En diciembre del año pasado el Gobierno Regional compró la colección de cerámica Vicente Carranza, después de haber estado depositada como préstamo en el Museo de Santa Cruz de Toledo durante veinte años.
La colección Vicente Carranza era sin ningún lugar a dudas la mejor colección privada de cerámica. Son casi quinientas piezas procedentes de los alfares de Manises, Paterna, Sevilla y Talavera que abarcan las principales tipologías cerámicas de estos centros de producción entre los siglos XIV y XIX. No había ninguna duda, cuando hace más de veinte años se dio la posibilidad de pasar al patrimonio público que la colección merecía la pena.
En estos veinte años de préstamo y depósito en el Museo de Santa Cruz, la colección no ha hecho otra cosa que revalorizarse. Las diferentes exposiciones realizadas con sus fondos, la catalogación, mantenimiento y restauración por el personal especializado que ha estado a su cargo, han supuesto una indudable aportación de valor extra a una colección que ya por sí misma lo tenía.
Y esa revalorización realizada con medios públicos a lo largo de estas dos décadas no podía acabar de otra manera que con la adquisición por parte de la Junta de Comunidades para nutrir los fondos de sus museos y enriquecer el patrimonio de todos. Un primer acierto que hay que reconocer.
Pero desde el primer momento en que apareció la colección en el horizonte, ha habido un tema que ha resultado polémico. El propietario, don Vicente Carranza, consideraba condición determinante en cualquier acuerdo de préstamo, cesión o posible venta, que el lugar adecuado para su ubicación definitiva era el Museo de Santa Cruz de Toledo. Sus razones tenían que ver con el prestigio indudable de la institución que albergaría la colección y el que el número de visitantes en Toledo le otorgaba una proyección que supuestamente no tendría en cualquier otro lugar.
Como es lógico, desde Talavera se argumentó que el lugar natural de una colección de cerámica era su Museo Nacional de Cerámica Ruiz de Luna, algo, que es verdad, pocos políticos fueron los que se atrevieron a contradecir, aunque consideraban que la condición impuesta por don Vicente Carranza lo hacía inviable. Esa era la posición unánime de la ciudad y lo ha seguido siendo.
Afortunadamente hay cosas que el tiempo pone en su sitio y la adquisición el año pasado de la colección ha hecho posible que se repare una situación de esas que ha estado permanentemente sintiéndose como un agravio en Talavera.
El presidente García-Page anunció en el debate sobre el estado de la región que después de una muestra itinerante por la región, la colección Carranza acabará permanentemente en el Museo Ruiz de Luna de Talavera y no hay otra que celebrar la noticia. De la mejor manera de exponer y custodiar la colección habrá que hablar más adelante pues hay muchas decisiones importantes que tomar en la reorganización de su futura sede. Pero eso es otra cosa.