Image: Los malos

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Ensayo

Los malos

Edición de Leila Guerriero

17 julio, 2015 02:00

Leila Guerriero

Universidad Diego Portales, 2015. 555 páginas, 20€

Borges "homenajeó" en ese libro sublime que es Historia Universal de la Infamia a los peores seres humanos. Muchos años después, Bolaño hizo otro tanto en La literatura nazi en Norteamérica. Pero todos aquellos "malos" eran, aunque no lo parecieran, criaturas de ficción. Los de este libro compilado con agudeza y nervio por Leila Guerriero (Junín, Argentina, 1967) son, desgraciadamente reales. Para levantar esta fascinante galería de la maldad en América Latina formada por 14 retratos de narcos, torturadores, pandilleros feroces y violadores en serie, entre otros, Guerriero ha reunido un equipo de periodistas de altura: Juan Cristóbal Peña, Óscar Martínez, Marcela Turati, Alejandra Matus, Miguel Prenz, Sol Lauría, Ángel Páez, Josefina Licitra, Clara Becker, Alfredo Meza, Rodolfo Palacios, Juan Miguel Álvarez, Javier Sinay y Rodrigo Fluxá.

En el prólogo, Guerriero resume este "mapa oscuro e inverso" del subcontinente como un proyecto cuyo fin es contar la vida y obra de "malos químicamente puros, inapelables". Como el mexicano Santiago Meza, "el Pozolero", que disolvió en sosa caústica al menos 300 cuerpos para un cártel de Tijuana. O el colombiano Alejandro Manzano, paramilitar, sicario y descuartizador, autor de cien crímenes. O la argentina Mirta Antón, "La Cuca", policía de un grupo paraestatal que cazaba y torturaba militantes de izquierdas en los 70. O la brasileña Bruna Silva, que degolló y devoró un número indeterminado de mujeres en Pernambuco. O, y ya echamos el freno a esta enumeración de horrores, la chilena Ingrid Olderock, entrenadora de perros con los que violaba a las detenidas en la dictadura de Pinochet.

El lector que resista, sobrecogido y con la sangre al punto de congelación, la lectura de este imponente trabajo periodístico, recuperará su fe en un oficio que no pierde así su mejor seña de identidad: la búsqueda de la verdad. Y que sirve además, como ya señaló en su día Arendt, para recordarnos "la exacta naturaleza del mal".