Soy Charlotte Simmons
Tom Wolfe
7 abril, 2005 02:00Tom Wolfe. Foto: Jim Cooper
La universitaria vida académica resulta ser una fuente inagotable de motivos y argumentos narrativos -y desde luego que no sorprende a quienes conocemos de primera mano su dinámica.Los británicos, con firmas como Lodge o Bradbury, incluso han llegado a constituir un subgénero con el apelativo de "campus". También en Estados Unidos el mundo académico ha sido referente argumental de buen número de obras; la más reciente de ellas, Soy Charlotte Simmons, representará, sospecho, el paradigma de la "campus novel" en la narrativa norteamericana. Y si ello es así no será debido a la calidad de la obra ni por su incisiva aproximación al mundo de los jóvenes universitarios, pues queda bastante lejos de la trasgresora Menos que cero de Bret Easton Ellis. El verdadero motivo se encuentra en Wolfe, un moderno rey Midas de las letras que convierte en dólares cada palabra que escribe.
No se interprete tal observación como una valoración necesariamente negativa, pues es una de las más lícitas aspiraciones de cualquier autor de literatura de consumo. Y literatura de consumo era la de Dickens en el XIX. No traigo a Dickens a colación sólo por el aspecto mercantilista, sino porque sospecho que la "ambición" artística de Wolfe es convertirse en un Dickens moderno. El "Nuevo Periodismo" ha derivado en su pluma desde aquella temprana y apasionante Ponche de ácido lisérgico hasta una suerte de "realismo posmodernista" que encontraría sus formas y motivos en la novela decimonónica inglesa y francesa. Pero las comparaciones son odiosas, así que sigamos con el periodismo.
En alguna ocasión he escuchado que para un periodista la noticia impactante es que una persona muerda a un perro, y ésa es la máxima que Wolfe parece aplicar en esta novela. Nada tiene de particular que una joven aplicada con un expediente de sobresaliente sea becada por una universidad de prestigio y termine por obtener un doctorado; lo sorprendente es que la experiencia universitaria se convierta en un descenso a los infiernos, y que la jovencita se vea atrapada en un mundo dominado por las drogas el sexo y el alcohol del que resulta, pese a las últimas páginas, casi imposible salir. No se trata de una evolución, sino de una involución, pues Charlotte Simmons, en referencia al título, termina por desconocer quién es.
El planteamiento no resulta novedoso en Wolfe -la única novedad es que por primera vez toma como protagonista a una mujer- pues resulta similar al ya conocido en La hoguera de las vanidades. Como en su popular Hoguera tensa Wolfe el argumento hasta el límite; el problema en Soy Charlotte Simmons es que la cuerda termina por romperse... Charlotte es representada como una joven pueblerina que de la noche a la mañana se encuentra viviendo en una universidad de élite, la ficticia Universidad de Dupont. Todo su capital es 500 dólares para el semestre y tiene que convivir con anoréxicas hijas de millonarios y hedonistas muchachos cuya única preocupación parece ser la de añadir una nueva muesca al cabecero de su cama. Resultaría injusto negar el fundamento real de la argumentación de Wolfe, especialmente al referirse a las "fraternidades", pero abusa hasta el extremo de convertirlo en algo que, por grotesco, resulta ficticio. La propia protagonista resulta ser el más claro ejemplo; por su desconocimiento del mundo moderno occidental, Charlotte no parece salida de un aislado pueblecito de Carolina del Norte, sino de Tombuctú. Una pregunta me asaltó al concluir la lectura de esas novecientas páginas, ¿tendrán ya decidido quien interpretará a Charlotte Simmons?