Sigmund Freud y su diálogo con la posteridad
Se cumplen 75 años de la muerte del padre del psicoanálisis, cuyo legado, sin embargo, no pertenece a las ciencias naturales, sino a las ciencias del espíritu.
23 septiembre, 2014 02:00Sigmund Freud
"No escribo para que me entiendan. Escribo para que me interpreten", advirtió Lacan, notable exégeta de Freud. No se trata de una mera frase, sino de una aplicación estricta del programa hermenéutico del psicoanálisis, que siempre presupone un significado oculto o "contenido latente". Sigmund Freud (1856, Moravia-1939, Londres) no se limitó a inventar un método terapéutico que proporcionaba la llave del inconsciente.Su obra es tal vez el último sistema filosófico, con una innovadora trama de categorías inspirada por el deseo de explicar la naturaleza humana y sus diferentes manifestaciones culturales. Freud no es un simple psiquiatra, pues aborda las preguntas clásicas de la filosofía sobre el hombre, el conocimiento, el deber y Dios, elaborando una respuesta para cada interrogante. No está de más recordar sus proposiciones fundamentales. El hombre es la expresión de un conflicto entre el placer (Eros) y la muerte (Thanatos), que se gesta en el Inconsciente, se escenifica en el Yo y adquiere su máxima tensión en el Superyó. El conocimiento es la síntesis de la introspección y la percepción, que nos permite elaborar una interpretación de la realidad acotada por los límites de la sensibilidad, el entendimiento y la razón. El deber es una convención social, no un mandato racional. Nos permite convivir con nuestros semejantes, neutralizando nuestras tendencias más destructivas. El ser es una pulsión universal, que podemos llamar Libido, pero que representa algo análogo a la Voluntad de Schopenhauer y a la Voluntad de Poder de Nietzsche. En los tres casos, las palabras revelan su impotencia para explicar un impulso complejo y dinámico, que desborda el campo semántico de cualquier concepto. Por último, Dios no existe, solo es una proyección de la figura mítica del Padre, que reprime nuestros anhelos primarios con la promesa de una ilusoria eternidad.
No hay una lectura definitiva de Freud, pues el psicoanálisis considera que el saber siempre es una interpretación y cada interpretación afecta a la totalidad del conocimiento anterior. El saber no es algo estático, sino una pregunta que presupone un interminable diálogo. En este sentido, hay que seguir de nuevo a Lacan, que no dice cómo debe leerse a Freud, sino que se contenta con expresar su lectura personal. Sería engañoso pensar que Lacan realiza una exaltación del subjetivismo. Simplemente, constata que el habla siempre es un producto del yo y no puede arrogarse una validez intersubjetiva. Freud incluyó en su método los recursos para desmontar sus propias conclusiones. No pretendía formular un juego, sino mantener una apertura, que librara al pensamiento del riesgo del dogmatismo. Mi lectura -tan provisional y precaria como la de cualquier otro hablante- apunta que el psicoanálisis ha envejecido como método terapéutico. La eficacia de un psicofármaco se mide en semanas. Por el contrario, la eficacia del psicoanálisis se mide en años. "La palabra cura", afirmó Freud, no sin señalar que esa reflexión era inoperante en el terreno de la psicosis.
Sin embargo, algunos de sus seguidores pensaron que esa distinción era innecesaria y fracasaron, intentando cuestionar o sobrepasar el poder terapéutico de la farmacología. Los estudios neurológicos han restado importancia al contenido de los sueños. La antropología cultural ha cuestionado el "mito de Edipo", acusando al psicoanálisis de etnocentrismo. El movimiento feminista refutó convincentemente la presunta "envidia del pene". En cambio, los estudios de pediatría han confirmado la existencia de una sexualidad infantil, que configura el deseo conforme al modelo social predominante. Freud describe al niño como un "perverso polimorfo". Es una forma de señalar que la Libido incluye potencialmente todo tipo de inclinaciones, pero la noción de perversidad evoca el pesimismo antropológico de raíz judeocristiana, que también aflora al explicar el fenómeno de la violencia (El malestar en la cultura, 1930). Es cierto que Freud define la perversidad como una "desviación del objeto del deseo", sin emplear ninguna connotación peyorativa, pero su análisis contribuyó a presentar la homosexualidad como un comportamiento antisocial.
