Desconfianzas que aniquilan en el debut de Virginia Feito
'La señora March' es la primera novela de la escritora, un magnífico 'thriller' psicológico que se escribió en inglés y llega a los lectores españoles traducida
13 febrero, 2022 04:16Noticias relacionadas
Lo primero que llama la atención de La señora March, la fascinante ópera prima de Virginia Feito (Madrid, 1988), es que se escribió en inglés y que llega a los lectores españoles traducida. El hecho, sorprendente, resulta revelador sobre el empuje de las nuevas generaciones, capaces de conjurar nuestras dificultades con la lengua de Shakespeare y de revocar nuestros complejos, confiando en su talento y en sus capacidades.
Feito se ha atrevido a tantear un mercado difícil, más aún para una escritora extranjera, como el de habla inglesa, y lo ha hecho con éxito. Que la obra haya cosechado buenas críticas en revistas y periódicos norteamericanos y británicos, explica que llegue ahora a las librerías patrias. Lo que no sabemos es el motivo de que accedamos a la traducción y no a una obra compuesta en español por una escritora española. La novela engancha desde el principio. La señora March (solo en la última línea conocemos su nombre) es una mujer de mediana edad que vive en el Upper East Side de Nueva York. Está casada con George, un escritor de renombre, con el que tiene un hijo, un muchacho acomplejado y retraído. Su vida da un giro cuando la dependienta de la pastelería donde diariamente compra el pan de aceitunas y los macarons de las celebraciones, elogia el último libro de George y le pregunta si es la primera vez que su marido se ha inspirado en ella para crear un personaje.
La señora March no ha leído el texto (lo hacía al principio de su matrimonio, aunque, pasado el tiempo, su esposo dejó de pedirle su parecer), pero las palabras de Patricia la dejan desconcertada porque sabe que Johanna, la protagonista de la novela, es una prostituta trágica, de insufrible carácter, con la que ni sus clientes quieren acostarse. A partir de ahí, la señora March se adentra en una obsesión de sospechas y la realidad se convierte para ella en una huida hacia adelante que amenaza con desequilibrar su personalidad desordenada y oscura.
Una de las claves de la novela es la perspectiva. El narrador, un omnisciente propio de los relatos ficcionales más puros, focaliza la historia en su protagonista, que se convierte en el centro de atención.
Así configurada, la obra se presenta como un análisis profundo de la señora March, de su forma de ser, de su comportamiento familiar y social, de cómo se enreda en una espiral de desconfianza que da al traste con la vida conocida mientras el texto se convierte en un magnífico thriller psicológico de lectura absorbente.
La concentración del interés sobre la mujer permite observar que ella es, en efecto, una criatura infausta que en no pocos aspectos se parece a Johanna. Es envidiosa, malpensada, resentida, temerosa, cruel, mentirosa, insegura, chismosa, una esclava del qué dirán y, por si no fuera suficiente, está llena de prejuicios. El avance de las páginas, además, muestra la profundidad de su inestabilidad emocional.
Armonía sobre el caos
Otra clave de la obra está en la forma de contar, porque la trama, que poco a poco se va llenando de curvas sinuosas, se desarrolla de forma armónica, y el narrador, que lo observa todo desde la altura, describe los hechos con desapego y sin apenas involucrarse, aplicado solo al difícil ejercicio de dosificar el contenido, mostrándolo de forma cadenciosa y proporcionada.
Aunque en La señora March Feito ha hecho un minucioso análisis de su personaje –una mujer patética–, lejos de mostrarlo antipático, consigue presentarlo desde la piedad. De ahí la importancia de los flashbacks, que arrojan luz sobre su educación y su forma de ser, cuando era niña y adolescente. Otras claves de la obra son los inteligentes guiños metaficcionales, porque la exitosa novela del señor March se convierte en espejo del texto real; el ingenioso juego de dobles, que revela la paranoia; el sutil sentido del humor, que dulcifica el carácter de Agatha y, sobre todo, su prodigioso final, brillantísimo, que mantiene al lector en tensión hasta la última palabra.