Riad Sattouf, vuelve el árabe del futuro
Riad Sattouf. Foto: Olivier Marty
El escritor presenta la segunda parte de El árabe del futuro, memorias de su infancia y juventud en forma de novela gráfica editadas por Salamandra Graphic.
Los personajes de Riad Sattouf suelen ser niños o adolescentes. El árabe del futuro es su autobiografía infantil. Una trilogía sobre la historia de un niño rubio, hijo de padre sirio y madre francesa que vive con sus progenitores entre Francia, la Libia de Gadafi y la Siria de Hafez el Asad. El segundo tomo, que acaba de publicar Salamandra Graphic, recorre los años 1984-85. La familia vive en Siria, en Ter Maaleh, un pueblo pequeño cerca de Homs, en donde el pequeño Riad debe enfrentarse, con humor, a una dura realidad de colegio de chicos, uniforme de plástico, profesora con Yihad y minifalda, y una mesa de tres para cada seis estudiantes. El cómic nos mete de lleno en una realidad desconocida para cualquier mente occidental, en la intimidad de una familia siria con un padre de ideas progresistas pero anclado en la tradición, una madre francesa desconectada de la sociedad en la que vive y un niño con un agudo poder de observación.
Pregunta.- Ese pequeño Riad es usted mismo. En El árabe del futuro cuenta su propia experiencia en Siria. ¿Fueron tan importantes esos años para usted?
Respuesta.- Sí lo fueron. Es un periodo que yo jamás he olvidado y que durante años he tenido ganas de contar. Lo que me interesaba era mostrar la vida en Siria a través del prisma de lo íntimo. Una forma de vivir en un momento dado y en un lugar en concreto, un pueblo diminuto cerca de Homs. Luego, es el lector el que saca sus ideas.
P.- Pasa su infancia en Libia y Siria y de vacaciones en Bretaña hasta los 12 años. Una peculiar doble identidad... ¿Tiene la sensación de pertenecer a un país más que al otro?
R.- Me lo preguntan muchas veces, pero no siento que pertenezca a ningún país en concreto, a ningún pueblo, ni a ninguna nación. En realidad, yo me siento autor de cómics. Cuando conozco a escritores como yo, de cómics, sean japoneses, mexicanos o ingleses, me encuentro mucho más cercano a ellos que con los de mi pueblo, sean sirios o franceses.
P.- ¿Y si hablamos del idioma? En el cómic se refiere con admiración a la lengua árabe.
R.- En ese caso sí, pero el árabe ya no lo hablo bien. Con el idioma, me siento francés. No he vuelto a Siria desde los años 90 y claro, el francés es el que me habita y modela mi espíritu. Pero repito, detesto el nacionalismo y no entiendo como se puede estar orgulloso del sitio en el que uno ha nacido. Quizá sea por mi doble origen. No consigo estar orgulloso de ser sirio cuando una parte de mí es bretona, ni sentirme francés cuando soy medio sirio. Siempre seré visto como un extranjero, en un sitio o en otro. Cuando vivía en Siria, mis compañeros de colegio me tomaban por francés y cuando estudié en Francia, también me dejaban de lado por culpa de mi nombre exótico. Por eso decido observar cómo vive la gente y lo absurdo que es sentirse orgulloso de pertenecer a un grupo.
R.- Eran las palabras que empleaba mi padre cuando yo le decía de niño que no quería ir al colegio. Él me contestaba: "tienes que ir al colegio porque el árabe del futuro va al colegio". Mi padre, que era sirio y que había sido el único de su familia en estudiar, veneraba el colegio. Para él era el medio para cambiar de clase de social y dejar de ser pobre. Era muy racionalista. Tenía una visión muy definida del mundo árabe. Por otro lado, también significa la falta de sentido que tiene para mí el nacionalismo. "Árabe del futuro", en realidad, no quiere decir nada. Es como decir "el español del futuro". Lo queramos o no, las naciones van a mezclarse y la identidad acabará por diluirse.
P.- Su padre, que fue doctor por la Universidad de la Sorbona, obtuvo un puesto en Oxford que rechazó para volver a su país. ¿Cuáles fueron las razones de su regreso? ¿Por qué un hombre con educación occidental decide volver, apoyar el régimen dictatorial y educar a su hijo en Siria?
