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Nunca unas imágenes definieron tan bien -de forma tan documental y tan poética a la vez- la angustia, la violencia, la crueldad y el terror de la guerra como las filmadas por Sergei Eisenstein para El Acorazado Potemkin en las escaleras de Odesa (Ucrania). El pueblo que huye despavorido, presa del pánico, pisándose entre sí, de las fuerzas zaristas embrutecidas -que arremetían contra él por haber apoyado a los marineros insurgentes del buque, rebelados contra los jefes tiranos-. El pueblo que suplica piedad, sin éxito. El pueblo derramado en muerte por los escalones. Escondrijos estériles. Unas gafas rotas. Una ráfaga de sangre en la cara. Soldados sin rostro, como alienados. Propaganda y arte, por una vez todo en uno.
¿Qué tienen en común estos flashes con lo que se está viviendo en la actualidad en el mismo lugar, ante el ataque de las tropas rusas del zar Putin? Pues que fue ahí, en Odesa, en la revolución fallida de 1905, cuando se apuntaló el primer aviso del fin del zarismo, cuando se esbozaron los primeros síntomas de que Nicolás II acabaría cayendo en la sublevación triunfante de 1917, como puede que caiga Putin tras tocar este punto estratégico.
A pesar del dolor y del agravio, en 1905 el pueblo rozó la victoria y doce años después la conseguiría plenamente. Es la maldición de Odesa: la ciudad ya mítica donde empezó a resquebrajarse el gran imperio. Basta con que el presidente de Rusia eche un vistazo a la historia y huelga el presagio que dibujó la película. Odesa embrujada, como un núcleo de resistencia. Odesa y su venganza pausada. ¿Volverá a darse?
El Acorazado Potemkin
Eisenstein resumió con su obra los grandes conceptos. Si la zozobra tiene un símbolo, es el de una madre fusilada que al caer al suelo empuja el carrito de su bebé: va derrapando la criatura por los peldaños hacia el final, raudo, trágico e inevitable, sin que nadie pueda detenerlo. Si el terror tiene un símbolo, es el de esa otra madre indefensa pero fiera que clama ante los cosacos armados que la apuntan, dirigiéndose hacia ellos y llevando a su niño malherido en brazos. Pide que se detengan, sin éxito. Disparan de frente.
Tal es la reconcentrada intensidad de icono de esa obra maestra de Eisenstein -a la que llaman la mejor película de todos los tiempos, estrenada en 1925- que parece que realmente la ciudad ucraniana vivió esa masacre en esas mismas escaleras, y no fue así, o no exactamente, porque no hay pruebas de ello: la matanza existió en Odesa, la joya geográfica del Mar Negro, pero no se tiene constancia de que ocurriese en la legendaria escalera Potemkin. La bautizan también como la escalera del bulevar, la escalera Primorsky -es el nombre del bulevar donde desencadena-, la escalera gigante o la escalera de Richelieu -por la escultura del primer gobernador ruso de la ciudad, que preside el asunto mirando al mar-.
Más que una escalera, sus hechuras de leyenda suponen casi un juego maldito: diez descansillos y 192 escalones de historia con longitudes diferentes, lo que genera una ilusión óptica, porque si se mira desde abajo se ven los escalones y nunca los descansillos y si se hace desde arriba, pasa al contrario, lo que le da aparentemente otra forma diferente. Los recordamos en siete minutos fílmicos que se nos hicieron como siete siglos. Los homenajeó Coppola en El Padrino, Brian de Palma en Los intocables de Eliot Ness, Woody Allen en Bananas, Terry Gilliam en Brazil, Peter Segal en la tercera entrega de Agárralo como puedas, George Lucas en su última entrega de Star Wars. Hay mentiras artísticas que importan más que cualquier verdad.
No obstante, esos fotogramas nos vienen a la cabeza inexorablemente en el tiempo presente, mientras nos asolan las noticias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El presidente Zelenski ya ha asegurado por él mismo que las fuerzas rusas se están preparando concienzudamente para tomar Odesa. "Los rusos siempre han venido aquí. Será un crimen de guerra histórico", ha subrayado.
Una ciudad estratégica
La elección es estratégica, porque Odesa, además de representar el núcleo que une y separa a rusos y ucranianos, constituye el principal puerto ucraniano en el mar Negro, y si el ejército de Putin consigue hacerse con él, Ucrania se quedaría sin salida al mar -perdiendo, además, su vía clásica para exportar trigo o centeno: al ser el principal exportador para países como Siria o Somalia, el precio se duplicaría o triplicaría-.
Tampoco podría extraer recursos muy preciados de ese mismo mar, especialmente relevantes en una crisis como la actual. Puro ahogamiento económico. La ocupación también acabaría por facilitar el asalto a la capital, lo que significaría el episodio final y terrorífico de esta guerra.
Odesa es el ojito derecho de Putin: su conquista más codiciada, el gran emblema del asedio ruso. "Se trata de una ciudad extraordinariamente importante para la cultura rusa, la ucraniana y también la judía", cuenta a Porfolio | El Español el historiador, investigador y traductor de ruso y polaco José M. Faraldo, que ha vivido en Berlín, Moscú o Varsovia y ha publicado libros como Contra Hitler y Stalin (Alianza Editorial) o Las redes del terror. Las policías secretas comunistas y su legado (Galaxia Gutenberg).
"Si Putin conquista Odesa, todo el Mar Negro será suyo"
"Putin no va a soltar Odesa, no la puede dejar: es clave para él. Cuando la consiga, será… tristísimo", resopla, "porque significará no sólo que todo el Mar Negro será suyo, sino que supondrá un terrible golpe para la cultura de Ucrania, ya que es la tercera ciudad más importante del país y tiene una vida económica tremenda y una gran cantidad de simbología".
