Felipe Acedo Colunga, general y fiscal del Ejército de Ocupación, fue uno de los personajes más siniestros de la dictadura franquista, el arquitecto de la represión. Así lo definen los historiadores Ángel Viñas y Francisco Espinosa y el catedrático de Derecho Penal Guillermo Portilla en su nueva obra conjunta, Castigar a los rojos (Crítica), donde presentan el hallazgo de una suerte de guía que establecía los principios operativos de la "grandiosa" tarea de "limpieza" que debía seguir a la victoria en la Guerra Civil. Es decir, el plan sobre cómo realizar la depuración de todos los enemigos del nuevo régimen.
Con fecha de 15 de enero de 1939, la Memoria del fiscal del Ejército de Ocupación es una exposición detallada y radical de los fundamentos ideológicos de la represión, redactada motu proprio, sin responder al cumplimiento de una orden. "Acedo Colunga [entonces teniente coronel] combinó la tradición de la Inquisición española y los principios fundamentales del derecho penal nazi", resume Viñas, catedrático emérito de la Universidad Complutense. Hasta ahora se había encontrado algún fragmento de este documento, el "único manual de inquisidores" que se conoce, pero en 2019 Francisco Espinosa lo descubrió completo en el Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla.
"Es un catálogo de los horrores", señala Viñas, cuyo capítulo reconstruye la biografía del militar, que después de la guerra llegó a ser gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en Barcelona, asesor jurídico del Ministerio del Aire o delegado del gobierno en la Compañía Telefónica Nacional de España. La Memoria, "un furibundo ataque al derecho civil en beneficio del derecho militar" que no estaba destinada a salir de los círculos castrenses, es fruto de la experiencia de su autor en la labor desempeñada por los consejos de guerra celebrados en las plazas de Madrid, Bilbao, Santander y el frente de levante durante los primeros años de la contienda.
Uno de los postulados más escalofriantes de Colunga es que defendía el exterminio físico, moral y económico no solo de los criminales del bando republicano, sino de todos los que compartiesen esta ideología o fuesen masones, comunistas o anarquistas. "No son ideas, sino crímenes", sentenció. "No consideraba soldados legítimos a los que luchaban en el bando republicano, que era el único gobierno reconocido internacionalmente. Devaluó de un golpe a todos sus compañeros y a los nuevos militares integrados en el Ejército Popular y los consideró enemigos ilegítimos, existenciales, con los que se podía hacer lo que quisiera. Es decir, se te mandaba al paredón o a prisión perpetua por el hecho de tener esas ideas con independencia de tu conducta", subraya Viñas.
El autor de ¿Quién quiso la Guerra Civil? o El gran error de la República (ambos en Crítica) pone como ejemplo paradigmático de esta filosofía el consejo de guerra al que fue sometido el dirigente socialista Julián Besteiro. "Acedo Colunga pidió su condena a muerte porque representaba la idea contraria a la España militarista, fascista, nazi. Se cargó dos siglos de derecho penal", clama el historiador. No se procesaba al político por lo que hubiera hecho o dejado de hacer, sino por haberse declarado marxista ortodoxo. Besteiro fue finalmente condenado a treinta años de cárcel, donde moriría. Viñas equipara este criterio ideológico a lo que pasó en el Tercer Reich con los judíos: perdieron sus derechos simplemente por ser judíos.
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Otro objetivo de la Memoria, que sentó las bases de las leyes de Responsabilidades Políticas y la de Represión del Masonería y el Comunismo, residió en justificar y legalizar el golpe, en desarrollar una justicia al revés: los insurrectos habrían sido los "leales" y los defensores del régimen republicano los rebeldes. "Lo que hace es practicar lo que la derecha española viene haciendo desde 1936: achacar tus vicios y pecados al enemigo. El que subleva no son los que se sublevan: se sublevan los que no se sublevan", dice Viñas. También contribuyó el manifiesto de Acedo Colunga a la interpretación uniforme de los delitos de adhesión y auxilio a la rebelión o a que los servicios prestados al "Movimiento Nacional" se convirtieran en una cláusula de exención de la pena, aunque otras de sus propuestas cayeron en el olvido.
Razón de origen
Acedo Colunga fue nombrado fiscal jefe del Ejército de Ocupación en noviembre de 1936, cargo en el que se mantendría hasta agosto de 1936. Además de su activa participación en la de 1932, había dirigido la represión judicial militar en Asturias tras los sucesos revolucionarios de 1934. Fue ahí donde convirtió en dogma su frase "la revolución es un crimen". Su protagonismo en la máquina represiva franquista arrancó desde el minuto cero: el que llegaría a ser general de división fue clave en el primer consejo de guerra tras el 18 de julio, celebrado en Huelva y que condenó a muerte al gobernador civil y a dos tenientes coroneles. En su escrito rememoró al Tribunal de la Santa Inquisición y planteó incluso que podría ser una fuente de inspiración para el futuro modelo procesal-penal de justicia en España.
"Nosotros queríamos poner de relieve que tras un periodo de discrecionalidad, por así decirlo, hubo un intento muy serio de sistematización del derecho penal de autor que va a regir en el franquismo. Eso se hace a partir de 1939 en base, entre otras, a la sistematización de Acedo Colunga y a las experiencias adquiridas por él y por el cuerpo jurídico militar", concluye Viñas, señalando que las políticas represivas de ambos bandos durante la contienda y de la franquista durante la posguerra constituyen uno de los capítulos más vibrantes de la historiografía española, con un boom de estudios, libros y monografías publicadas en las últimas dos décadas.
Precisamente en su capítulo, Francisco Espinosa aborda el debate sobre el cómputo las víctimas. Según las investigaciones más recientes, los datos "aún provisionales", hablan de 140.159 de la represión franquista y 49.367 para la de la zona republicana. Algunos autores como Julius Ruiz han señalado que ambas están conectadas, que el "terror rojo" no puede desligarse de lo que estaba ocurriendo en territorio rebelde.
Ángel Viñas opina que no son comparables ni equiparables, sino "completamente distintas". "Primero y principalmente por razón de origen: los sublevados, y esto queda muy claro en este libro, llegan al 18 de julio con una idea muy clara de lo que tienen que hacer. La represión violenta por la fuerza y por la sangre está en el gen de la sublevación: para ganar hay que matar. Lo que hacen desde el principio es liquidar a los militares no leales y a las fuerzas de seguridad y orden público, a los órganos políticos para desarticular la capacidad de reacción del gobierno y luego dar un sajo sangriento en el cuerpo social; es decir, amedrentar a la masa popular. Detrás de esto hay una filosofía que en parte se explica con la Memoria de Acedo Colunga".