Atienden a los nombres de Salvia Ferrer Boullosa y Óscar Mora. No son peligrosos, pero sí se muestran muy capaces de empuñar, con sus iPhones conectados, el arma automática de destrucción masiva más poderosa del mundo: la imaginación. Su facilidad para proyectar ideas disparatadas los lleva cada año a rebuscar trozos de playa virgen bajo los adoquines del barrio del Carmen, en el casco antiguo de Valencia. Su intención es realquilarlos a buen precio.
Podéis verlos estos días pulular ajetreados entre callejuelas, grafitis y escaparates tuneados, dentro de un bucle de incesante y disparatada actividad. Apagan incendios en conversaciones surrealistas y vigilan para que todo el desorden esté dentro de un orden.
Pelean a la contra para sacar adelante su encomiable empresa: Intramurs.
Resulta más que probable que vayan acompañados de Carlos Llavata, artista local hiperactivo con más performances tras sus espaldas que todos los marines capturados por el Vietcong. Llavata, como si fuera como un Quijote posmoderno en vez de uno de los mejores artistas visuales plásticos de nuestro país, viaja por todos los rincones del barrio a lomos de su inseparable y aparatosa bicicleta. Circula de un lado para otro, atento para que cada artista tenga el espacio y las herramientas que se merece.
La base de operaciones de este equipo A (con A de Artístico) se encuentra en una céntrica oficina, repleta de festivos maniquíes que duermen por los rincones como si fueran princesas muertas, bullente de actividad. Intramurs vuelve a ser el eterno sueño cumplido por un ejército de voluntarios que solo cree en la justicia poética.
Del caloret al calorart. Sin solución de continuidad. En lo que santa-rita-rita-lo-que-se-da-no-se-quita. Afortunadamente, queda gente así. Superhéroes de barrio dispuestos a mancharse las manos y el alma para demostrar al mundo que es posible otra forma de afrontar lo cultural en España, ajena al mamoneo administrativo o al IVA desproporcionado.
La han vuelto a liar parda. Un total de 400 artistas, grafiteros y poetas están asaltando los cielos, escenarios, aceras y fachadas de Ciutat Vella. Abel Azcona, Carles Santos, Pere Noguera, Ramón Churruca, Carlos Salem, Escandar Algeet, Ángel Guinda, Isla Correyero, Manuel Moya, Juan Carlos Mestre y otros muchos desfilan este año en un festival urbano que nada tiene en común con esa Valencia polifallera que incumple rituales con extra de fervor pagano o en la que los niñatos lanzan botellas al césped de Mestalla con la intención de tumbar a cinco jugadores contrarios como si fuesen bolos. Hay otra Valencia. Y es real.