Martin Provost estrena 'Bonnard, el pintor y su musa': “El París de la 'belle époque' hoy es imposible"
El cineasta relata la intensa relación entre el pintor posimpresionista y Marthe, la mujer que retrató más de 400 veces en un París intelectual mítico.
30 agosto, 2024 02:09¿Somos menos libres de lo que éramos? La pregunta sobre un mundo actual censor y más intolerante frente a un pasado más libérrimo se ha convertido en un cliché de lo contemporáneo. En Bonnard, el pintor y su musa, conocemos a Pierre Bonnard, un artista a caballo entre el siglo XIX y el XX (nació en 1867 y murió en 1947) que quiso oponerse con firmeza a los valores burgueses y vivir una vida realmente bohemia aunque, en una de las muchas paradojas que jalonan su vida, acabó necesitando una rutina burguesa para poder concentrarse en su obra.
Bonnard formó parte del grupo de intelectuales y artistas que se reunía en el "salón" parisino de su amiga íntima Misia, personaje del filme, pianista y musa de grandes figuras como los pintores Toulouse-Lautrec o Renoir en un lugar irrepetible al que también acudían músicos como Ravel que le dedicó dos piezas musicales, o Debussy, que escribió una partitura para ella, sin olvidar poetas como Verlaine o el propio Picasso.
En un momento dado de Bonnard, el pintor y su musa, el penúltimo marido de Misia ya en su madurez se vuelve loco de celos y acusa al grupo de amigos de haberse acostado "todos con todos".
La película, dirigida por Martin Provost (Brest, 1957) refleja ese mundo bohemio de talento pero se centra, sobre todo, en la relación entre Pierre Bonnard (interpretado por Vincent Macaigne) y Marthe (Cécile de France), la mujer a la que amó y pintó, tormentosamente, toda su vida. El artista, que tuvo éxito muy joven, conoció a su musa eterna cuando él tenía 25 y ella 24 años, en 1893, aunque Marthe, para resultar más seductora, le mintió sobre su edad y le dijo que tenía 16 años. Tampoco se llamaba Marthe Meligny si no Marie Boursin pero se había cambiado el nombre para parecer más aristocrática.
En tiempos en que las relaciones sentimentales entre artistas y modelos, cineastas y actrices y etc son miradas con lupa, descubrimos las contradicciones del pintor en su relación con la mujer a la que pintó 400 veces y de la que nunca se separó a pesar de que se negó a casarse con ella, tener hijos y también disfrutó de otras relaciones. Especialmente, con otra de sus musas, Renée (, con la que acabarían formando un trío (a los franceses les encantan los ménage a trois, ya se sabe).
Cineasta conocido por otros biopics (palabra de la que reniega) como el dedicado a la pintora Séraphine de Senlis (Séraphine,2008) y la novelista Violette Leduc (Violette, 2013), Provost reniega de la palabra y es cierto que Bonnard, el pintor y su musa, supera incluso en mucho la calidad media de un género a veces repetitivo y basado en fórmulas tópicas.
Dos asuntos interesan especialmente, la naturaleza profunda del amor en una relación tan larga, toda la vida, como la del "pintor y su musa" así como la manera en la que jamás hubiera logrado tan altas cotas de excelencia sin haber establecido una relación tan profunda con Marthe.
Pregunta. ¿Qué es lo que le interesó de esta historia para hacer una película?
Respuesta. Quería contar la historia de una pareja. Estoy en una edad en la que comienzas a ver el camino detrás de ti y comprender qué es una vida amorosa, un compromiso con alguien. Fueron los productores quienes me ofrecieron el proyecto porque ya había rodado Seraphine sobre una pintora y lo que me interesó era la historia de una pareja que dura para siempre, cómo dos personas que viven juntas atraviesan una vida entera y a través de eso reflexionar sobre qué es el amor en relación con la sexualidad.
»Creo que Pierre y Marthe fueron unos revolucionarios. Vivimos actualmente en una época en la que todo es fácil, donde todo está desacralizado y la sexualidad se convierte en un objeto de consumo. Hubo un tiempo en el que las cosas no eran así y eso creó obras bellas y extraordinarias como las de Bonnard. Y no hay que olvidar que el pintor sin ella nunca hubiera llegado a ser Bonnard.