¿Es Freud un simple charlatán, un mago de la persuasión? Si aplicamos el criterio de verificación de las ciencias naturales, Freud no supera las exigencias elementales para ser un científico, con teorías contrastables o falsables (Karl Popper). La respuesta es completamente distinta si ubicamos su obra en el terreno de las ciencias del espíritu. Según Hans-Georg Gadamer, el propósito de las ciencias del espíritu no es conocer, sino pensar y comprender. El ser humano acontece como historia y se manifiesta como lenguaje. Eso explica su creatividad y su necesidad de oponer al mundo de los hechos la indeterminación de la pregunta, que presupone un interlocutor y, consecuentemente, un diálogo. "Allí donde se logra realmente una conversación, los interlocutores ya no son los mismos cuando se separan", escribe Gadamer. Así es con Freud, cuya obra es lenguaje, conversación, interpretación. Sus teorías carecen de rigor científico, pero no de fuerza argumentativa. Nos ayudan a comprender al ser humano en la misma medida que los diálogos de Platón o un poema de Keats. Nos acercan a lo absolutamente otro y nos enseñan que identidad y diferencia no son meras oposiciones, sino momentos de nuestra vida intelectual y... espiritual. Freud niega la existencia de Dios, pero apunta que existir significa interpretar. Dicho de otro modo: la realidad no es una evidencia, sino un signo que exige ser pensado y clarificado. Esa presunción explica que Paul Ricoeur reuniera a Freud con Nietzsche y Marx, asignándoles la denominación de "filósofos de la sospecha".
Según Ricoeur, Freud construye una arqueología del sujeto y deja abierta la posibilidad de una teleología, que solo puede ser esbozada desde una óptica espiritual. Dios nunca podrá ser objeto de conocimiento, pero simboliza el telos que nos libra del nihilismo. ¿Acaso Ricoeur incurre en el exceso hermenéutico denunciado por Susan Sontag en Contra la intepretación? Creo que no. Sencillamente, sitúa a Freud en el camino que nos permite encontrarnos con él y crear algo en común. Ese camino es el lenguaje y la creación no puede ser otra cosa que las palabras inspiradas por sus textos. Freud sigue vivo, pero su legado no pertenece a las ciencias naturales, sino a las ciencias del espíritu. Su intención nunca fue dominar al hombre, sino acompañarlo en su devenir histórico.
Bibliografía esencial
-La interpretación de los sueños (Akal, 2013)-Totem y tabú (Alianza Editorial, 2011)
-Los orígenes del psicoanálisis (Alianza Editorial, 2007)
-Introducción al psicoanálisis (Alianza Editorial, 2011)
-El malestar en la cultura y otros escritos sobre la violencia (RBA libros, 2012)
-El futuro de una ilusión (Taurus, 2012)
-Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis (Alianza Editorial, 2011)
-Cartas a sus hijos (Paidós ibérica, 2013)
-Correspondencia. Carl Gustav Jung y Sigmund Freud (Trotta, 2012)
-El Moisés de Miguel Ángel (Casimiro Libros, 2011)
-Psicoanálisis del arte (Alianza Editorial, 2013)
-El yo y el ello y otros ensayos de metapsicología (Alianza Editorial, 2012)
-Escritos sobre la cocaína (Anagrama, 1980)
-Escritos sobre la histeria (Alianza Editorial, 2011)
-Relatos clínicos (Siruela, 1997)
-Leonardo da Vinci (Belacqua, 2007)