Frank Sinatra contra España: crónica de una enemistad
El periodista Francisco Reyero reconstruye los pasos del cantante y actor en nuestro país, marcados por su turbulenta relación con Ava Gardner
24 junio, 2015 02:00Frank Sinatra y Ava Gardner.
En 1950, el pueblo gerundense de Tossa de Mar fue testigo del triángulo amoroso entre Frank Sinatra, Ava Gardner y el torero, actor y poeta Mario Cabré. La actriz americana rodaba con el matador barcelonés la producción inglesa Pandora y el holandés errante. Los lugareños y, a través de la prensa, todos los españoles tomaron partido por él, como si su victoria sobre el flacucho cantante y actor norteamericano fuera la del macho ibérico sobre el yanqui. Sinatra tenía 35 años y aún no se había convertido en leyenda. De hecho, su carrera pasaba por una mala racha que acabó tres años después gracias a su papel en De aquí a la eternidad. Pero en aquel momento a Sinatra se le atragantó su primera visita a España por culpa de los celos y de su turbulenta relación con Gardner. Además le asqueaba el régimen franquista, aunque según el periodista Carlos Herrera eso no era más que una coartada, ya que "a él lo que le molestaba era que Ava Gardner fornicara y bebiera sin límite en España". Su impresión del país no mejoró con el tiempo. Sus visitas posteriores estuvieron siempre marcadas por desencuentros, incidentes y broncas, hasta que fue expulsado de España en 1964 por desacato a la autoridad tras un altercado en el hotel Pez Espada de Torremolinos con la actriz cubana Ondina Canibano y el periodista del diario Pueblo J.F. Avellaneda.El periodista Francisco Reyero (Sevilla, 1971) cuenta todo esto en su libro Sinatra. Nunca volveré a ese maldito país, editado por la Fundación José Manuel Lara. Dicen que eso fue lo que dijo "La Voz" cuando lo echaron tras el incidente del Pez Espada y después de pagar una multa de 25.000 pesetas en la comisaría de Málaga. El cantante quebró su promesa, pero no su maldición española: en 1986 volvió para dar un concierto en el Bernabéu que le salió rana y tuvo que regalar entradas a militares y policías para que no se le quedara el estadio medio vacío.
Reyero ha consultado minuciosamente las hemerotecas españolas y norteamericanas y las memorias de quienes compartieron o presenciaron las aventuras de Sinatra y Gardner en España, como Jaime Arias, periodista de La Vanguardia que fue relaciones públicas de la Paramount y de United Artists en aquellos años; como Perico Chicote, por cuyo museo de bebidas de la Gran Vía madrileña han pasado todas las celebridades, locales y extranjeras; como Mearene Jordan, asistenta personal y confidente de Ava Gardner. También ha entrevistado a periodistas (Amilibia, Alfonso Ussía, Jesús Mariñas y más) y a otros testigos de aquellos días, desde el torero Jaime Ostos y el cantante Raphael a los propietarios y bedeles de los hoteles por los que pasó el divo, siempre a su manera, que era la de "un maníaco depresivo del 18" (en sus propias palabras) siempre rodeado de matones con gafas oscuras y sombrero.
La gente pensaba que Ava Gardner era sofisticada por su belleza deslumbrante, pero en realidad era "una mujer rural con una inteligencia rural", como la definió el director y productor Stanley Kramer. Se enamoró rápido de España: "Me gustan los españoles porque son como yo", decía y encontró su sitio entre toreros y artistas de flamenco. "Tenía un físico verdaderamente imponente, un alma sin complejos y un acelerado apetito vital", añade Reyero. Cuenta el autor del libro que al poco de llegar por primera vez a España la llevaron a la Feria de Abril de Sevilla y se encontró en su salsa aunque solo supiera seis palabras en español: "Muy bien, olé, gracias, naranja y adiós".
Sinatra estaba loco por ella y quiso divorciarse formalmente de su mujer, Nancy Barbato, "sin tener muy claro que Ava Gardner lo fuera a acoger en su seno", explica el periodista. A España llegó aquella primavera de 1950 envenenado por los rumores sobre Gardner y Cabré, con un collar de esmeraldas para que su amada volviera al redil.
La prensa española, sobre todo la local, siguió de cerca el affaire, con una mezcla de admiración, pacatería y patrioterismo. La segunda vez que vino a España, en 1953, Gardner y Sinatra ya estaban separados, pero en Fotogramas y Primer plano se hablaba de matrimonio feliz, explica Reyero, mientras que en EEUU las revistas daban cuenta de la voracidad con que Ava Gardner deglutía a sus amantes españoles, que, según muchos, no fueron pocos. Desde el rodaje de Pandora y el holandés errante, la actriz aprovechó siempre las vacaciones o las navidades para volver y acabó viviendo en Madrid entre rodaje y rodaje, de 1954 a finales de los 60. "Hizo del Castellana Hilton su casa, luego se instaló en un chalé de La Moraleja y finalmente en un dúplex de la calle Doctor Arce, donde dio legendarias fiestas", dice Reyero. Para más información sobre el apasionado romance de la actriz con nuestro país, merece la pena leer Beberse la vida: Ava Gardner en España, de Marcos Ordóñez, que hace unos meses publicó también Big Time: la gran vida de Perico Vidal. Vidal era un técnico y ayudante de dirección que se convirtió en el anfitrión y cicerone de todas las estrellas internacionales que pasaron por Madrid en los 50, un personaje que ayudó a llevar a buen puerto muchas producciones hollywoodienses rodadas en España y que fue el mejor amigo que encontró aquí Sinatra.
El director del hotel Pez Espada de Torremolinos, Robert Aletti, atiende a las explicaciones del cantante tras el altercado que provocó su salida del país en 1964.
Franco y el cine
El libro de Reyero no es solo la crónica de la relación de Sinatra con España, sino la del país entero, con especial atención a las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. El Tío Sam condenó al régimen franquista al ostracismo al concluir la II Guerra Mundial, pero le abrió la puerta de la aceptación internacional de nuevo al comienzo de la Guerra Fría. EEUU buscaba aliados en Europa para mantener a raya el comunismo, lo que supuso un golpe de suerte para Franco. Se reabrió la embajada estadounidense en Madrid y empezaron a llegar las ayudas económicas a cambio de bases militares y otras ventajas para el país americano.Uno de los pilares del nuevo acercamiento entre ambos países fue el cine, que el régimen franquista consideraba una herramienta fundamental para entretener al pueblo. De hecho, mientras la televisión le comía terreno al celuloide en toda Europa, en 1960 había 6.000 salas de cine en España, 1.500 más que 8 años atrás, según datos del profesor León Aguinaga recogidos en el libro. España era el segundo país con más cines per cápita del mundo, solo por detrás de EEUU. Durante los años duros de la autarquía y el bloqueo americano, España se volvió hacia el cine latinoamericano, pero con la nueva situación, las majors americanas volvieron a desembarcar en España para rodar aquí con sustanciosas ventajas fiscales.
@FDQuijano