P. ¿Por qué cree que Bonnard y Marthe fueron revolucionarios?
R. Con los ojos de nuestra época son revolucionarios. En su momento ellos eran simplemente muy libres, muy bohemios, se comportaban sin cortapisas, les daba igual todo… Bonnard ya era famoso a los 24 años y nunca tuvo problemas de dinero. Tuvo una vida fácil para un pintor, la mayoría no tienen tanta suerte. Luego hubo otras mujeres en su vida. Muchos años después de su muerte se descubrió que había tenido un hijo con otra mujer.
P. ¿Cree que vivimos una época más conservadora y por eso a nuestros ojos parecen revolucionarios?
R. Sí, claro, es evidente que vamos de cabeza al conservadurismo. El exceso de libertad por otra parte también es malo. Solo encontramos la libertad en los límites, me doy cuenta cuando hago una película. ¿Qué es ser libre? ¿Es hacer lo que te da la gana? Vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada que no respeta ni a nuestra madre tierra. Hemos perdido algo importante. No querer ver que el mal que hacemos a la tierra nos lo hacemos a nosotros mismos, eso es no haber comprendido nada.
»Hemos perdido la noción de lo sagrado y confundimos la inteligencia con el espíritu cuando no tienen nada que ver. Pierre y Marthe han vivido en esta naturaleza infinita, en este paisaje extraordinario, una vida iniciática y profunda, muy fuerte. Lo vemos en todas las obras. No sé si la palabra revolucionario es la mejor, pero salta a la vista que vivieron una forma de libertad que hoy ya no existe. Intenta coger un barco y dar una vuelta por el Sena, en cinco minutos tendrás a la policía encima de ti. En nombre de la seguridad hemos perdido mucha libertad.
P. Vemos el romance de Pierre y Marthe, también retazos del amor trágico que vive con su amante en la madurez, Renée, y la tensión que genera la necesidad de aislamiento del pintor para crear. ¿De alguna manera los verdaderos artistas están condenados a ser abducidos por su obra?
R. No existen los verdaderos artistas, hay artistas y punto. Los otros no existen. Sí, por supuesto, es difícil. El trabajo artístico necesita mucha soledad, mucha reflexión e interrogación sobre uno mismo. Después son las obras las que van a permanecer y es el tiempo el que decide. Una cosa fantástica de Bonnard es que resiste muy bien el paso del tiempo, no solo eso, cada vez lo resiste mejor. Ilumina nuestra época. A su muerte hubo un conflicto legal por su sucesión y toda su obra estuvo bloqueada durante años, lo habíamos olvidado. Picasso por ejemplo lo detestaba. Pero nunca dejó de seguir su obra porque no comprendía cómo lograba plasmar esa luz.
»Después, al final del siglo XX, esa concepción del cuadro va a explotar con una enorme influencia. Fui a ver una exposición sobre la relación de Bonnard con el arte japonés en Aix en Provence y es extraordinario. Esa calidad tan alta solo es el tiempo quien la decide y la revela. Para mí lo que define a un artista es su compromiso, los riesgos que corre, ir a veces contra su tiempo, no al ritmo del curso de la época, pero algo va a permanecer que hablará a las generaciones posteriores. Es el testimonio más bello que puede dejar nadie tras su muerte.
P. Bonnard conoce a Marthe haciendo de modelo para él y luego a Renée en la misma situación. Actualmente, cuando un pintor utiliza a un modelo o se contrata a un intérprete que sale desnudo en una película se firman contratos prolijos y este tipo de relaciones están bajo la lupa. ¿Hoy veríamos mal esa relación?
R. Esto ha cambiado completamente y es formidable. Es fantástico sobre todo para las mujeres y estoy muy contento. Pero también vemos que se ha ido de un lado a otro y estamos en una especie de privación de libertad. Ya no puedes poner la mano encima de nadie de manera afectuosa sin ser sospechoso.
