El escritor Rafael Argullol y el cineasta Albert Serra. Foto: Acantilado, Óscar Fernández Orego.

El escritor Rafael Argullol y el cineasta Albert Serra. Foto: Acantilado, Óscar Fernández Orego.

Jardines colgantes

¿Por qué es importante la cultura?

Estamos desnudos, porque hemos cedido a las máquinas la memoria y la concentración. Hay que parar y reencontrarse con el silencio.

19 marzo, 2024 01:33

La pregunta se la plantea Rafael Argullol. “¿Por qué es importante la cultura, que es lo que en una sociedad ignorante habría que remarcar? No por erudición o por información. La cultura es importante porque te multiplica las capas de vida, te hace ver cosas desde distintas miradas, te hace más rico”.

Entrevistado por Ana Rosa Gómez Rosal (Jot Down), el también profesor muestra su preocupación porque, “al haber cedido a las máquinas nuestra capacidad de memoria y de concentración, pues estamos desnudos [...] Se juntan el teléfono móvil e internet, que son dos armas muy interesantes y muy potentes, pero cuya fusión tiene algo de mefistofélico”.

Patricio Pron opina que “de inventar nuevas y mejores formas de leer depende la posibilidad de demorar la emergencia de la sociedad posilustrada y posdemocrática a la que nos conducen las tecnologías disruptivas”. El desafío —escribe el autor argentino en Revista de Libros— está en que [...] los alumnos ya viven parcialmente en esa sociedad, que además es posliteraria en su concepción, o falta de ella, de para qué serviría la literatura. Pero es un reto que vale la pena aceptar”.

“La cultura es importante porque te hace ver cosas desde distintas miradas”, Rafael Argullol

Precisamente, “en este momento más que nunca, callar, parar, observar, escuchar es sano”, sostiene Pedro Bravo, que ha publicado ¡Silencio!. “Ahora somos miles de millones de yoes incapaces de escuchar y tratando de sobresalir unos por encima de otros declara a Aitor Martín (El País)—. No solo da miedo, además es aburridísimo. Hoy uno tiene la sensación de no ser entendido, de ir a contracorriente, de estar molestando precisamente por estar callado”.

Un asunto recurrente entre los escritores es hasta qué punto la literatura y la vida son una misma cosa. Santiago Wills (Cuadernos Hispanoamericanos) plantea la cuestión a Margarita García Robayo. “Me resisto a pensar que la literatura es la vida. Claramente, corren por rieles distintos –responde la escritora, que ha publicado El afuera–. La vida es la vida y la literatura es otra cosa, pero me cuesta, cómo decirlo, descontaminar mi vida de la literatura [...] Mi experiencia, mi entorno, todo lo que me rodea, es material para la literatura”.

Ania Otaola Allende (Pikara Magazine) comenta a Berta García Faet que se empieza a hablar de una saturación de escritoras que escriben sobre ellas mismas y siempre acerca de los mismos relatos. “Hay una cierta ‘dictadura del tema’ —admite la poeta que acaba de publicar el ensayo El arte de encender las palabras—. Hay editoriales y escritoras oportunistas que se han lanzado a publicar libros que tienen que ver con las reivindicaciones y reflexiones feministas que, literariamente, me parece que tienen poco valor. Esto, por favor, entiéndase que lo digo como lectora y no como escritora”.

“El cine político reivindicativo tiene un efecto nulo en ese pretendido objetivo infantil de concienciación”, Albert Serra

La escritora argentina Mariana Enríquez cuenta a Cecilia Casero (Vogue) que en su último libro, Un lugar soleado para gente sombría, le interesaba “abordar la violencia contra la mujer, pero estoy un poco cansada de muchos de los textos que aparecen sobre el tema”. Entonces ha creado un cuento, Diferentes colores hechos de lágrimas, en el que no muere nadie. “Es la fantasía de ese hombre que se recrea sobre los cuerpos de ellas, pero después quedan sanas. Es decir, no hay ninguna mujer muerta. Lo que hay es la corporeización de la fantasía violenta de él. Cuando lo escribí quería que al leerlo te causara la misma sensación como si pasara en realidad. O sea, quitarle el morbo, no por una cuestión moral, sino para probar que se puede hablar de ello sin destripar a una mujer, porque esto va más allá”.

P. S. El director Albert Serra, que ha formado parte del jurado del reciente Festival de Berlín, reflexiona ante Javier Zurro (elDiario.es) sobre el cine político. “Hay mucha tradición aquí, en Berlín, de cine político reivindicativo y a mí es un tema que no me interesa para nada. Es que además me parece inútil, tiene un efecto nulo en ese pretendido objetivo infantil de concienciación. Las películas más preocupadas por el contenido político suelen ser en general las películas con un tratamiento más académico y formalmente más adocenado. Yo he seguido otras tradiciones. Para que una cosa sea políticamente subversiva siempre tiene que pasar por una forma subversiva, jamás por un tratamiento académico, porque te tratarán como a un niño”. 

Retrato de Blaise Pascal (c.1690)

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