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Letras

Martínez Sagi. La voz sola

Juan Manuel de Prada traza una cabal semblanza de la poeta, periodista y pionera del feminismo en el deporte

8 julio, 2019 07:58

Ana María Martínez Sagi

Edición de Juan Manuel de Prada. Fundación Banco Santander, 2019. 602 páginas. 20 €

Página y media dedica el Diccionario bibliográfico del exilio republicano de 1939 publicado por la editorial Renacimiento a Ana María Martínez Sagi (Barcelona, 1907-2000). Este colmado espacio en la obra de referencia informativa sobre los escritores españoles trasterrados a raíz de la guerra civil indica la notoriedad personal y creativa de un personaje que, sin embargo, apenas ha obtenido eco público. Su nombre, como tantos otros, figura en la larga nómina de olvidados de nuestra historia todavía reciente y solo lo había aireado Juan Manuel de Prada. Este perseverante rescatador de raros y preteridos de nuestras letras (y del cine, también) le dedicó el año 2000 un libro, Las esquinas del aire, en el que trazaba con pulso narrativo la biografía conjetural de Martínez Sagi y daba a conocer una selección de poemas inéditos con el marbete La voz sola.

Bajo esta misma rúbrica lleva ahora a cabo De Prada una amplia antología –medio millar largo de páginas– de escritos poéticos y periodísticos de la autora catalana. Con el precedente de varios artículos divulgativos, aparte el mencionado bosquejo, acomete el polifacético escritor e investigador el empeño de trazar una cabal semblanza de Ana María Sagi (nombre literario que utilizó la madrileña, además de varios pseudónimos) refrendada con poemas y artículos de prensa. Lo hace cumplidos los “quince o veinte años” de discreción que la nonagenaria autora le pidió al entregarle su copiosa obra inédita en una caja con cuadernos y carpetas poco antes de su muerte.

El análisis de los textos inéditos, el conocimiento de la obra publicada y un trabajo minucioso en hemerotecas y archivos se saldan con un ejemplar prólogo, trabajo de tono y rigor académicos, en el que la reconstrucción biográfica enmarca el examen de la obra. En Martínez Sagi, si ponemos la vida al lado de la escritura, ésta corre el riesgo de quedar empañada por aquélla. Fue la escritora una mujer excepcional, caso insólito de independencia y tenacidad, de entrega a convicciones y aficiones que rompen moldes de época. En su singladura vital hasta el exilio, y aun en un trecho del obligado destierro, despuntan jalones singulares. Practicó varios deportes y exhibe un brillante palmarés como atleta: medalla de oro en lanzamiento de jabalina en el Campeonato nacional de 1931 y subcampeona de España de tenis. Vinculó el deporte con el activismo social y la lucha feminista en la fundación del Club Femení i d’Esports barcelonés. Y, en el año 1934, fue la primera mujer que ocupó un cargo en la directiva del Fútbol Club Barcelona.

El activismo por la liberación y la igualdad de las mujeres ocupó parte de sus escritos, artículos y reportajes en la prensa durante la Segunda República. Y en la guerra, abjurando de sus raíces en la alta burguesía, se entregó con fervor al republicanismo y a la causa libertaria. Sostuvo una tórrida relación de amor no aireada por miedo a su repercusión pública con otra escritora de su tiempo, Elisabeth Mulder, quien dejó en ella perdurable memoria, y huella en escritos muy posteriores. Exilada en Francia, su vida conoció nuevos episodios de coraje: participó activamente en la resistencia contra los nazis. Más tarde vinieron las dolorosas historias comunes de tantos expatriados: Hispanoamérica, clases en Estados Unidos y no reincorporación plena a España hasta muerto el dictador.

El recordatorio a través de medio siglo de escritura muestra el cambio desde la sentimentalidad lírica a la desesperanza

El bloque poético de La voz sola combina textos de Sagi publicados en sus dos libros de anteguerra, en su día altamente aplaudidos, en la ninguneada tardía selección Laberinto de presencias (1969), en publicaciones sueltas e inéditos. El recorrido a través de medio siglo de escritura lírica muestra el cambio desde la sentimentalidad melancólica y lacrimosa (“Soy un alma cansada”, que “vive sollozando”; “Soy una mujer triste, sin cantos y sin risas…”) hasta la desesperanza arropada con simbolismo. Entre los extremos distantes de ese arco temporal y estético afloran en sus versos dispersos motivos. El amor cercano o revivido hacia “Elisabeth Mulder”, la “mujer-esfinge”, dicho con pasión: “¡Y qué agua prodigiosa hará el milagro / de colmarte la boca de sedienta!”. Las circunstancias políticas: el “Campo de concentración”, el lacerante destierro y el retorno a la patria. Más la mención de su país, al igual que hacían durante la dictadura los escritores antifranquistas y la prensa clandestina: “Treinta años lejos de ti / España de mi sueño y mi nostalgia. / España de mi sed y de mi aurora”.

En la selección de piezas periodísticas, buen número en catalán con su traducción castellana, encontramos a una Sagi combativa. Los textos aparecidos durante la Segunda República tienen un eje en torno a la reivindicación feminista con especial énfasis en reclamar la intervención de la mujer en la vida pública. El otro gran bloque, anclado en el ambiente del experimento colectivista de Aragón al comienzo de la guerra, está compuesto por ágiles reportajes del frente, escuetos y sin retórica, aireadores de la causa libertaria, idealizadores y bastante simplistas, textos maniqueos de pura agitprop, flaquezas que piadosamente silencia De Prada.

Quedan pendientes de rescate otras páginas de Ana María Martínez Sagi: unas desconocidas memorias y, al parecer, numerosos escritos ignorados o secretos. Juan Manuel de Prada los dará a conocer en futuras entregas y con ello redondeará la recuperación que pone en marcha para insertar como es debido a la autora en la biblioteca de nuestra cultura literaria nacional.