»Es terrible para la nueva generación. Yo viví la revolución sexual, lo he vivido todo, y veo que volvemos a un puritanismo terrible que es lo que nos queríamos cargar en mayo del 68. Da la sensación de que la humanidad evolucionó y quizá ahora toca volver atrás para volver a evolucionar. Espero y deseo de todo corazón que las transformaciones que nos esperan nos lleven a un mundo más igualitario y libre si no nos hemos pasado de frenada por el camino.
P. Vemos ese París mítico de finales del siglo XIX y principios del XX que era la capital cultural del mundo con pintores como Tolouse-Lautrec, Picasso, Monet o el propio Bonnard, el músico Debussy, grandes poetas como Verlain… ¿Quería reflejar también ese momento único y transformador de la historia de Europa? ¿Sigue marcando la cultura francesa?
R. Ese final del siglo XIX y principios del siglo XX es una época de una riqueza infinita. Cuando preparaba la película en mi cabeza veía ese París. Mi madre por ejemplo estuvo en ese mundo y me habló mucho de ese momento. Lo cual no quita que también había una parte oscura, había muchas personas que pasaban hambre, la suciedad, el Sena era una basura, no había agua corriente…
»Hoy esa ciudad de la belle époque y los grandes artistas es imposible porque todo es tan caro que la obsesión por el dinero ha sustituido con mucho la obsesión por el arte. El metro cuadrado está a 20 mil euros, los artistas ya no pueden vivir en la ciudad, se han tenido que marchar o son muy ricos. Eso me enfada. París ya no es la ciudad del arte, es una ciudad-museo o galería para los turistas. Ya no queda gran cosa.
»¿Hay que ser rico para poder hacer arte en la capital? Pissarro lo pintó todo en su cocina y vivía en un apartamento muy pequeño. El arte actual está demasiado relacionado con el dinero y el lujo. Para los artistas entonces era una vida que escogían y que iba a ser muy dura. Era una militancia. Eso hizo que esa época fuera tan bella y rica, ese compromiso tan profundo con el arte. Caravaggio mató a una persona, era un "chico malo", y Pasolini tampoco era un santo, pero aunque no fueran perfectos llegaron a crear y vivir con sus fantasmas. Si no tenemos derecho a crear libremente, no sé adónde vamos. No digo que no condene todos los errores y delirios de muchos artistas, pero planteo el problema. ¿Qué debemos hacer con ello?
P. Ha realizado ya tres biopics de figuras importantes de la cultura francesa como la novelista Violette Leduc (Violette) y la pintora Séraphine de Senlis (Séraphine). ¿Qué es lo más difícil a la hora de contar cinematográficamente toda una vida?
R. Detesto la palabra "biopic" porque encierra la película en alguna cosa. Trato de reflejar a un ser humano que me remueve por dentro y no tanto contar una vida con la narrativa que nos imaginamos, en cuanto oímos la palabra biopic ya parece que sepamos lo que vamos a ver. Tampoco quiero contar la vida entera desde el principio. Séraphine comienzo en el año 45 cuando empieza pintar y de Violette no cuento su infancia, la reflejo a través de su obra. En el caso los Bonnard, él tenía 25 años y ella le mintió diciendo que tenía 16. Es una vida larga.
»Y quiero concentrarme en la creación porque me parece lo más importante. La creación es algo más simple de lo que tendemos a creer, es una vida muy cotidiana, muy monótona. Hay talento pero hay constancia, una rutina. Bonnard era un hombre atormentado porque creo que era una buena persona y se sentía culpable por no comprometerse totalmente con Marthe y tener líos con otras mujeres. Ese sentimiento de culpabilidad está en toda su obra.
P. Hay una contradicción en esa "rutina y esfuerzo" que requiere la creación, incluso en la propia relación entre el pintor y la musa. Bonnard dice todo el rato que no quiere una vida burguesa, no quiere ser como todo el mundo, pero al mismo tiempo la propia Marthe en un momento dado lo dice, "tenemos una vida muy ordinaria". ¿Qué piensa de eso?
R. Creo que se quedó con ella tantos años porque cocinaba bien y hacía bien el amor… Pierre la obliga a vivir en el campo y eso acabó siendo una buena idea. El artista lo dice, pintar es un camino interior y ese camino solo pudo seguirlo por ella. Sin Marthe jamás lo hubiera conseguido.