El alcalde de Zalamea, un clásico masivo para reabrir la Comedia
Helena Pimenta inaugura el remozado teatro con versión telúrica y desgarrada del clásico calderoniano
9 octubre, 2015 02:00Carmelo Gómez y Joaquín Notario en un ensayo de El alcalde de Zalamea. Foto: CNTC
Helena Pimenta era consciente de la atracción popular que ejerce El alcalde de Zalamea, un tirón muy difícil de encontrar en otros títulos del repertorio barroco. Fue una de las razones por las que escogió la obra de Calderón para la reapertura, 13 años después de su cierre, del Teatro de la Comedia, sede original de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La expectación de un montaje que devuelve a Carmelo Gómez a la primera línea del escenario ya está sintiéndose en la taquilla. "Hay buenas vibraciones", advierte Pimenta, que estos días previos a su puesta de largo, el próximo 16 de octubre, intenta no defraudarlas.Su versión pretende ofrecer una mirada nueva sobre una pieza jalonada por innumerables precedentes. Algunos de mucha altura, claro. Como el firmado por José Luis Alonso, en el que participaron alguno de los miembros del equipo artístico que ahora ha reclutado Pimenta, como Pedro Moreno, encargado del vestuario. También recuerda la última vez que se levantó por la CNTC, por obra y gracia de Eduardo Vasco y con la presencia, siempre imponente, de Joaquín Notario, también en las filas pimentianas en este nuevo Alcalde (encarna a Don Lope de Figueroa). Fue en 2010. Pimenta lo vio en la escala uruguaya de su gira y ya entonces empezó a rumiar su asalto a esta cota dramatúrgica de nuestro patrimonio.
Pimenta disecciona las distintas acepciones del honor que despliega el texto calderoniano. El honor militar, retratado como una antigualla rancia, que ha perdido su nobleza y ha desdibujado el sentido de la disciplina y la jerarquía. El honor como opinión: la que tienen los demás sobre uno mismo y que azuza la necesidad de guardar las apariencias. El honor como dignidad íntima e individual, que, señala Pimenta, "es un derecho fundamental". Es en este último en el que carga la suerte su adaptación. "Porque ese espacio personal es ultrajado. El alcalde de Zalamea es la historia de una violación de un cuerpo. Por eso, como mujer, me desgarra".
La rabia, la herida, la concreta en un escenario único con forma de frontón. La intención es crear una especie de 'juego', involucrando a la platea en la función, casi como si fuera un grupo de extras, acaso los convulsionados habitantes del pueblo pacense. Esa escenografía tiene la textura de la pintura matérica, que a lo largo del drama es rajada, manchada, baqueteada, "casi como un cuadro de Tàpies", apunta Álvaro Tato. El director literario de Ron Lalá ha sido el encargado de filtrar la literalidad calderoniana, hasta hacerla fluir "como el agua" con la que dar de beber al público contemporáneo.
Su trabajo es un dilema constante. Qué tocar, qué no tocar. He ahí la comezón. Su lema mientras intervenía en un coto sagrado de nuestro teatro ha sido encararse con Calderón con respeto pero sin reverencia. El objetivo: comunicar directamente con el espectador actual. La limitación: alterar lo menos posible la escritura original. Esa encrucijada le ha generado unos cuantos desvelos. Como el que le causó este verso: "Este fuego, esta pasión, / no es amor sólo, es tema,". ¿Es tema? En la época de Calderón, esta palabra de tan amplia significación hoy día, casi un comodín recurrente en nuestra oralidad cotidiana, significaba algo así como monomanía, obsesión, fijación, locura... Tato se resistía a dejarla pero no encontraba un sinónimo convincente. Bajo la ducha, tras dos meses exprimiéndose el coco, se le encendió la bombilla: ¡Demencia! "Aparte de tener una sonoridad antigua, respetaba la métrica y la rima", explica Tato aliviado a El Cultural. Es un buen ejemplo que ilustra su labor cuidadosa, pura filigrana verbal.
Otro de los reclamos de esta puesta en escena es su elenco, que combina integrantes de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico con veteranos de mucha nombradía. Carmelo Gómez encarna a Pedro Crespo, figura central de la obra. "Es un personaje que se adelanta a su tiempo, un hombre que quiere ser villano y no otra cosa, en un tiempo en que los nobles se empeñan en defender el escudo del portalón de sus casas, en cuyo interior no hay nada", explica Gómez. El actor leonés ha ensalzado además la vigencia de El alcalde de Zalamea: "Ocurre en una época en que florece la burguesía, que empieza a vivir de su trabajo y no de las rentas. Es un periodo de transición, como el que vive España y Europa, que deben tomar decisiones valientes y arrojadas para defenderse a sí mismas y a su colectividad".
@albertoojeda77