La compañia Maguy Marín lleg a Madrid
La danza toma la palabra
7 junio, 2000 02:00Desde hace más de veinte años, la francesa Maguy Marin intenta abrir nuevos caminos en la danza más experimentales y alejados del conformismo. Ahora sus pasos la traen al Teatro Albéniz dentro de Madrid en Danza, donde presenta hoy y hasta el 9 de junio dos coreografías representativas de su estilo.
Se le quitó la palabra pensando que verbo y movimiento eran dos fuerzas antitéticas, formas de expresarse excluyentes la una a la otra, pero la danza ha acabado reclamando una voz que susurre al espectador la otra cara del discurso bailable. Aquel que la coreógrafa y bailarina Maguy Marin viene desarrollando desde hace veintidós años en su compañía y que aprendió junto a Maurice Béjart, con quien se inició en la coreografía cuando aún era miembro de su mítico ballet. Rupturista e innovadora, Marin ha creado un discurso ecléctico y aperturista de una danza que se enreda en escena con la música y la palabra, acercándose al teatro y alejándose del ballet que busca sólo el movimiento más bello."Busco una química -explica Marin-, una combinación de movimiento, palabra y música con la que consiga expresar lo que quiero y acercarme al público. No se puede excluir al lenguaje del ballet. Si se ha estado haciendo hasta ahora es porque el baile es primeramente una cuestión de técnica, y la concentración siempre ha estado puesta en el músculo, no en el senso".
En busca de esta fórmula, más dramática que matemática, está empeñada toda la compañía, compuesta por 12 bailarines de formación clásica y, sobre todo, contemporánea, que estrenan en la capital un programa que resume a la perfección su espíritu. May B y Quoi qu´il en soit (Así son las cosas) son las dos coreografías de la propia Marin en las que el teatro iguala distancias con la danza, y donde al bailarín se le exprime hasta la última palabra capaz de ser expresada corporalmente.
Beckett también se baila
El humor y el absurdo de Samuel Beckett deja de ser patrimonio de la declamación para vestir un espectáculo -May B- en el que, ya advertimos, no hay cabida para los tutús. Marin ha convertido la imposibilidad del movimiento que atenaza a los personajes del dramaturgo irlandés en punto de partida de una danza que es el reflejo de la realidad fuera del escenario. "En la obra se plantea la contradicción entre unos cuerpos hermosos, jóvenes y flexibles de los bailarines pero que están incapacitados para moverse. Por otro lado, también queríamos ir al fondo de determinados movimientos cotidianos". Así, frente a la pirueta de virtuosismo y precisión técnica con la que a veces sorprenden los bailarines, el espectador asiste a la conversión de actos tan cotidianos "como el andar de una vieja". En calculada creación, una palabra responde a un silencio, un silencio responde a una música, haciendo que un conjunto de movimientos y sonidos tengan el peso del mensaje creativo y la ligereza de la libertad expresiva.
Voz, ritmo, teatro, improvisación. Pero sobre todo movimiento. Y sin dejar indiferente al espectador. Prueba de ello es la reacción del público que asiste a los espectáculos de esta compañía a la que el tiempo parece dar la razón, pero que no siempre se ha encontrado con la comprensión de sus propuestas. "En Francia al principio lo encontraban excesivamente violento, triste, angustioso, pero para mí la vida es así y me río de lo trágico que tiene. Sin embargo, ahora se está reconociendo nuestro trabajo como algo que se debe ver en el baile contemporáneo".
Razones más que estéticas
Muestra de que su discurso no es hueco y que responde a otras razones además de estéticas es la segunda coreografía que estrenan en nuestro país. Quoi qu´il en soit recoge en escena las propuestas textuales de cada uno de los bailarines que más tarde Marin unificó en un solo universo coreográfico. Se trata del testiminio de gente que viene de lejos -en la compañía hay desde chilenos hasta canarios-, y que no es más que el reflejo de la realidad: migración, búsqueda de trabajo, ilusiones.
No se asusten si sobre el escenario aparecen los bailarines hablando, y si los ven vestidos de calle no piensen que se han olvidado el maillot en casa, o que la compañía se ha quedado sin presupuesto para vestuario. Ellos cuentan con el cheque en blanco que extiene la imaginación y derrochan transgresión. Tampoco se sorprendan si no aparecen púberes sufriendo con cada pirueta, porque en esta compañía la media de los bailarines es de 30 a 40 años: "Es la gente con la que he trabajado siempre. Ahora son más adultos y mejores".