Los jóvenes dan la batalla en el Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea
El canadiense Jaeden Izik-Dzurko, de 23 años, se lleva el premio más grande del certamen gracias a una técnica pulcra, firmes octavas y pedal infalible
6 agosto, 2022 14:19El Concurso Paloma O'Shea, uno de los certámenes de su clase más afamados, más sólidos y mejor organizados del planeta, ha cumplido su XX edición. En esta oportunidad se han superado las 300 solicitudes. Todo un récord en el momento en el que, tras 50 provechosos años, es posible que la fundadora deje de figurar al frente de la nave. Quedó en el aire, después del discurso previo a la entrega de los premios, si el certamen continuará adelante.
Lo que sí tuvo meridiana claridad fue que los tres agraciados con los grandes trofeos fueron los mejores a juicio del firmante y al de otros colegas. Y, por supuesto, del jurado, presidido una vez más por el insigne y veteranísimo pianista Joaquín Achúcarro. También al del público, que otorgó sus gracias al ganador del premio más grande, el canadiense Jaeden Izik-Dzurko, de 23 años, que se exhibió en la segunda sesión tocando sin un solo fallo, con clara voluntad constructiva, una obra tan difícil y compleja, tan discursiva a veces, como es el Concierto nº 3 en Re menor op. 30 de Rachmaninov.
El joven pianista mostró tener muy claras ideas, que desarrolló con una técnica muy pulcra, seguridad de ataque, sonido muelle, firmes octavas y pedal infalible, dando color, vida y claridad a los pasajes más intrincados. En la entrega de premios ofreció dos piezas bien distintas de Medtner.
El segundo premio fue para el chino Xiaolu Zang, de la misma edad, que sirvió al más famoso Concierto nº 1 en si bemol menor op. 23 de Chaikovski; y lo hizo con un aplomo –eso sí, juvenil–, una presteza y un vuelo fenomenales. Con coraje y determinación. Se apreció ya nada más empezar, en la manera de cantar el célebre tema de apertura, con sus adornos y comentarios (y que, como se sabe, no vuelve a aparecer en toda la obra).
Luego distribuyó bien sus fuerzas y tuvo gas para todo. El remate de la composición, con esa cascada de octavas a toda presión en lucha permanente con el tutti, fue esplendoroso. Tocó en la ceremonia conclusiva el último movimiento de una de las más conocidas Sonatas de Prokófiev.
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El franco-japonés Marcel Tadokoro, algo mayor (29 años), realizó una buena labor, ágil, puntillosa, afiligranada, del brioso Concierto nº 3 en Do mayor op. 26 del propio Prokófiev. Mostró una soltura y una flexibilidad sorprendentes, aparentemente sin un solo fallo; y se dejó llevar con buen sentido del rubato en los momentos más líricos del Andantino con variaciones. Supo poner de manifiesto el espíritu apremiante, de fuga continua sin descanso del fulgurante Allegro ma non troppo de cierre. Reveló una insólita capacidad de concentración. En la ceremonia final tocó una obrita de Rameau y la primera de las tres piezas de Petrouchka de Stravisnki.
Los otros tres finalistas fueron el japonés Yu Nitahara, de 31 años, que tocó el Concierto nº 1 en Re menor op. 15 de Brahms de manera irregular y un tanto borrosa, con alguna que otra falta de precisión; el checo Matyás Novak, de 24 primaveras, que puso de manifiesto en la misma obra unas maneras expresivas de altos vuelos y un control de dinámicas muy interesante; y el húngaro Domonkos Csabay, que entró a sus 32 años por los pelos en la selección (esa es la edad tope) y que reveló musicalidad, elegancia y donosura en interpretación de otro Concierto nº 3, el de Bartók, que tocó bien, pero sin gracia, de forma un tanto anodina, sin poner de relieve todo lo de agreste y popular que alberga la obra.
A todos ellos, en labor titánica, les acompañó la Orquesta Sinfónica de la RTVE, que se mostró en buen forma bajo el eficiente mando de su todavía titular Pablo González, que una vez más supo articular, manejar con sentido expresivo las dinámicas, amoldarse a los modos y maneras de los solistas y otorgar la coloración y la rítmica adecuada a cada composición.
Tras la ceremonia de entrega de premios, que fue presentada con su conocimiento y galanura habituales por Eva Sandoval, y transmitida por Radio y TV, Orquesta y director ofrecieron una actuación prevista en la programación del Festival de Música santanderino. Asier Polo puso de manifiesto su temple, afinación y expresividad en el Concierto para chelo de Dvorák y la batuta su forma clara de desgranar y planificar los timbres del conjunto madrileño en los Cuadros de una exposición de Musorgski/Ravel.