¿Odesa en ruinas?
Recuerda Faraldo que se trata de la ciudad "de la vida marinera, un poco canalla, como diríamos en España, y es también la puerta a Moldavia". Odesa con su imponente Teatro de Ópera y Ballet, con su Jardín de la Ciudad y su árbol del amor de bronce de 3 metros de altura, con su inusual casa de una pared construida por el arquitecto Klimov, con su catedral de la Transfiguración del Salvador -templo ortodoxo fundado en 1794-, con su Museo Literario, su Jardín de las Esculturas y su Sala Filarmónica. Con toda su majestuosidad, su energía y su belleza.
"Cuando conquiste Odesa la unirá con Transnistria, que es una provincia moldava que desde hace años está separada: las tropas rusas llevan ahí 30 años, así que ahora la usarán para unir toda esa parte a Rusia", esboza.
¿Qué posibilidades tiene Rusia de triunfar y tomar Odesa? "Todas, todas. La va a conquistar, pero en ruinas, claro. No es una ciudad sencilla de tomar. Además, Rusia ya no puede ocultar su grave pérdida de soldados, empiezan a reconocerlo ya hasta los propios medios rusos. Se publican listas de caídos que antes no aparecían. Pero todo será a costa de un bombardeo supongo que tremendo a buena parte de la ciudad para expulsar a la población. Habrá una limpieza étnica. Sustituirán a los que viven ahí por los que ellos quieran, pero después de la destrucción".
La operación más compleja
Es cierto que frente a Odesa, Rusia se enfrenta a su operación militar más compleja: los expertos señalan que tendrá que optar por un ataque anfibio de máxima precisión. Si un solo elemento falla, fallarán todos, como en un efecto dominó. Se aguardan desde grandes buques a escoltas, helicópteros, aviones, lanchas de desembarco, unidades menores auxiliares y hasta equipos de operaciones especiales. Los rusos tienen la ventaja de que conocen bien la zona, las mareas, los horarios y la mejor playa por la que asaltar.
"Controlar toda Ucrania sólo sería posible con un gigantesco genocidio que no creo que Putin sea capaz de cometer"
"Putin no se va a detener hasta que no consiga sus fines imperiales. Pongámonos en lo peor, que es que conquistara toda Ucrania y que fuera capaz de controlarla: esto no es sencillo, sólo podría lograrlo con un gigantesco genocidio que no creo que sea capaz de cometer", explica Faraldo. "Una cosa es la limpieza étnica como la está afrontando Putin ahora, utilizando a los corredores humanitarios para expulsar a la población y quedarse con el territorio. Otra cosa sería el genocidio. Confío en que no lleguemos a ese punto. Es evidente que lo siguiente va a ser Moldavia y de alguna manera, lo próximo, los Países Bálticos, que están en la OTAN".
Continúa: "No creo que haya intervención militar directa, pero sí desestabilización continua y absoluta. No podemos errar en ese sentido. Europa no puede permitir que caiga Ucrania".
Putin, ¿un nuevo zar?
¿En qué se parece Putin al zar Nicolás II? Responde el experto: "Las analogías históricas siempre son falsas, pero podríamos decir que Putin se inspira en esos zares que llevaron a Rusia a su punto álgido como imperio: se ve a sí mismo en esa continuidad histórica", desliza.
Faraldo define a Putin como "un personaje inteligente, no muy brillante, pero con un importante instinto político": "En un contexto distinto puede que hubiese sido capaz de hacer algo bueno por Rusia. En la primera legislatura lo intentó, pero cada vez se ha ido derivando más hacia una ideología un tanto paranoica. Siente que está rodeado, perseguido, y eso le ha llevado al mismo tiempo a acumular agravios y a reaccionar con violencia", sostiene.
"Putin está dando vueltas en círculos en su paranoia y cree que está siempre rodeado de enemigos, algo que le pasaba a Stalin también, pero eso no quiere decir que esté loco. Loco no está, pero no tiene una percepción clara del mundo real. Esto es algo que dijo la propia Angela Merkel después de hablar con él: que vivía en su propio mundo, y es así", mantiene.
"Putin se inspira en esos zares que llevaron a Rusia a su punto álgido como imperio: se ve a sí mismo en esa continuidad histórica"
El experto, a colación de la película, cree que es "un símbolo de la revolución fracasada, como fue la de 1905": "Lo que a mi juicio sería más simbólico de Odesa, teniendo en cuenta lo que puede pasar, o lo que creemos que puede pasar, es su estado tras la Segunda Guerra Mundial, cuando fue machacada, destruida, ocupada por los nazis y luego liberada. Nos acercamos más a ese escenario".
Si encuentra un icono hecho carne, eso sí, ese es Zelensky. "En poco tiempo ha sabido definir muy bien su posición a nivel estético, hasta en su forma de vestirse con camisas de militar, hasta hablando como ha hablado, con la idea de aguantar hasta el último momento. Zelensky es el símbolo más poderoso de la resistencia del pueblo ucraniano", considera.
Un símbolo preocupado por otro símbolo, como lo está el presidente de Ucrania por su Odesa, preciada reliquia del mar amenazado. Ahí la historia seguirá escribiéndose y comprobaremos de su resistencia y de su revancha poética. No sería la primera vez que su maldición se cierne sobre un hombre poderoso, ambicioso y despótico... ya se llame Nicolás II o Vladimir Putin.