La ultraderecha fundada por un nazi gana en Austria para convertir al país en "fortaleza contra la inmigración"
El FPÖ de Herbert Kickl logra casi un 30% de los votos aunque no es probable que forme gobierno ante las dificultades para encontrar socios a su discurso xenófobo.
30 septiembre, 2024 02:55Los grupos ultras, euroescépticos y prorrusos apenas representaban un 8,7% de los diputados en la Unión Europea. La cifra creció al 11,8% en 2011, al 15,7% en 2014 y al 18% en 2019. En las últimas elecciones, las del pasado 9 de junio, tales formaciones alcanzaron un 25% del voto. Es decir, uno de cada cuatro europarlamentarios. Todo ello, unido a los resultados en las últimas elecciones de Francia o Alemania, viene a demostrar que la ultraderecha está creciendo en Europa. Lenta, pero segura. Y ahí está el éxito del partido de Herbert Kickl en Austria como último aviso a navegantes.
Acusado de "alta traición al pueblo austríaco" en el Anschluss de 1938, integrante de las SS con el número de miembro 292.775 y prisionero de guerra en Rusia durante dos años en la Primera Guerra Mundial, Anton Reinthaller se convirtió en el primer líder del FPÖ después de abandonar una cárcel estadounidense en Alemania en 1950.
El Partido de la Libertad -su traducción al castellano- aunaba entonces en una sola formación a antiguos nazis sin derecho a voto en las primeras generales tras la Segunda Guerra Mundial y a antiguos nacionalistas partidarios de una Gran Alemania. Y en cierto modo, la formación que este domingo ganó las generales en Austria no se distancia demasiado de sus orígenes.
Partidario de convertir al país en una "fortaleza", de un control migratorio estricto, ultranacionalista, euroescéptico y, en gran medida, prorruso, el FPÖ se convirtió este domingo en el partido más votado en Austria, con una ventaja de algo más de tres puntos sobre el partido popular (ÖVP) y unos nueve puntos sobre los socialdemócratas (SPÖ). Más allá quedan el partido liberal Neos (8,8%) y Los Verdes (8,7%).
Ibizagate
Alpinista y maratoniano, Herber Kickl es, por encima de todo, un hombre del partido. Después de abandonar dos carreras diferentes en la Universidad de Viena, en 1995 se metió de lleno en las entrañas del partido, primero en la academia y después en el área de estrategia y contenido de campaña. Un fontanero en toda regla que se convirtió en ideólogo del FPÖ y autor de los incendiarios discursos del conocido Jörg Haider a principios de los años 2000.
Secretario general del partido entre 2005 y 2018 y considerado por muchos otros como "el político más maleducado" de Francia, probablemente no habría llegado a liderar el partido de no ser por el conocido Ibiza-Affäre.
En mayo de 2019 salió a la luz un vídeo grabado en secreto en Ibiza dos años antes en el que Heinz-Christian Strache, hasta entonces vicecanciller austriaco y líder del FPÖ y Johann Gudenus, su segundo en el partido, conversaban con una mujer que se hacía pasar por Alyona Makarova, sobrina del empresario ruso Igor Makarov. En su charla, ambos políticos ofrecían contratos públicos a la supuesta empresaria de medios de comunicación a cambio de una cobertura mediática positiva para el partido.
"Volkskanzler"
Karl Nehammer, líder del Partido Popular Austríaco, le ha definido como "un peligro para la seguridad del país" tanto por su ideología como por referirse a sí mismo como 'Volkskanzler'. Así, como "Canciller del Pueblo", es exactamente como Adolf Hitler se autodefinía en sus discursos de los primeros años 30. Sus similitudes, sin embargo, no terminan ahí.
Kickl ha aprovechado el descontento generalizado por la inflación y la guerra de Ucrania para auparse al poder, aunque, sin duda, el punto fuerte de su programa es la inmigración.
Copiando a Donald Trump, el programa del partido se titula "Austria Primero" y su lema, para no dejar espacio a la duda, es "Austria, fortaleza de la libertad". Sus principales promesas durante la campaña han sido desde recortar las prestaciones sociales para los inmigrantes irregulares y los solicitantes de asilo, bloquear las posibilidades de reunificación familiar incluso para los inmigrantes que ya están en Austria y promover una política de "remigración".
El FPÖ, de hecho, ha dejado muy claro que sólo está dispuesto a aceptar "inmigrantes legales y legítimos que ya estén integrados, hablen el idioma alemán [y] reconozcan plenamente nuestros valores y leyes". Sólo esas personas, cree el partido, deberían tener derecho a permanecer en el país y obtener la ciudadanía. Además, el partido ultra también promete deportar a "extranjeros condenados por un delito en Austria".
La inmigración ilegal es, sin duda alguna, el mayor problema para los austriacos. Es más, los últimos estudios demoscópicos la sitúan como la principal preocupación de los ciudadanos, que en los últimos años han contemplado como las solicitudes de asilo -de sirios y afganos principalmente- superaban las 400.000, mientras que al país también han llegado 120.000 ucranianos que huyen de la guerra con Rusia.
Ascenso ultra
Austria se enfrenta ahora a las dificultades de conformar un gobierno en el que los populares austriacos serían los únicos dispuesto a pactar con la lista más votada, aunque Nehammer, su líder y hasta ahora primer ministro del país, ya ha señalado que únicamente pactarán si Kickl se echa a un lado. Es más, Alexander Van der Bellen, presidente del país y miembro de Los Verdes, ha añadido un nuevo elemento a la ecuación pues tiene la potestad de encargar la formación de gobierno al candidato que más opciones tenga de conseguirlo y no necesariamente al más votado y ya ha expresado su intención de evitar hacerlo con Kickl a toda costa.
Más allá de que Kickl llegue o no a la cancillería, el ascenso ultra es inevitable a día de hoy tanto en Austria como en el resto de Europa. De hecho, si Kickl gobernase convertiría a Austria en el séptimo país de la Unión Europea con un gobierno total o parcialmente integrado por la ultraderecha.
En Hungría Viktor Orban gobierna con poder absoluto -y nunca mejor dicho- mientras que en Italia Giorgia Meloni lo hace en coalición, pero con los partidos del difunto Silvio Berlusconi y con los también ultras de la formación de Matteo Salvini. Además, Croacia, Eslovaquia y Finlandia tienen ejecutivos de coalición y tanto en Países Bajos como en Suecia el gobierno se sostiene con el apoyo externo de los ultras.
Todo lo anterior no puede desligarse de las últimas elecciones regionales en Alemania, donde la AfD ha conseguido la victoria en Turingia y quedó segunda tanto en Sajonia como en Brandeburgo. Tampoco se pueden olvidar los últimos comicios franceses, donde la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, aunque no confirmó las expectativas generadas durante la campaña, terminó en tercera posición y ha obligado a Emmanuel Macron a conformar un gobierno con un premier de su agrado. Y, obviamente, las últimas elecciones al Parlamento Europeo son las que más sorpresa han causado con ese 25% de europarlamentarios que convierten a la Eurocámara en las más derechizada de su historia.