"Te olvidaste compañero de que un día bailamos en la plaza del Rossío"
Claveles, la obra teatral de Emma Riverola interpretada por Silvia Marsó y Abel Folk, revive el fervor de la Revolución portuguesa 50 años después.
30 abril, 2024 02:28El 25 de abril de 1974, en Portugal todo cambió. Después de 48 años de dictadura fascista, bajo la luz pálida del amanecer, se derrumbó el régimen del Estado Nuevo. A las 00:25 sonaba por las calles Grândola, Vila Morena del cantautor José Alfonso, señalando el inicio de la revolución que devolvió la democracia a Portugal.
Esa madrugada un joven soldado, desde un tanque en la plaza del Rossío, pidió un cigarrillo a una camarera que estaba regresando a casa. Celeste Caeiro no tenía cigarrillos, en las manos solo llevaba claveles y así le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y disparó. Todos sus compañeros repitieron el gesto, como símbolo de no querer disparar sus armas y la ciudad se llenó de flores rojas.
[Los claveles de la revolución portuguesa de 1974 también florecieron en España]
"Lisboa. Creo que es el momento de mi vida más efervescente. 40 años de dictadura estallando en miles de claveles. No teníamos ni 20 años. Pero estuvimos. Lo vimos. Supimos que era posible. Yo creo que aquello marcó nuestras vidas", recita el personaje de Javier encima del escenario del Teatro de Rojas de Toledo.
Este 25 de abril de 2024 se celebraron 50 años desde aquel día que marcó la historia de Portugal. Para celebrar, la ciudad de Toledo acogió el estreno nacional absoluto del espectáculo Claveles, protagonizado por Silvia Marsó (Barcelona, 1963) y Abel Folk (Barcelona, 1959). Con texto de Emma Riverola, escenario y luces de Paco Azorín y vestuario de Patricia Monné.
"Claveles quiere ser un ejemplo de teatro en estado puro, teatro de palabra y a través de la palabra, teatro de ideas y de emociones", afirma Folk. Javier y Violeta, protagonistas del espectáculo invitan al espectador a revivir sus pasados, el amor libre, el dolor arrastrado, el silencio y las ganas de revolución, de defender los ideales, de bailar en la plaza del Rossío de Lisboa.
Se abre el telón
Abril 1974. Estalla la Revolución. Tres jóvenes estudiantes españoles, Violeta, Javier y Ramón, viajan a Lisboa para vivir el nacimiento de la democracia. Tienen 20 años, están llenos de amor, pasión y ganas de vivir.
Abril 2024. Un bosque frondoso de fondo. Una casa en medio del escenario. Gran cantidad de libros, vinilos y una urna funeraria. Suena Grândola, Vila Morena. Javier y Violeta, uno frente al otro, contemplan los últimos 40 años pasados en silencio, con un ramo de claveles rojos entremedio.
La historia se sitúa 50 años después del estallido de la revolución. Javier visita a Violeta, porque Ramón, la pareja de ella, acaba de fallecer. Llevan 40 años sin verse, 40 años de rencor, de dolor, de verdades ocultas. En 80 minutos de función, el encuentro desvela el pasado con todos sus secretos guardados. Se sacan las atracciones amorosas cruzadas, las ambiciones políticas fallecidas, los ideales compartidos, las utopías perdidas.
La memoria del relato
"Tú eres la utopía, la capacidad de resistencia, la voluntad de no conformarte con el rincón en el que quisieron relegarte. Eres la memoria, pero no la complaciente que edulcora el pasado o llora porque su tiempo ya pasó. Tú te has adentrado en la sombra y has señalado todos nuestros errores. Pero eso no te ha hecho renunciar a la esperanza. Sigues buscándola", recita Javier.
El personaje masculino se ha convertido en un político pragmático, "el presidente menos recordado", como se define él mismo. Violeta es filósofa y referente intelectual de la izquierda, un espíritu libre y muy crítico. Alza la voz sobre varios temas actuales, denuncia el papel de la mujer en la sociedad, la necesidad de una escritura sincera, honesta que rompe y hace ruido. "Es un personaje que tiene mucho que decir", afirma la actriz Marsó.
