del logotipo, era uno de los epicentros del recinto de la Cartuja, reconocible por su tamaño, su forma y el vapor de agua que emitía para refrescar el ambiente alrededor.
Ángel explica que quienes interpretaron a Curro durante la Expo fueron él y sus compañeras Candela Fernández, Pilar Pinazo y Lucía Tejero (los cuatro aparecen en este mismo orden, de izquierda a derecha, en la ilustración que encabeza este reportaje), mientras que Mamen Pinazo, hermana de Pilar, ejercía de coordinadora del grupo tras haber encarnado al personaje antes de la muestra.
La actriz Chelo Vivares, que daba vida al muñeco Espinete en Televisión Española, hizo de Curro en sus primeras apariciones en su presentación en 1989. Dos personas más, una mujer y un hombre, también asumieron el papel algunos días. Así que el grupo central de Curro durante la Expo fueron Ángel, Lucía, Pilar y Candela, coordinados por Mamen y con el periodista sevillano Isidro Cuberos como jefe de todos ellos.
El diseño de Curro fue una invención del diseñador gráfico checo-alemán Heinz Edelmann (1936-2009), que ganó el concurso de ideas al que se presentaron 23 diseños de autores de 15 países. Edelmann era conocido también como autor de los dibujos del disco y la película de animación de los Beatles El submarino amarillo (1968). Curiosamente, Ángel Ramos, uno de los cuatro animadores oficiales de Curro durante la Expo, no conoció en persona al padre de la criatura.
El padre del pájaro multicolor era Heinz Edelmann, que dibujó antes 'El submarino amarillo' de los Beatles
Aunque él destaca también la importancia creativa del químico y fabricante de inflables Quim Guixà: "Fue quien convirtió a Curro en el traje que nos poníamos, y que también hizo el de Cobi, la mascota de las Olimpiadas de Barcelona" de ese mismo año, diseñada por el artista Mariscal. Curro es uno de los hipocorísticos o variantes del nombre Francisco, y Francis se llamaba el perro chihuahua del diseñador Heinz Edelmann, que conocía bien Sevilla por haber expuesto aquí a principios de los años 70.
Detrás del personaje
La mascota Curro triunfó gracias a su personalidad y a su rotundo y castizo nombre, que además es sinónimo coloquial de "trabajo". ¿Cómo consiguió Ángel el curro de Curro? "Antes de la Expo, la única que hacía de Curro en los actos de difusión era Mamen. Pero antes de empezar la Expo, necesitaban más gente, para relevarse. No podían poner un anuncio 'Se necesita Curro'. Isidro Cuberos le dijo a Mamen que buscase a gente que fuera de su altura, no muy altos, que se moviera bien. Y mi amiga Mamen me lo dijo".
Pregunta.— ¿Cómo funcionaba el traje de Curro?
Respuesta.— Cada uno tenía el suyo. El mío todavía lo tengo en casa. Mide tres metros y medio hasta la punta de la cresta. Tenía un velcro y te metías por la abertura como un contorsionista. Había que mantenerlo inflado con un ventilador que llevaba por detrás, como un secador, conectado a una pila en el cinturón. Por dentro tenía una estructura de fibra de vidrio sujeta a un peto. La pila duraba treinta o cuarenta minutos, pero no se podía estar dentro más de veinte minutos. Imagínate estar encerrado en una bolsa de plástico.
P.— ¿Hacía mucho calor dentro?
R.— Ahí te podías morir. Después de cada sesión, era una piscina de sudor. Salíamos colorados. En verano, con 40 o 45 grados de calor, había que estar menos tiempo, diez minutos de traje, porque te morías. Mis ojos los tenía a la altura de la boca de Curro y miraba a través de la tela, como un velo. En la cabalgata de cada día, que duraba hora y media, nos turnábamos. Hacíamos cada uno cuatro o seis sesiones diarias, y muchas horas de espera. Pero en la Expo sólo había un Curro en un sitio a la vez. Eso tenía un curro.
P.— ¿Cuánto ganaban?
R.— Unas doscientas mil pesetas limpias al mes. Éramos autónomos.
P.— ¿Autónomos? Qué curioso, Curro de autónomo. ¿Por qué la Sociedad Estatal no los tenía en plantilla?
R.— No lo sé. En Hacienda, estaba dado de alta en el epígrafe de "Humoristas y caricatos".
