'El extraño', la otra ventana indiscreta
La directora Chloe Okuno debuta con una película de terror psicológico a fuego lento cuya mejor baza es su atmósfera de peligro e indefensión
17 marzo, 2023 02:34El cine es cosa de mirones. La pasión por espiar lo que hacen los demás, sobre todo si no nos ven, es la base de buena parte de nuestro amor por las historias de la pequeña o la gran pantalla. Otra cosa, claro, es que te miren a ti.
El extraño (en realidad The Watcher: el vigilante), primera película de su directora, Chloe Okuno, juega clara (o más bien oscuramente) en la liga de clásicos del suspense escópico como La ventana indiscreta de Hitchcock, Los ojos de Laura Mars de Irvin Kershner (con guion de John Carpenter) y muy especialmente, la llamada “trilogía del apartamento” de Polanski, formada por Repulsión, La semilla del diablo y El quimérico inquilino. Todo en ella se fundamenta en el miedo intenso a ser observados, vigilados, pero también en cómo esta emoción puede convertir a su vez al vigilado en vigilante, al acosado en acosador.
Junto a esta tradición del thriller en la frontera del terror psicológico, el filme de Okuno se inscribe también en otra larga estirpe gótica: la de la heroína desamparada a quien nadie cree, que se debate entre el miedo y la locura, dudando a veces de su propia cordura.
['Sick of Myself': una narcisista de manual obsesionada con el reconocimiento]
Un sentimiento que aquí se explora y explota inteligentemente al convertir lo que originalmente era una historia situada en Brooklyn en una intriga que lleva a su protagonista a una ciudad extraña (Bucarest), en un país distinto al suyo y, sobre todo, rodeada por un idioma que apenas entiende. La alienación e inseguridad que esto provoca, encarnada por el poco empático marido, contribuyen a aumentar la atmósfera de peligro e indefensión. Y de eso se trata: de atmósfera.
La mejor baza del terror a fuego lento de El extraño es su atmósfera. La cuidada fotografía, su geométrica composición de planos, que hacen de la protagonista una figura perpetuamente aislada en una desolación urbana y humana agobiante, el uso del color y los silencios, sacan la película a flote por encima de su previsible intriga.
Maika Monroe resulta perfecta en su personaje, con el que la directora nos identifica sin dudarlo, salvo cuando se excede en acompasar sus ritmos con el propio ritmo sosegado del filme, llegando a resultar un tanto exasperante. El problema, que no afecta a su agradable dejarse ver, es que la trama en sí resulta demasiado obvia.
Desde el punto de vista formal Okuno maneja los elementos de forma elegante y eficaz. Lo que debería ser el corazón de la trama, la ambigüedad entre pesadilla y realidad, entre paranoia imaginaria y peligro auténtico, se sacrifica al punto de vista de la protagonista, quedando anulado desde el principio.
La elección de actores como Karl Glusman en el papel del marido y, sobre todo, Burn Gorman, como “el extraño”, nos dice todo lo que no necesitábamos saber. Y la aparición literal de la “pistola de Chéjov” no muy avanzada la película, revela innecesariamente su final. Quizás haya llegado el momento de prescindir de algunos consejos de guion, que tienen ya más de un siglo de existencia.