El pasado 28 de junio la Comisión Europea ha publicado la Propuesta de Reglamento Europeo del Euro Digital con el fin de establecer el marco de un posible nuevo formato digital del euro que el Banco Central Europeo podría emitir en el futuro, como complemento del efectivo, cuyo uso está en declive desde hace unos años.
El Euro Digital no es otra cosa que una moneda digital, un activo público con validez en el territorio de la Unión Europea y respaldada (en caso de que sea finalmente aprobado) por el Banco Central Europeo cuyo Consejo deberá aprobarlo antes de que termine el ejercicio en curso. En la práctica funcionaría como una cartera digital (un wallet para los más modernos) que permitiría hacer pagos en línea e incluso fuera de ella y que permite en cualquier momento y cualquier lugar convertirlo en un euro físico en formato billete o moneda de curso legal. No requeriría tener una cuenta corriente. No es una nueva divisa ni una criptomoneda.
La realidad es que la tendencia a realizar cada vez más los pagos digitalmente, utilizando tarjetas y aplicaciones emitidas por bancos y otras empresas digitales y financieras máxime a partir de la pandemia de COVID-19, junto con la presión de otros estados que también están trabajando en sus monedas digitales (fundamentalmente el yuan y el dólar digitales), ha tenido como consecuencia que las autoridades de la Unión Europea hayan decidido acelerar el proceso de puesta en marcha del Euro Digital.
El objetivo de la norma es básicamente definir el estatus legal de su emisión, su distribución, su uso y los aspectos técnicos esenciales. El Banco Central Europeo podrá establecer un límite total de euros digitales por persona, lo cual puede entenderse como un mecanismo de protección y garantía de mantenimiento de la estabilidad financiera en la Unión o también como un medio de susbsistencia de las entidades financieras ante la incertidumbre de perder el control actual que tienen sobre el dinero.
Su uso será exigible a todos los comerciantes de la Unión excepto aquellos que por su tamaño (menos de 10 trabajadores, 2 millones de facturación, organizaciones sin ánimo de lucro…) opten por no aceptarlos por el coste que les supondría la infraestructura necesaria para poder operar con dicha moneda y supondrá un impulso a la innovación dando la oportunidad a las entidades financieras a ofrecer soluciones novedosas a sus clientes basadas en nuevas tecnologías generando nuevas oportunidades y modelos de negocio.
Lo cierto es que teniendo en cuenta las implicaciones que tendrá en el mercado financiero global y los tiempos propios del proceso legislativo en el marco de la Unión Europea, no se espera que esté en curso antes de 2025, puesto que por rápido que pudiera a ser el proceso hasta su aprobación definitiva requerirá también un plazo de adaptación para instituciones, empresas y ciudadanos por lo que no se espera que sea algo inminente salvo que las amenazas monetarias de otros países acaben acelerando el proceso.
La tecnología cada vez más se configura como elemento transformador de la sociedad actual en la que vivimos. Váyanse despidiendo del efectivo porque si finalmente se aprueba el Euro Digital – y tiene toda la pinta - dentro de unos años su uso será residual.