“Solo una vez jugué con la verdad”, cuenta el fotoperiodista Don McCullin al explicar una de las imágenes de su exposición retrospectiva, actualmente en el Tate Britain. “Solo una vez moví objetos para sacar una foto”, agrega.
En el infierno de la Guerra de Vietnam, el mítico fotógrafo inglés vio a dos soldados estadounidenses arrancando souvenirs de un soldado norvietnamita que yacía muerto. Le robaron lo que tenía de valor, sacaron todas sus pertenencias, entre ellas las fotos de su hermana y de su madre, y las tiraron por el suelo. El soldado muerto no debía tener más de 18 o 19 años, y había sacrificado su vida. Era “un joven inocente luchando por la reunificación de su país”, dice el fotógrafo. “Yo estaba horrorizado, y los odié (a los norteamericanos)”. McCullin pensó que el soldado muerto debía contar su historia y que, como ya no podía hacerlo, él iba a ser su voz.
El lenguaje de McCullin no ha dejado de brillar desde que lo iniciara durante la Crisis del Canal de Suez en 1956. Su voz no ha dejado de sonar denunciando injusticias, mostrando la crueldad humana incluso allá donde fuera especialmente salvaje, como durante la guerra del Congo.
En sesenta años, solo una vez jugó con la verdad, y lo hizo para recalcar la vulnerabilidad de los vencidos, el dolor y la pérdida intrínseca a los asesinatos de guerra, las vidas truncadas y perdidas, el absurdo del festival de la muerte en que se convierten los conflictos bélicos.
Sir Donald McCullin, dueño de todos los honores, autor de numerosos libros y documentales, arriesgó su vida en incontables ocasiones, y siempre se esforzó al máximo por conservarla para, precisamente, poder seguir haciéndolo.
Todas las vidas valen lo mismo, pero no todos están dispuestos a asumir los riesgos que conlleva vivirla hasta sus últimas consecuencias. Quienes lo hacen, asumiendo como McCullin metralla y cicatrices físicas en el cuerpo y dolores infinitos en la conciencia, constituyen un valor único para el progreso de la humanidad. Homenajearlos resulta imprescindible; no tanto para ellos como para sus historias. Para darle, una vez más, voz al soldado norvietnamita.
La exposición del Tate, abierta hasta el 6 de mayo, permite viajar a las peores tragedias, como las que arrasaron Camboya, Beirut o Bangladesh, de la mano, o el ojo, de tal vez el más brillante fotoperiodista vivo. Uno que puso en juego su vida muchas veces, pero que jugó con la verdad una sola vez en 60 años de carrera.