Neurocultura
Francisco Mora
17 enero, 2008 01:00Francisco Mora. Foto: Javi Martínez
Interrogantes que siguen a resultados consolidados y que a su vez provocan nuevas indagaciones: así es como avanza la ciencia que en cada monento abunda más en preguntas que en respuestas. El doctor Mora nos retrata bien este proceso en una rama, la neurociencia, que puede hacerlo más visible por encontrarse todavía -dice- en su infancia. Y esta labor, la de hacernos entender sus progresos a los nos versados en ella, no la desarrolla sólo en este libro: esta misma revista ha recogido en sus páginas reseñas de anteriores obras suyas, otras reseñas que también él ha hecho de títulos ajenos y artículos que ponen a nuestro alcance, en esta labor pedagógica de alta divulgación, interesantes aspectos de su especialidad.Hoy llama neurocultura al encuentro entre la neourociencia o conjunto de conocimientos sobre cómo funciona el cerebro y el producto de ese funcionamiento, que es el pensamiento y la conducta humana. Reconoce que por sí sóla nunca podrá la neurociencia ofrecer explicaciones para todos los problemas y menos para los que incluyen el estudio de la ética, arte, sociología, etc. pero sí cree que se logrará alcanzar una teoría que unifique todos los conocimientos sobre el hombre proporcionando un hermaniento real y crítico sobre ciencias humanas.
Va pasando así revista a las versiones que la neurociencia da de esas actividades, estableciendo qué circuitos neuronales participan en la elaboración de decisiones, emociones, sentimientos, juicios y comportamientos éticos. La neurofilosofía pregunta si conocer que nuestras decisiones son producto de una actuación debida a códigos ancestrales junto a patologías, educación, medio ambiente, y entorno social y cultural puede cambiar el mundo y nuestros sentimientos de seres libres. La neuroética, como estudio de los circuitos localizados en ciertas áreas cerebrales que dan como resultado el ser ético y moral, se basa en la aceptación de que lo que llamaos ética depende del funcionamiento del cerebro; los juicios morales derivarían sólo de los seres humanos y de su propia biología. La neurosociología ayudará a entender nuestras agresiones y violencias y quizás a alumbrar un nuevo derecho y jurisprudencia; cierto que la neurociencia busca entender la conducta humana y, el derecho, juzgarla, pero pueden ayudarse mutuamente.
Y tienen cabida en su recorrido la neuroeconomía, neuropsicología, neurolingöística y hasta la neuroteología, como estudio de las bases cerebrales y evolutivas de todo lo que conocemos como espiritualidad. Y finalmente el arte, que hasta ahora había escapado a esta mirada científica pero parece ya atisbarse muy tímidamente que también la belleza es un producto del cerebro humano.
Muchos interrogantes, como se ve; opiniones controvertidas también, que el autor no soslaya. ¿Se puede reducir la excelsitud de todo lo que nos inspira admiración, amor, ideales, los sentimientos, pensamientos e incluso la conciencia, a la actividad material de moléculas, células, circuitos, física y química?, se pregunta él mismo; para seguir defendiendo que toda actividad y experiencia humana tiene su asiento en el funcionamiento del cerebro. Vemos en todo caso cómo se va haciendo la ciencia, presentando unas hipótesis que cuajarán después o no. Quizás buceando en esas profundidades desconocidas descubramos, dice Mora, un campo unificado sólo capaz de ser expresado no en líneas , colores y movimiento, como en el arte, o en las formas correspondientes a los demás actos humanos, sino en una sutil formulación matemática. "¿Esconde, pues, la matemática el último cofre de la belleza?".