Noticias relacionadas
"La verdad es que ni yo tengo idea de lo que he dicho", respondió a través del traductor el vicepresidente ruso, Alexander Zhúkov. Su interlocutor en ese almuerzo era el entonces ministro de Industria español, Miguel Sebastián, que aún andaba con cara de susto. Ya estaban los ánimos caldeados y al Gobierno español todo aquello le había pillado con el pie cambiado. "Ahora tienes que salir a arreglarlo", pidió Sebastián.
Estamos en noviembre de 2008. Zhúkov había acudido a Madrid con ocasión de una cumbre bilateral entre ambos estados. En la rueda de prensa posterior, un periodista ruso bien guiado le hizo la pregunta y el vicepresidente respondió, sin haber acordado antes su respuesta con nadie del Ejecutivo español, diciendo que Gazprom (la principal compañía de gas del mundo, de titularidad estatal rusa) tenía pensado comprar el 20% de Repsol que pertenecía a Sacyr.
Miguel Sebastián entró en pánico por la importancia estratégica de Repsol. Habló con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que le dijo que él tampoco sabía nada al respecto. Y llamó a Luis del Rivero, presidente de Sacyr, que le contestó que no había nada ahí, que a él le estaban presionando para vender su parte a Lukoil, la principal petrolera de Rusia. ¡¿Cómo?! La cosa estalló. A fin de cuentas, Repsol era y es de una importancia sumamente estratégica para España.
Lo que pocos sabían entonces es que había una persona entre bambalinas muy interesada en vender Repsol a los rusos y, así, contentar a una intermediaria especial en medio del asunto: se trataba de Juan Carlos I y, por supuesto, de Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
Este episodio, que aún sigue levantando ampollas entre algunos, cobra importancia estos días porque los principales personajes que interfirieron en él están de actualidad. La Fiscalía ha concluido que Juan Carlos I fue beneficiario de fondos que ocultó a la Hacienda española por un importe de 85,5 millones de euros. La investigación señala asimismo al empresario británico-mexicano Allen Sanginés-Krause, amigo del Emérito y también intermediario en la operación de Repsol junto a Corinna zu Sayn-Wittgenstein, asegurando que pagó diversos gastos y viajes al monarca por un importe de un millón de euros.
También ha vuelto a los titulares la parte rusa del trato que nunca fue. El bloque de la OTAN y sus aliados, enfrentado a Rusia por su reciente invasión de Ucrania, ha situado a los oligarcas rusos entre los objetivos a presionar con el ánimo de influir sobre el presidente de la Federación, Vladímir Putin. Entre ellos está Vaguit Alekpérov, el dueño entonces y ahora de Lukoil, que hace un par de semanas movió su yate de 70 metros de eslora, el Galactica Super Nova, desde el puerto de Barcelona hasta Montenegro en una especie de huida por temor a que se lo requisen.
La guerra en Ucrania ha situado a una Unión Europea, altamente dependiente del petróleo y del gas ruso, en una difícil tesitura. Todo se mueve a medio camino entre imponer sanciones a Rusia, pero a la vez seguir dependiendo del país eurasiático sin cuya energía el sistema podría colapsar. "Actualmente no hay otra forma de garantizar el suministro de energía para la generación de calor, la movilidad, el suministro eléctrico y la industria que con las importaciones desde Rusia", reconocía este martes el canciller alemán, Olaf Scholz.
Pero en España este problema no es tan grande. Porque la dependencia del gas ruso en nuestro país es baja -apenas del 10% frente al 55% de Alemania- y pudo recortar en un 67% las importaciones de petróleo ruso un mes antes de la invasión de Ucrania. Un panorama muy distinto se estaría dibujando ahora si Repsol, la principal petrolera española, hubiera acabado en manos de los rusos tal y como quería Juan Carlos I, que llegó a presionar a Moncloa insistentemennte en esa dirección, con llamadas constantes al presidente del Gobierno, según ha podido saber EL ESPAÑOL | Porfolio.
Paradójicamente, aunque una vez más, las acciones del monarca habrían acabado siendo nefastas para los intereses de España. "Era una cuestión de comisiones, también de empresarios españoles afines al Rey", reconoce uno de los actores de dicho episodio, que prefiere mantenerse en el anonimato. "De haberse llevado a cabo, todo lo estratégico de Repsol y todos los activos de la compañía se los habría comido Lukoil", sentencia otro.
