El presidente de Ucrania, Zelenski, recuerda a las víctimas de la Revolución de la Dignidad en Kiev.

El presidente de Ucrania, Zelenski, recuerda a las víctimas de la Revolución de la Dignidad en Kiev. Reuters

Europa

Zelenski pide una respuesta a la "grave" escalada del "demente" Putin y la OTAN convoca una reunión urgente con Ucrania

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Siguen las reacciones al lanzamiento del nuevo misil hipersónico ruso Oreshnik sobre las inmediaciones de la ciudad ucraniana de Dnipropetrovsk. Mientras el Kremlin publicaba un vídeo de Putin rodeado de sus altos mandos militares y glosando las virtudes de su nueva arma –"puede llegar a cualquier punto de Europa y ningún sistema antiaéreo actual o en preparación sería capaz de detenerlo", afirma en la grabación el general Karakayev, jefe de la unidad de misiles-, el presidente Zelenski pedía a sus aliados occidentales mayor contundencia ante la "gravísima escalada" del conflicto.

Como señala el Institute for the Study of the War, hay algo artificial en toda esta lucha retórica, lo que, tal vez, la hace aún más peligrosa. Ucrania ya había atacado anteriormente Crimea y Belgorod con misiles británicos y estadounidenses, así como posiciones rusas en las cuatro provincias que Putin se anexionó unilateralmente en septiembre de 2022. En rigor, desde una perspectiva rusa, esa línea roja ante la que enfurece ahora el Kremlin ya se había cruzado hace tiempo. Del mismo modo, Rusia lleva casi desde el inicio de la guerra bombardeando Ucrania con misiles con capacidad nuclear. No hay en rigor nada nuevo, más allá de las palabras que acompañan a los hechos.

Así, la facilidad con la que Putin insinúa que ese misil en concreto podría, si lo desea, hacer desaparecer Europa occidental es ciertamente inquietante… al menos para aquellos que no vivimos la amenaza continua del bloque soviético durante la Guerra Fría.

También inquieta la ausencia de lógica de toda su argumentación y la obsesión casi religiosa por llevar a cabo con éxito su misión en Ucrania -una obsesión “teológica”, como la definió en 2022 la administración Biden-, puesto que es complicado medir hasta dónde se le puede arrinconar sin que decida aguijonearse y, de paso, aguijonear al resto del mundo.

De la diplomacia de Scholz a la firmeza británica

Zelenski resumió todo esto en un solo adjetivo: "demente". En sus redes sociales, el presidente ucraniano advirtió a sus socios occidentales de que habían respondido con demasiada tibieza al bombardeo de Dnipropetrovsk, a la vez que pidió actos más contundentes que demuestren a Putin que realmente está jugando con fuego.

Hay algo impostado también en la retórica del presidente, por supuesto, pues él sabe tan bien como cualquiera que, en sí, el lanzamiento del Oreshnik no cambia nada, pero es una impostación lógica: Ucrania lleva casi tres años luchando por su libertad y se enfrenta ahora a un cierto derrotismo por parte de sus aliados. Necesita revitalizar su empuje como sea.

El presidente ruso, Vladimir Putin, este viernes en una reunión con la cúpula del Ministerio de Defensa, representantes de la industria de defensa y desarrolladores de sistemas de misiles.

El presidente ruso, Vladimir Putin, este viernes en una reunión con la cúpula del Ministerio de Defensa, representantes de la industria de defensa y desarrolladores de sistemas de misiles. Reuters

Sigue percibiéndose en la vieja Europa dos almas bien distintas. Una podría estar representada por el alemán Olaf Scholz, cuya publicitada llamada a Putin la semana pasada nadie alcanzó a entender. De hecho, fue respondida por uno de los mayores bombardeos sobre objetivos militares y civiles por parte de Rusia sobre Ucrania. La otra, más firme, tiene a Reino Unido y a Francia como máximos exponentes. Macron ya dejó claro en su momento que ni Putin ni nadie le iba a decir a Francia -una potencia nuclear- a quién ayudaba militarmente y a quién no.

En cuanto a Reino Unido, el compromiso de Keir Starmer puede que no sea tan vocal como el de su antecesor, Boris Johnson, pero no parece que vaya a permitir que su país -también potencia nuclear y objetivo señalado frecuentemente por los propagandistas rusos- ceda a los deseos de un abusón de patio de colegio. Sin ir más lejos, la CNN recogía este viernes las palabras de un alto oficial del ejército británico en las que aseguraba que su país estaba dispuesto a enfrentarse a Rusia "esta misma noche" en caso de que Putin decidiera invadir otro país de su entorno.

Un ojo en los misiles y el otro en el frente

Ambas sensibilidades tendrán la necesidad de llegar a un acuerdo en el marco de la OTAN el próximo martes, en una reunión extraordinaria con el gobierno de Kiev para buscar una respuesta coordinada a la escalada rusa. En medio, quedará Estados Unidos, que, ahora mismo, no sabemos bien hacia dónde va a dirigir su política exterior. El giro de Biden del pasado domingo fue totalmente inesperado teniendo en cuenta que llevaba dos años y medio negando a Ucrania el permiso de bombardear territorio ruso, con la mencionada salvedad de Crimea -cuya anexión Estados Unidos no reconoce- y el sur de Belgorod para proteger Járkov.

El hecho de que dicha decisión llegara después de una reunión con Donald Trump invita a pensar que fue el propio presidente electo el que le animó a hacer ese movimiento. La Casa Blanca aseguró el pasado jueves que, pese a todas las bravuconadas de Moscú, no se ha advertido ninguna señal de que Rusia esté contemplando el uso de armas nucleares. Cuando sí se lo planteó, en otoño de 2022, tanto la inteligencia estadounidense como la ucraniana se adelantaron a la maniobra y Biden pudo presionar a Putin y hacerle desistir de tal locura.

Por ello, es de imaginar que, en la muy necesaria reunión del martes, la delegación estadounidense explicará qué hablaron exactamente ambos presidentes, avisará a sus socios europeos de qué les cabe esperar bajo una administración Trump y, asimismo, pondrá sobre aviso a Ucrania para que tome sus propias decisiones. El problema, ahora mismo, para Zelenski no es solo el hecho de que Rusia ande probando nuevos misiles, sino lo que desde Londres llaman "el momento más inestable del frente desde el inicio de la guerra".

Y es que los avances rusos son cada vez mayores aunque sea a expensas de un mayor gasto de vidas y armas. Putin no quiere negociar en una mesa lo que pueda conseguir por las bravas y si eso implica deberle un favor a Kim Jong-Un, que así sea. Lo que todos tienen claro es que esto no puede durar mucho más. La guerra en Ucrania ya se ha prolongado el mismo tiempo que la guerra civil en España. Ambos bandos están exhaustos y en el agotamiento se cometen errores fatales. Tarea será de la OTAN y de los aliados de Rusia poner un poco de entendimiento y cordura en una situación que se está saliendo de los raíles peligrosamente.