¿Para qué sirve el arte?
Sufrimos la esclavitud del retorno inmediato. Aunque para algunos haya que ser un activista de la verdad, debemos entender que el adversario también puede tener razón
El escultor Jaume Plensa habla de “la inutilidad del arte, porque estamos en un momento de la historia en el que todas las cosas han de tener un retorno positivo inmediato”. Explica en una entrevista con Pilar Gómez (El Confidencial) que “si un artista hace un cuadro, una sinfonía, una escultura, eso no sirve para nada más que para el puro existir y para alimentar esta vida interior tan intensa que no nos habían contado que teníamos”.
Cuenta el artista que, en una estancia reciente en Madrid, pasaba por la plaza de Colón cada día y le encantaba volver a ver a Julia, su escultura. “Parece que se ha convertido en algo así como su mascarón de proa. Parece que la plaza tenga una dirección ahora, una dinámica. Esto en música, en poesía, en pintura me parece fundamental. Que una cosa que pensamos es inútil se haga imprescindible en nuestras vidas. Por eso el arte es tan necesario”.
Una idea muy diferente tiene Santiago Lorenzo, autor de Tostonazo, quien asegura a Luis Benvenuty (La Vanguardia) que no quiere “generar nada en el lector”. Y lo aclara. “¡Escribir es más un fin que un medio! Escribir es una pasión, un hobby íntimo…”
Jerzy Skolimowski: “Por desgracia, creo que nos vamos al garete”
Claro que, como bien dice Joyce Carol Oates a Ana Fernández Abad (Smoda), “no existe una única regla para el arte”. “Se cuentan historias desde la antigüedad –dice–. Algunas buscan cambiar la sociedad, otras reflejarla. Algunas son íntimas y confesionales, otras son entretenidas”. Por cierto, ¿le habrá gustado la película Blonde, basada en su novela? “La ficción en prosa –responde– es totalmente diferente del cine. El tono de mi novela es profundamente irónico, pero ‘negramente humorístico’, y ese no es el tono de la película”.
El escritor y periodista Juan Villoro tiene clara la utilidad de la escritura. Le dice a Gumersindo Lafuente (elDiario.es) que “necesitamos concienciar al lector para que se vuelva activista de la verdad, me parece que es una tarea cultural muy importante que debemos hacer desde el periodismo. Por otra parte, también la defensa de la verdad sirve a fines muy precisos. El periodista debe muchas veces publicar cosas en las que él, en lo personal, no cree, o que están en contra de su agenda. Y debe tener una capacidad de entender que los demás, los otros, incluso los posibles adversarios, también tienen razón”.
Vivian Gornick, una de las grandes del periodismo y del nuevo ensayismo, aunque ella prefiere llamarlo “narrativa personal”, lleva tan lejos su activismo que confiesa a Elena Pita (Abril) que siempre ha deseado “ser una mujer negra en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial. Ser una joven profesional negra en aquellos años, luchando por ser independiente, se me antoja fascinante. En una sociedad civil todavía desarmada”.
Jaume Plensa: “El arte no sirve para nada más que para el puro existir”
La autora de bestsellers Paula Hawkins no se plantea metas tan altas. “Creo que hay algunos lectores que quieren leer sobre lo que está pasando, pero también hay otros que quieren leer algo distinto –cuenta a Víctor Fernández (La Razón)–, quieren ir hacia escenarios literarios más tradicionales. Tal vez les genere más calma leer sobre una casa encantada que enfrentarse a guerras o al cambio climático. No escribiría sobre eso”.
En otro orden de cosas, ha causado extrañeza que el Premio Herralde de Novela haya quedado desierto por primera vez en su historia. Juan Soto Ivars incluso se pregunta en su Trinchera Cultural si será que “los mejores libros de esta convocatoria, a nivel literario, los habían escrito autores demasiado fachas para pasar el corte”. Y recuerda que “en el catálogo de Anagrama hay grandiosos autores de derechas, diga lo que diga el editor. Empezando por Knut Hamsun”.
P. S. El veterano director polaco Jerzy Skolimowski augura el fin del mundo en una entrevista con Gregorio Belinchón (El País). “He sobrevivido al nazismo y al comunismo –relata–, y nunca he sido tan pesimista como ahora, jamás había llegado a pensar que no hay salida para el ser humano, y no solo en lo que se refiere al futuro de Europa (...) Pero incluso cuando sufrimos la Guerra Fría había varios bandos y gente luchando por alcanzar compromisos políticos y sociales; hoy cada uno va a lo suyo, con una estrechez de miras que me hacen ser absolutamente pesimista (...) Por desgracia, creo que nos vamos al garete”.