María Negroni. Foto: Alejandro Guyot

María Negroni. Foto: Alejandro Guyot

Letras

'El corazón del daño', de María Negroni: la hermosa y dura pavana para una madre difunta

El nuevo libro de la escritora argentina, lleno de paradojas envolventes y ajeno al deseo de agradar, recorre el proceso de componer el duelo por la pérdida de la madre

21 marzo, 2023 02:06

Conviene empezar por considerar que no sería acertado etiquetar como novela El corazón del daño, porque su interés no se centra en inventar mundos ni en erigir personaje alguno. Es el ejemplo de escritura poética que busca llegar donde otros formatos no alcanzan, es discurso sincopado, sugeridor de la complejidad que somos. Es, a su vez, un compendio de vivencias, ideas y emociones, de literatura y lenguaje, propio de quienes escriben obedeciendo a esta liturgia porque no pueden dejar de hacerlo.

El corazón del daño

María Negroni

Random House, 2023. 143 páginas. 17,90 €

Es, por tanto, inclasificable, como los libros de otras voces contenidas en él, de otros tantos autores de la literatura contemporánea con los que María Negroni (Rosario, 1951) armó su propio canon: E. Dickinson, M. Duras, Beckett, Baudelaire, Proust, Virginia Woolf, Huidobro, María Zambrano… y cómo no, Clarice Lispector. Si contiene una historia es la de escritora de una obra inmensa (poemarios, ensayos y novelas) significada con numerosas distinciones internacionales por títulos como Arte y juego, Cantar la nada, Islandia, Exilium, La anunciación o Pequeño mundo ilustrado (entre otros).

Sus señas de identidad están en todos sus escritos, sea cual sea el formato elegido. Cambiar de uno a otro no es más que su manera de expresar la obsesión por girar “en torno a un único paisaje”. “Este libro –escribe– es la prueba”. Así que, para quienes disfruten de esta manera de concebir la creación literaria, es obligado asomarse a la “literatura negroniana” y perderse en consideraciones sobre la condición humana y el instrumento más poderoso para trascenderla: el lenguaje.

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“Voy a crear lo que me sucedió”, dicen las palabras de Lispector con las que arranca el libro. Y así es: lo que recorremos en sus páginas es el proceso de componer el duelo por la pérdida de su madre, personaje crucial en su vida, mientras recompone su historia personal, los desgarros acumulados, y su biografía literaria (junto al historial de algunos de sus libros), entrecruzadas ambas, porque no es posible separar su escritura de los conflictos y vivencias que atravesaron, en su caso, el oficio, de vivir.

El resultado es un libro duro y hermoso, lleno de paradojas envolventes, ajeno al deseo de agradar, impulsado por el afán de desnudar los materiales sobre los que construyó su poética: el dolor de ser hija, el amor por su madre, el exilio interior y el exterior, el abandono de la casa familiar y la imposibilidad del desapego materno, la iniciación a la vida y el asentamiento en la literatura.

Negroni recompone su historia personal, los desgarros acumulados y su biografía literaria (junto al historial de algunos de sus libros)

Tampoco hay en él una estructura definida, las palabras discurren “de mi puño y cuerpo” (escribe) como en una “carta abierta a un dolor muy querido”, encuentran alivio (no consuelo) en el mero hecho de ser “dichas”, de crear un espacio en el que logren encontrar su sitio. Se adivina un proceso difícil y tortuoso, se lee sin tregua, porque nada nos resulta ajeno.

Por ellas intuimos su infancia de niña “subversiva”, su adolescencia indómita, la mayoría de edad en busca de la propia libertad. Después la dictadura. El exilio. La vida en pareja. Nueva York. Y siempre constatar que escribir es una pregunta inmensa, es “tirar del hilo para hilar pensamientos ciegos”. Y en ese “viaje hacia la nada” acertar a decir que la escritura es “un atajo” ¿Y libros como este?: un ejercicio de “rehabilitación emocional”.

“Así fue como fue”, concluye, poner la memoria en letras, y armar un legajo. “Una vida dura precisa un lenguaje duro”, aclara. Así nos llega, tal como sucedió, reconvertido en desasosiego y belleza. Lo aprendió en Huidobro: solo el lenguaje, en forma de poema, novela o ensayo, es capaz de crear lo vivido para que exista en algún lugar. El corazón del daño, en esta ocasión, representa la búsqueda (y el hallazgo) de ese lugar.