R.- Por dos razones. La primera porque Siria le ofrece una gran cantidad de dinero. La segunda porque idolatraba la idea de la educación y quería participar en el progreso del mundo árabe. Era un sentimiento muy fuerte en una parte de la juventud intelectual siria. Una voluntad para hacer progresar las sociedades árabes, lo que se llamó el panarabismo de Gamal Abdel Nasser, que había querido sacar a los países del oscurantismo de las religiones, de las supersticiones, liberar a los árabes de la influencia de los rusos y de los americanos. Toda una generación creyó en esas ideas nacionalistas a pesar de ser obsoletas. Mi padre consideró que debía devolver una parte de la educación que le habían ofrecido para ayudar a progresar a la juventud.
P.- Elige el cómic como modo de expresión y nos ofrece la mirada neutra de un niño sobre la cultura árabe. En estos momentos que la cuestión árabe está a la orden del día, ¿piensa que el cómic permite llegar a otro tipo de público? ¿Es un medio más expresivo, más directo, para tratar un tema que genera tanta curiosidad como polémica?
R.- El cómic es mi modo principal de expresión, mi escritura. Es verdad que mi objetivo es escribir cómics para gente no acostumbrada a leerlos. Los cómics pueden ser de muchos estilos. Hoy en día domina el universo de los superhéroes, Batman y compañía, pero creo que pueden ser mucho más que eso. Ese mundo de superhéroes puede ser entretenido pero el cómic también puede ser enriquecedor. Hay esa otra rama que intenta acercarse a la novela y eso es lo que me interesa. No es solo un placer para adolescentes, sino para un público más adulto. De hecho, en Francia ha funcionado de forma increíble.
P.- Hablando de literatura para adultos, una de las cosas que más me ha chocado en El árabe del futuro es la crueldad de los niños. ¿Es naturaleza o cultura?
R.- Yo cuento lo que he visto y he vivido. Creo que todos los niños son así. Cuando están fuera de la mirada de los adultos, entre ellos, se pone en funcionamiento otro sistema. Ahora estoy trabajando en un cómic que se va a llamar Los cuadernos de Esther y que cuenta la vida de una pequeña francesa en 2016. Lo hago con una niña francesa y estoy sorprendido de la similitud de comportamiento entre los niños que podían ser de mi pueblo en Siria y los niños en la Francia de hoy en día.
P.- Cuando Riad, su personaje, aprende a leer dice que Tintín "no era para nada la historia que había imaginado". ¿Piensa usted que si un niño mirase las imágenes de su cómic comprendería la historia o imaginaría una diferente?
R.- Este libro no es un cómic para niños a pesar de que muchos niños lo lean. Aún así, creo, pero es mi opinión, que ninguna lectura puede ser mala para un niño. Siempre será mejor un libro que la guerra, que unos padres violentos o que no se quieren. Los libros que he leído de pequeño, a pesar de que no eran para mi edad, me dejaron un recuerdo muy fuerte y una intensa emoción. Los mejores libros que leí no eran para mi edad y tenía la impresión de descubrir un universo prohibido, hecho de códigos por descifrar, ese es el genio de la lectura.
P.- ¿Está en su mente la imagen ligada a las palabras?
R.- Absolutamente. Hago las dos cosas a la vez. Cojo una hoja y la divido en varios rectángulos. El dibujo es para mí una escritura. Los dibujos son palabras. La primera forma que tenemos de expresión, desde la prehistoria, es la imagen. Seguir una narración por imágenes es innato en el ser humano.
P.- Su libro cuenta la vida del pequeño Riad antes de la Primavera Árabe. Usted que era optimista en sus comicios, ¿lo sigue siendo hoy en día?
R.- Siempre soy optimista cuando hay voluntad de cambio. Pero los cambios revolucionarios no se hacen en días. La revolución francesa, por ejemplo, tardó años en conseguir instaurar los cambios que pretendía. Pero no quiero hablar de política, ni siquiera de política francesa. ¡Por eso me hice dibujante y no político!
P.- Ofrece una visión del mundo árabe pero también de Francia. ¿Cree que su multiculturalismo le ha hecho tener una mayor capacidad de observación?
R.- No sé si me ha dado una mejor capacidad de observación pero sí las ganas de observar y testificar lo que veía. Siempre me ha extrañado lo poco que sabían mis primos sirios sobre Francia, por ejemplo, y las reacciones de los franceses ante lo que les contaba de Siria. Existe una verdadera ignorancia. En realidad, las personas no saben nada las unas de las otras. Viven pensando que saben cosas por lo que han oído o les han dicho. Es muy sorprendente. Por eso me gusta hablar de lo íntimo ya que, para mí, está más cerca de la verdad y evita generalizaciones.
P.- Por cierto, ¿qué ha sido de su padre?
R.- ¡Eso lo sabrá en el próximo libro!