La rusofilia del Rey
Un día, cazando en algún lugar de la estepa rusa, Vladímir Putin y Juan Carlos I se cruzaron con un hermoso ejemplar de ciervo. Era todo lo que un cazador podía desear, grande, espléndido, salvaje… Putin, como buen anfitrión, le dijo al entonces rey de España "esa es tu pieza". Juan Carlos I le respondió que no, que se la cedía, levantando el dedo del gatillo y calmando sus ansias de cazador.
"Yo no asesino a un ejemplar como este", respondió el ruso, que se fía poco de las personas, pero mucho de los animales. Así, el ciervo dejó de morir y, entre Putin y el Rey, nació una amistad que pasó de lo político a lo personal. La anécdota se la contó, tiempo después, el propio presidente ruso a José Luis Rodríguez Zapatero.
Y es que la amistad entre Putin y Juan Carlos I se ha forjado a base de cacerías y visitas personales. El monarca español ha estado en varias ocasiones visitando, de manera extraoficial, al líder totalitario ruso, quien respondía tratándole con todos los honores y organizándole monterías. Una de las más conocidas tuvo lugar en 2006, cuando Juan Carlos I abatió un gran ejemplar de oso del que después se supo que no estaba en libertad y que había sido emborrachado previamente para facilitar el tiro al monarca. Se trataba de Mitrofán.
Tal y como ya desveló esta revista, Corinna estaba con el Rey en aquel viaje. Pero no ejercía únicamente su papel de amante del monarca, sino que ella misma también tiene profundos lazos con la alta sociedad rusa, con los oligarcas y ministros de Putin, e incluso cuentan que puede entrar en el Kremlin sin tener que pedir hora. Además, presumiblemente fue ella quien presentó a Juan Carlos I y al británico-mexicano Allen Sanginés-Krause, quien había dirigido Goldman Sachs en Madrid y después en Moscú.
Entre los tres formaron un triángulo decisivo en el intento de asalto a Repsol por parte de Lukoil: Corinna como intermediaria, Allen Sanginés-Krause consiguiendo la financiación de los bancos y Juan Carlos I ejerciendo presión sobre el Ejecutivo español para que todo ello se pudiera llevar a cabo.
En aquel 2008, en plena recesión económica, los rusos (en general) encontraron en España un país muy barato en el que invertir y con la bolsa en unos niveles muy bajos. Empezaron con bancos, inmobiliarias, etcétera; pero si algo abunda en Rusia son el petróleo y el gas e intentaron llevar a cabo un salto cualitativo en sus compras españolas.
Lukoil se desmarca
A pesar de sus evidentes lazos con el Kremlin, la empresa rusa ha emitido un comunicado poco esperado a raíz de la guerra en Ucrania en el que pide el cese de la violencia armada. "Apostamos por el cese inmediato del conflicto armado y apoyamos por completo su resolución mediante un proceso de negociación y a través de vías diplomáticas", decía el mismo. Se trata de un desmarque no tan velado respecto a la postura oficial rusa.
El primer acercamiento notable se produjo a través de Roberto Centeno, que había sido consejero delegado de Campsa desde 1979 hasta 1987. "Yo a Lukoil les propuse que se sacaran el título de operador y que hicieran lo que se llama abanderar estaciones de servicio en España. Antes había muchas gasolineras de particulares y ellos, que tenían el petróleo y también la refinería, podían suministrar a las estaciones con el mejor precio del mercado", comenta Centeno en conversación telefónica con esta revista.
"Tuvimos una reunión en Londres, en la que apareció el presidente de Lukoil, y supuestamente llegamos a un acuerdo. Pero, de vuelta en Madrid, empezaron a pasar las semanas y no tuve más noticias. Hasta que me llamó un contacto para decir que habían cambiado de idea, que eso de las gasolineras era algo pequeño y que querían entrar a través de una operación mayor", reconoce. Esa operación era la de Repsol.