"Ganaba 200.000 pesetas limpias al mes. Éramos autónomos. En Hacienda estaba en el epígrafe 'humoristas y caricatos'"
Subraya Ángel Ramos que los cuatro jóvenes de 21 años que encarnaban a la mascota vistiendo su disfraz inflable de poliamida jamás se presentaron como actores sino como "los amigos de Curro". Explica que Isidro Cuberos, responsable de la comunicación pública, les había dado una instrucción clave. Para mantener la fantasía de que Curro era un personaje con vida propia, era fundamental que el público no lo identificara con ninguna de las personas que lo representaban bajo el traje o disfraz.
Ellos cuatro eran, por tanto, sólo los que "ayudaban" a Curro a pasearse y saludar a los visitantes anónimos y a la multitud de dignatarios y celebridades que se pasearon por el recinto, desde los Reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, hasta el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez o el entonces heredero y hoy emperador de Japón, Naruhito. A la Expo vinieron 18 millones de personas que visitaron el recinto 41,8 millones de veces, y Curro acudía a agasajar a quien marcaba cada millón de visitas.
Ángel Ramos era un currito que trabajaba desde los 18 años como camarero, pinche de cocina o pegador de carteles. Había terminado el COU y la selectividad cuando su amiga Mamen le ofreció ser Curro, cobrando mucho más que en sus esporádicos empleos anteriores. No dudo en aparcar los estudios durante dos cursos para trabajar en el gran evento que puso a Sevilla en el foco mundial.
Recorrieron el mundo promocionando España con Curro, de Japón a México y de Estados Unidos a Rusia
Esa posición les dio la oportunidad a los cuatro de recorrer España y el extranjero promocionando el país y la Expo con Curro: de Japón a México, de Estados Unidos a Rusia. Como en Moscú, donde, con Mamen dentro, imitó en la Plaza Roja el desfile de sus guardianes. "Yo fui a Fráncfort y a México DF antes de la Expo. En Fráncfort, me cogió allí con Emilio Cassinello [el comisario general de la Expo] cuando en Sevilla se quemó el pabellón de los Descubrimientos pocos meses antes de la inauguración. La expedición se quedó tocada y nos volvimos enseguida", recuerda Ángel sobre aquel incendio.
En los viajes por España, lo mismo iba Curro a inaugurar un centro comercial o a presentar el Ford Scort descapotable, que viajaba cada miércoles a Madrid para participar en la grabación semanal de los programas 1, 2, 3 y El precio justo.
El peso de la fama
La popularidad de Curro se disparó durante la Exposición Universal y ellos, dentro del traje, sentían mejor que nadie el peso de su fama. Como no veían apenas −aunque, apunta Ángel, se conocían tan bien el recinto que podrían andar a ciegas por él−, acudían a los encuentros con el público con sus propios guardaespaldas, los pupis, como llamaban a los azafatos y azafatas de la Expo, para que los fans no los aplastaran y no les desmoronaran el traje.
"Es impresionante lo popular que era Curro. Y lo sigue siendo, ha sobrevivido más que Cobi. Íbamos a poner sellos en el pasaporte de los visitantes de la Expo y había una cola larguísima esperando; traían a los niños para que los cogiéramos en brazos y le hicieran una foto. La gente le cogió un cariño tan brutal al Curro que yo no daba crédito", rememora. El nombre caló y resonó siete años después en otro éxito popular, el del currante del anuncio de Halcón Viajes que se iba de vacaciones al Caribe. "¿Dónde está Curro?", preguntaba su jefe en la publicidad.
A Ángel y dos compañeras más les dieron un curso para pilotar una moto acuática y hacer apariciones estelares en el lago y el canal de la Expo, lo que tenía mérito teniendo en cuenta el traje que llevaban. Ángel, que hoy es aficionado a las motos de carretera, aprendió incluso a hacer piruetas con la moto acuática y levantar la pierna a la vez, como cuenta enseñando una foto en la que protagoniza un espectáculo acuático junto al motorista Álvaro Bultó.
"Una mujer le preguntó a las azafatas: ¿dónde tenéis el mando a distancia? ¡Se creía que yo era un robot!"
Las anécdotas, dice, eran constantes. Como la regla es que Curro no hablaba, extremaban la gestualidad para interactuar con la gente. La vivaracha mascota daba saltos y rompía el protocolo, como cuando le pasó al príncipe Felipe el brazo-ala por el hombro. Practicaban en un salón con espejos en el Centro de Alto Rendimiento deportivo, en la Cartuja, y luego mejoraban sus trucos con la práctica. Él se sonríe al recordar las risas de la gente cuando se iba detrás de dos chicas con minifalda haciendo, picarón, como que iba a levantárselas.
