Jovellanos, prototipo del ilustrado español, retratado por Goya. Museo del Prado

Jovellanos, prototipo del ilustrado español, retratado por Goya. Museo del Prado

Ensayo

Historia social de la Ilustración

30 enero, 2002 01:00

Historia social de la IlustraciónThomas MunckCrítica. 340 páginas. 22 €La Europa del siglo XVIIILuis Miguel Enciso

Península. 843 páginas. 23,44 €

La idea de la Ilustración como un período histórico de perfiles nítidos y sustancia homogénea, caracterizado por una específica orientación del pensamiento, se estableció pronto y ha estado vigente durante mucho tiempo. En esa concepción, la época de las Luces tendía a confundirse con unas pocas figuras literarias e intelectuales, preferentemente de lengua francesa, y con un genérico pensamiento racionalista y reformista.

Desde hace unas décadas no pueden verse las cosas de un modo tan simple. La investigación ha ido poniendo de manifiesto la heterogeneidad, en cuanto a tradiciones culturales y contenidos, que es propia de la Ilustración, así como exhumando los estratos profundos de la estructura cultural ilustrada. Debajo de las figuras que la culminaban, debajo de las academias y salones reputados, de las dos decenas de obras canónicas del período, con la Enciclopedia en primer término, hubo un amplio flujo de iniciativas y actividades que lo hicieron posible, desde el aumento de la alfabetización al auge de la industria y el comercio del libro. Hoy importa menos establecer cómo influyeron los “filósofos” en los déspotas ilustrados (y se duda, además, de que unos y otros tuvieran existencia efectiva más allá de los prototipos idealizados), que cómo se difundían y para quién los libros prohibidos. En suma, la nueva historia cultural ha cambiado el modo de entender la Ilustración, mientras que el estudio de aquel período ha sido terreno preferente para el desarrollo de esta especialidad.

En Historia social de la Ilustración Munck se ocupa de cómo se difundieron la información y las ideas en la Europa ilustrada más allá de los restringidos círculos de la élite intelectual; su interés no lo centran, pues, las academias sino la educación, los periódicos o los hábitos de lectura. Una historia social más que una historia de las ideas. Ese enfoque le lleva a terrenos no claramente pertinentes, como el examen de la pobreza, los usos de la propiedad o la reforma agraria y no siempre puede evitar entrar en cuestiones clásicas de la historia de las ideas dieciochescas, como la tolerancia, el pensamiento penalista y la filantropía. En conjunto, sin embargo, aborda y estructura bien las cuestiones centrales; insiste para ello en el carácter heterogéneo y hasta contradictorio de la Ilustración, un conjunto de ideas que no sólo fueron de raíz francesa ni se expresaron en francés. La condición paneuropea y multiforme de las Luces puede sostenerla desde el examen de sus manifestaciones en Gran Bretaña, Alemania y Escandinavia, además de Francia, dejando de argumento de su menor nivel de alfabetización.

La verdad es que Munck no parece saber mucho de esas ilustraciones regionales (y no “menores” que la danesa, por ejemplo), e incurre por ello en ciertos desenfoques y errores (un caso, el primer censo publicado oficialmente no fue el danés de 1787; documentos de ese tipo se habían publicado ya en España mucho antes). Sin embargo, resulta convincente en lo esencial: en último extremo la mayor circulación de ideas del período fue la clave de un nuevo elemento social y político, el surgimiento de una opinión pública estructurada que cambió las relaciones entre poder y sociedad. Quizá en razón de ello no diferencia, como es frecuente hacer, Ilustración y revolución liberal; para él la Revolución francesa es parte de ese mismo proceso y la desaparición de la censura después de 1789 permitió aflorar, más que crear, formas de uso de la prensa ya gestadas años antes.

Munk entiende la Ilustración, más que como un sistema de ideas, como una actitud. Coincide en ello con Enciso, cuyo libro es de carácter muy distinto: una historia general, en materias y países, del XVIII europeo; un texto prolijo y recapitulador, seguramente de mayor utilidad para estudiantes que para otros públicos. Sin embargo ambos reflejan la misma interpretación de raíz kantiana; la Ilustración como propósito de emancipación mediante el conocimiento crítico que exige cierta determinación, el sapere uade. Enciso describe las clases sociales, los movimientos económicos y demográficos y los lances políticos, religiosos o culturales que afectaron al continente durante el siglo. Munck analiza las estructuras y prácticas por las que cada vez más europeos supieron de esas cosas, y otras muchas, y formaron opinión sobre ellas. Ambas dejan claro lo complejo de la Ilustración y cuánto queda aún por investigar y reflexionar en torno a la misma.