El Rey presionó a Moncloa
La situación aquellos días fue bastante frenética. Que Zhúkov dijera lo de Gazprom dejó al Gobierno con los sables levantados. Y es que, aunque Repsol ya era una compañía privada, seguía siendo de suma importancia estratégica para España como principal petrolera del país y la entrada de capital extranjero podría haber condicionado su devenir. La postura negativa del Ejecutivo liderado por Zapatero consiguió el apoyo del entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy.
Sin embargo, muchos ánimos cambiaron cuando, poco después, se descubrió que la intención no era de Gazprom; sino que era Lukoil, una compañía privada, la que quería hacerse con un porcentaje mayor, el 30%. Algunos, incluso el propio Zapatero, entendieron que al ser un asunto privado entre compañías no tenía por qué ser tan negativo. Pero otros pensaban que podía devenir en una OPA y que, aunque privada, la petrolera rusa no dejaba de estar ligada al Kremlin, con su presidente como uno de los principales oligarcas cercanos a Putin.
Un ejemplo de esto último es la famosa fotografía de Putin con sus oligarcas, difundida el pasado mes de febrero al poco de haber empezado la invasión de Ucrania, que sirvió para que el Kremlin mostrase músculo económico frente a las previsibles sanciones de la OTAN y sus aliados. En la instantánea, el presidente de Lukoil, Vaguit Alekpérov, aparece sentado en primera fila.
Ese 2008, de todas formas, el titular de la cartera de Industria, Miguel Sebastián, se siguió mostrando contrario a la operación. Aunque no era una figura muy mediática, en la época coincidió que salía en muchos actos y siempre sacó a relucir su opinión. Para él, el debate no consistía en si Gazprom era pública y Lukoil privada, sino en que las dos eran rusas; y tampoco en que fueran rusas per se, sino que eran extranjeras. Zapatero, que nunca llegó a involucrarse demasiado en el asunto, acabó confiando en la postura de su ministro y secundaba sus decisiones.
El enrocamiento del Gobierno español empezó a escocer a los amigos de Juan Carlos I. Corinna zu Sayn-Wittgenstein, aunque una desconocida para muchos miembros del Ejecutivo, ya mantenía una estrecha relación con el monarca -de hecho, de diciembre de 2008 es la famosa foto en la que el ahora emérito posa con el hijo de ella junto a un árbol de Navidad- y era intermediaria en esta operación que, de saldarse, le habría supuesto una comisión seguramente millonaria. Y el británico-mexicano Allen Sanginés-Krause se había movilizado con la banca para conseguir los 9.000 millones de euros que Lukoil habría tenido que desembolsar para comprar ese 30% de Repsol.
Uno de los detalles más sorprendentes de esta historia es que, lejos de apoyar los intereses del Gobierno de España, Juan Carlos I optó por presionar a la Moncloa a favor de los intereses de sus amigos. Lo hizo de diversas formas, entre ellas, llamando directamente al presidente Zapatero y pidiéndole que el camino fuera más sencillo, que no lo pusieran todo tan difícil. Pero el Ejecutivo no llegó a claudicar y un empresario ligado a la operación reconoce a esta revista que el ministro Miguel Sebastián no modificó su opinión.
Incluso tuvo que entrar el CNI para intentar parar los pies al monarca, elaborando un informe contrario a la entrada de los rusos en Repsol. "El CNI ayuda a las grandes empresas españolas, cuando van a operar fuera, con informes y demás. Pero en este caso tuvo que ser al revés", explica el periodista Fernando Rueda, experto en Inteligencia española. "Al ver el interés de los rusos, prepararon ese informe, que mandaron a Presidencia del Gobierno y en el cual explicaban que la seguridad española y la protección de los intereses de España podían estar en riesgo si se vendía Repsol a los rusos", añade el autor de Al servicio de Su Majestad.
Finalmente, la actitud de Miguel Sebastián contó con el apoyo de un personaje fundamental en esta historia, Luis del Rivero, presidente del grupo Sacyr Vallehermoso y propietario del porcentaje de Repsol por el que los rusos mostraron su interés. Según ha podido saber EL ESPAÑOL | Porfolio, Del Rivero se aseguró de no comprometer la españolidad de la empresa y dijo que, si le intentaban forzar en una dirección contraria a ello, ofrecería su porcentaje de Repsol a la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI). Ello habría abierto la posibilidad a que la multinacional estuviera participada por el Estado y cualquier otra salida habría sido muy difícil de explicar públicamente. Finalmente, esta postura se acabó traduciendo en que nunca se llegó a hacer una oferta concreta, pese a las múltiples presiones que hubo.