O la sorpresa que le dio una señora mayor. "Yo le hacía monigoterías al lado, la abrazaba, posaba para que sus hijos le hicieran fotos. Al rato, la mujer le preguntó a las azafatas: ¿dónde tenéis el mando a distancia? Yo me moría de risa. ¡Se creía que yo era un robot y que las azafatas me manejaban con sus walkie talkies!".
En otra ocasión, fue a Madrid a un acto con el Rey. En la espera, dejó su traje metido en su bolsa triangular en el rincón que le dijo un policía y se fue a comer. "Al volver, no me dejaban pasar. Les intentaba explicar que tenía que hacer de Curro, pero no me hacían caso. Entonces vi que había un círculo acordonado y en el centro, la bolsa con mi traje de Curro. Habían dado la alerta creyendo que podía ser una bomba". Con el rey Juan Carlos estuvo dos veces en el papel de Curro. En ambas, el Rey le preguntó de cerca "¿eres Mamen?", porque se acordaba de la primera intérprete.
En la Expo, Curro se movía en una motocicleta Yamaha, o en un carrito de golf, en este caso, con un miembro del equipo al volante. "Apatrullábamos la Expo", dice bromista, buscando situaciones propicias para darse un baño de multitudes, además de los actos previstos de la agenda diaria. A las diez y media de la noche terminaban, se cambiaban en su propia oficina en la Expo, se duchaban y se iban a divertirse a los bares del recinto, como el Kangaroo australiano. "Yo me jartaba de trabajar pero lo pasábamos de miedo".
Álbum de recuerdos
Bajo la esfera climática de la Expo, Ángel saca de una bolsa un sobre con fotos y va enseñando esta galería de recuerdos que para él y para muchos son imborrables. En aquel entonces, los pocos móviles en el mercado no hacían fotos y no todo el mundo disponía de una cámara. Las fotos eran escasas y a menudo borrosas. El mundo audiovisual del siglo XXI empezó a verse por adelantado en la Expo de Sevilla con las primeras pantallas táctiles. De haber nacido hoy, el fotogénico Curro habría repetido su imagen hasta el infinito.
Pero ya entonces fue un fenómeno mediático. En la foto del saludo y la entrega de un obsequio a la visitante número 32 millones aparece Curro y, a un lado, su responsable Isidro Cuberos, de quien Ángel tiene un gran recuerdo porque, dice, de él fue en gran medida el éxito de la proyección popular de la fantástica mascota. Se hizo omnipresente con sus actuaciones en carne y hueso o su reproducción en camisetas, atracciones infantiles y demás merchandising.
Cuenta otra anécdota. "En el auditorio que luego llamaron de Rocío Jurado, estuve yo de Curro con cincuenta top models mundiales, entre ellas Naomi Campbell y Claudia Schiffer. Sin querer, me metieron en el vestuario con ellas, pero les dije a los organizadores del acto que necesitaba desvestirme con intimidad. La obsesión vuestra de la prensa era coger al Curro desinflado, desvistiéndose, pillar al Curro en bolas, y no lo conseguisteis gracias a nosotros", cuenta, divertido, sobre su celo para no romper la magia de la actuación. "Curro tenía vida propia y llegó un momento en que hasta nosotros nos lo creíamos. Queríamos preservar esa magia. Éramos los más celosos guardianes de su intimidad".
"La obsesión de la prensa era coger al Curro desinflado, desvistiéndose, pillarlo en bolas, y no lo conseguisteis"
Las mascotas más populares
NARANJITO. La mascota del Mundial de Fútbol de 1982 celebrado en España era una naranja vestida con la camiseta roja de la selección española. Sus padres fueron los publicistas María Dolores Salto y José María Martín Pacheco.
COBI. Javier Mariscal creó este personaje con forma de perro cubista como vanguardista mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
CURRO. El pájaro con pico y cresta de colores de Heinz Edelmann ganó el concurso para elegir la mascota de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
La noche de la clausura de la Expo, el 12 de octubre de 1992, se produjo "una desbandada" de trabajadores en coches y camiones apresurándose a desmontar el inmenso decorado. Temiendo que se llevaran sus trajes (ya habían gastado antes dos o tres cada uno), fueron corriendo a la oficina para rescatarlos y llevárselos a casa de recuerdo, con sus pilas e infladores incluidos. "El mío no se me ha podrido".