El encuentro entre los dos viejos amantes remueve en las memorias, reconstruyendo el relato de sus juventudes. Javier ha venido buscando una reconciliación, incitando a Violeta a resucitar el pasado oculto. "Con este relato has construido tu memoria. Tu verdad. Lo has dicho antes, hay que enfrentarse a los interrogantes del pasado, al porqué de las decisiones que tomamos".
Los recuerdos se mezclan, abordando el amor, la traición, la lucha de clase, los abusos sexuales. Todos lo que dos personas no han sido capaces de comunicarse, de entenderse, de perdonarse, sale como una explosión. Al final, dice Violeta, "la lucha por la libertad se diluía en los despliegues de nuestra piel".
Sobre el escenario
"Cómo la cagamos... y todo lo que salvamos", afirma Javier mirando fijamente a la mujer que tiene enfrente. El tiempo ha pasado, pero los recuerdos son intensos. Claveles cuenta la historia de tres personajes que han compartido amor y política, con un tono que alterna ironía y emoción.
Sobre el escenario los personajes se mueven en el pequeño espacio, invitando al espectador a participar en varios momentos. El público aplaude, ríe, llora y canta con ellos. Los personajes sacan todo tipo de emociones y consiguen penetrar en el alma del espectador.
Javier y Violeta cuentan un pasado tormentoso donde la lucha política envolvía el ambiente. "¡La plaza del Rossío! Todos cantábamos, bailábamos, la gente lanzaba flores a los soldados y ellos nos devolvían sonrisa. ¿Recuerdas la asamblea? Allí, allí mismo se votó cambiar el nombre del puente. De Oliveira Salazar a 25 de abril. Unos cuantos fueron con pintura y lo bautizaron inmediatamente". Sus palabras crean imágenes, llenas de colores, movimiento y adrenalina.
Cambiar el mundo era posible
"En abril del 74 estábamos convencidos de que podríamos cambiar el mundo". Para el Partido Comunista de España, lo que estaba pasando en Lisboa demostraba que el ejército puede ser una fuerza progresista. Los jóvenes creían que una revolución era posible. "Aquello era el principio de algo que imaginábamos grande. Y lo fue. El olor de los claveles llegó hasta nuestras calles".
Los diálogos son vivos y explosivos aunque en varias ocasiones se pierden en el abstractismo. La historia no penetra en el contexto social y político de la revolución portuguesa. Los personajes llevan a los espectadores a revivir el fervor de esos años y los devuelven al presente, 50 años después.
Sin embargo, la representación teatral es una propuesta de reflexión, un momento para reunirnos todos en silencio a mirar el pasado y reflexionar sobre el futuro. Más allá de la coyuntura política, Claveles quiere revivir la "esperanza sin manchas".
"Si la revolución de los claveles estallara hoy y fuésemos jóvenes, ¿sentiríamos que esa es nuestra revolución? ¿Quiénes? ¿Cómo seríamos?", se pregunta Javier. Han pasado 50 años desde entonces y todo ha cambiado. Hoy en día no existe ese fervor de revolución, esa necesidad de sentirse parte de algo más grande, de intentar cambiar las cosas. "Cuando bailábamos en la plaza del Rossío sabíamos quién era el malo. Ahora hemos perdido el sentido de la lucha".
Violeta le responde: "Si fuéramos jóvenes quizá soñaríamos con otra revolución. Pero contra vosotros". Las batallas no están acabadas y es aquí cuando el público se da cuenta de que está sentado en una silla y que allí fuera, fuera de este gran teatro existe un mundo que hay que defender. La pregunta, la gran pregunta: "¿creemos que aún tenemos capacidad para cambiar algo?" deja al público en silencio.
Abiertos todos los armarios y desnudados los fantasmas, Javier invita a Violeta a acompañarle a Lisboa, a esa misma plaza del Rossío, para celebrar el aniversario de la Revolución. Violeta está perpleja, "no queda nada de lo que nosotros vivimos". Silencio. Javier cree en la esperanza: "nosotros sí, lo queríamos eterno y lo es".