"No se llevaron las comisiones que se iban a llevar", reconoce por teléfono -en referencia al Rey, a sus amigos y a los empresarios españoles interesados- otro actor del episodio que también pide permanecer en el anonimato.
Mejor que los vecinos
Han pasado 14 años desde aquel intento de operación finalmente fallida y el mapa que se dibuja actualmente es muy distinto al que podría haber sido. El pasado mes de enero, España importó un 66,8% menos de petróleo ruso que en el primer mes de 2021, según apunta la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores). Ello se debe, en parte, a que Repsol, la principal petrolera española, ha ido dando pasos paulatinamente para deshacerse de los activos que le quedaban en Rusia y hace dos meses llegó a un acuerdo para venderle todo lo restante a Gazprom.
Por supuesto que ha habido beneficiarios de esta operación: ha crecido el suministro proveniente de Nigeria, México y Estados Unidos. En el caso del gas, la multinacional española tiene suscrito un megacontrato con la rusa Novatek, pero diversos medios han recogido que, según Repsol, ese suministro "no está vinculado a activos producidos en Rusia" y que Novatek "puede proveer de cualquiera de sus activos en el mundo".
Además, nuestro país recibe su gas de otros suministradores como Marruecos y Argelia. Aunque esa dependencia puede generar conflictos diplomáticos, como el que se desarrolló a partir de la acogida del líder del Frente Polisario, lo cierto es que en una situación como la actual, con la guerra en Ucrania condicionando la política internacional, todo ello hace que Repsol, y por extensión España, tenga una dependencia energética de Rusia bastante baja.
"En ese momento, la operación de Repsol no creo que fuera mala, porque daba acceso al petróleo ruso, que tiene unos precios mucho más aceptables para España", cuenta en conversación telefónica Antonio Sánchez Andrés, experto de la Universidad de Valencia en política económica de Rusia y China. "Ahora, si Lukoil estuviera de por medio, la correlación de fuerzas dentro de la Unión Europea se hubiera inclinado a favor de lo que está haciendo Alemania, que está al descubierto", añade.
A lo que se refiere Sánchez Andrés es a que el 55% del gas que consume Alemania procede de Rusia, lo que genera una dependencia brutal. Y hay casos más alarmantes, como en Finlandia, que depende al 100%. Esta situación hace que, a la hora de imponer sanciones contra los rusos, tengan que ser tibios en algunas materias -por ejemplo, no puedes excluir del sistema SWIFT al banco ruso al que tienes que pagar tu gas- y los hace más vulnerables a una subida de precios.
Aunque todo lo que afecte a Europa acaba repercutiendo en España, como una especie de efecto mariposa geopolítico y económico, lo cierto es que nuestro país se encuentra en una situación mejor que otros más dependientes. Al menos en ese frente.
Mientras tanto, aquellos que intentaron que Repsol bailase al son de los compases dictados por el Kremlin, hoy viven unas horas muy bajas. Juan Carlos I ha recibido el varapalo de que parece ser que sí cometió delitos fiscales pero que no se pueden investigar -por prescripción o inviolabilidad-, lo que le ha llevado a establecer su residencia permanente en Abu Dabi a través de una carta a su hijo dictada por Zarzuela y Moncloa. Corinna rompió su relación por todo lo alto, dañando su imagen, y Allen Sanginés-Krause ha quedado como una especie de testaferro que le cubría sus gastos personales.
"No se llevaron las comisiones que se iban a llevar"
Y el último en discordia, Vaguit Alekpérov, el oligarca propietario de Lukoil, mira con preocupación las innumerables inversiones que tiene en España. Ya fue objeto de sanciones impuestas por Estados Unidos tras la anexión de Crimea en 2014, y actualmente está en la lista negra de cercados por la Unión Europea. Por eso su yate partió hace unos días del puerto de Barcelona en dirección a Montenegro y cada vez más cerca de su Rusia natal. La imagen de 70 metros de eslora huyendo es una metáfora perfecta de lo que pudo ser y ya no es.