Sus curros de hoy
¿A qué se dedican "los amigos de Curro" hoy? Entre Ángel y Lucía, que antes nos hace algunos apuntes, reconstruimos la trayectoria de estos currantes que hoy tienen entre 50 y 53 años. Ángel Ramos estudió un grado superior de FP en publicidad y márketing, pero no encontró trabajo en ese campo y se presentó a las oposiciones de Tussam, la empresa municipal de autobuses urbanos de Sevilla. Las aprobó y hoy es conductor de autobús, en diferentes líneas.
Estando aún soltero, "pedí una excedencia y estuve año y medio en el pueblo de mi familia, Rábano, en el lago de Sanabria, en Zamora, trabajando de pastor con mi rebaño de 1.500 ovejas", acota sobre aquella aventura en tierra de lobos. Tiene un hijo de 15 años, Enzo.
Lucía Tejero es desde hace 27 años modelo en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, donde posa desnuda ante los estudiantes de las clases de dibujo o modelado al natural. Tiene un hijo y una hija, y ésta la ha hecho recientemente abuela de un nieto. Lucía ha seguido ocasionalmente interpretando a Curro con su traje de la Expo, en actos como en el parque temático Isla Mágica de la Cartuja o en aniversarios.
Pilar Pinazo, madre de tres hijas, es profesora de Educación Física en un instituto, Candela Fernández es actriz (como su hermana, la conocida protagonista de Solas Ana Fernández) y la antigua coordinadora de Curro, Mamen, tiene un puesto de responsabilidad en una aseguradora.
Han sido luego actriz, conductor de bus, modelo, profesora, responsable de seguros y jefe de comunicación del PP
El jefe de los Curros, Isidro Cuberos, periodista y experto en comunicación política y organización de eventos, fue después director de comunicación nacional del Partido Popular bajo la presidencia de José María Aznar y responsable de prensa en el Ministerio de Trabajo con el ministro del PP Javier Arenas. Cuberos estaba imputado en el proceso de la trama Gürtel cuando murió en un accidente de moto en Benalmádena en 2015.
Desde la Expo, Ángel Ramos sólo ha reencarnado a Curro un par de veces, una de ellas en la clase de parvulitos de su hijo. "Los niños se revolucionaron, se quedaron alucinados, aunque uno se puso histérico porque le dio miedo", dice.
P.— ¿A qué dedicó el dinero que ganó en sus 14 meses de trabajo como Curro?
R.— Yo tenía 21 años y llevaba siempre en la cartera billetes del príncipe, el de diez mil pesetas. Todos los días salía e invitaba a mis amigos tiesos. Mi padre me recomendó que me comprara un piso, que costaba entonces dos millones y medio. Pero no lo hice. Me gasté 250.000 pesetas en un ordenador 386 que se quedó obsoleto enseguida, y tuve que comprarme la siguiente versión, un 486. Me compré también un coche Renault-18 de segunda mano por 400.000 pesetas, y una moto, una scooter. Me fui a esquiar tres o cuatro veces. Me fundí el dinero. Por lo menos, los ordenadores los usó mi hermano pequeño, que hoy es informático.
Ángel Ramos pasa por la Expo cuando le toca conducir alguna línea de autobús con ese destino. Se alegra de ver que la mayor parte del recinto está hoy en uso, como parte del Parque Científico y Tecnológico Cartuja. "Aquí hemos sido muy felices", dice al despedirse Curro; perdón, Ángel. O al revés.
La España de hace 30 años
La democracia española, aún más joven que los veinteañeros intérpretes de Curro, vivía un momento dulcísimo. En el dorado 1992, España se exponía al mundo en el escaparate de la Exposición Universal de Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona como un país pujante y moderno además de festivo. El quinto centenario del descubrimiento de América era la excusa para impulsar el desarrollo de la capital de Andalucía.
España había cambiado rápidamente. Cuando Curro asistió como una autoridad más a la inauguración de la Expo en la isla de la Cartuja, el 20 de abril de 1992, habían pasado 17 años desde la muerte del dictador Francisco Franco, 14 de la Constitución, 11 del fracasado golpe del 23-F, diez de la llegada al poder del PSOE de Felipe González, seis de la entrada en la Unión Europea, seis del referéndum de la OTAN, tres de la caída del Muro de Berlín...
La Expo en la que ellos fueron felices era un oasis de fiesta en un mundo donde, como ahora con la guerra en Ucrania, también había motivos para llorar. En ese abril de hace treinta primaveras estalló la guerra en Bosnia y ETA seguía matando. Aguardaba a la vuelta de la esquina, en 1993, una crisis económica y un aumento del paro. Después de dos años de pandemia, hoy, como hace 30 años, hay ganas de vivir.