'Tenet', perdidos en el tiempo con Christopher Nolan
Christopher Nolan vuelve a retar al espectador con una película fallida en su megalomanía y en su pretenciosa inteligencia que, sin embargo, se sostiene por una idea visual de lo más atrevida y deslumbrante que pone en valor la importancia de la escala en el cine
26 agosto, 2020 08:56A Christopher Nolan le gusta jugar con el tiempo, como ha demostrado en varias ocasiones. Ya en su segundo filme, Memento (2000), la trama se desplegaba hacia atrás para meternos en la piel de un hombre sin memoria reciente que investigaba la muerte de su mujer con la ayuda de tatuajes y fotografías instantáneas. En Origen (2010), el director británico subía la apuesta con un filme en el que un grupo de espías se adentraba en los sueños de hombres poderosos para robarles sus secretos o introducirles ideas en la cabeza. La concepción del mundo onírico desde un punto de vista extrañamente racionalista, como una superposición de capas en las que el tiempo se va progresivamente dilatando, permitía la ejecución de un montaje paralelo de tres set-pieces que convergían al mismo tiempo en un impactante clímax.
En Interstellar (2014), Nolan escenificaba la Teoría de la Relatividad a través del viaje de un astronauta desde un planeta Tierra moribundo a los confines del universo en busca de una esperanza para el ser humano. Y en Dunkerque (2017), hasta la fecha su mejor película, de nuevo a través del montaje paralelo (y en esta ocasión sin necesidad de justificar la decisión, absolutamente eficaz en el plano emocional), mezclaba la peripecia de un soldado británico varado en la playa francesa durante una semana, las 24 horas que emplea un barco de recreo en cruzar el Canal de La Mancha para ir al rescate y los 60 minutos de misión suicida del piloto de un avión.
En Tenet, que por fin se estrena este miércoles tras un sinfín de retrasos provocados por el coronavirus y con unos exhibidores esperanzados en que sea el filme que devuelva a los espectadores a las salas, Nolan decide dar un salto mortal con tirabuzones y se lanza directamente a plantear un filme de viajes en el tiempo, con la habitual ración de paradojas espacio-temporales preparadas para que colapse el cerebro de los espectadores.
Atrapado en el mecanismo
Lo cierto es que es difícil seguir el hilo de lo que ocurre en pantalla y apostaríamos a que el guion incurre en alguna que otra incongruencia (habrá que esperar a que mentes privilegiadas pueden desentrañar las líneas temporales que se mezclan y confunden para cerciorarnos). Frente a Origen, su otra película de espías, acción y ciencia-ficción y con la que guarda mayores similitudes tonales, esta es claramente más críptica, hasta el punto que el propio director parece atrapado en su mecanismo y el espectador corre el riesgo de sufrir un ataque de ansiedad si pretende atar todos los cabos sueltos. Y si, en aquella, la clave consistía en ver si la peonza caía o seguía rodando, ahora lo primordial es ver si gira hacia delante o hacia atrás.
La puesta en escena vuelve a ser aséptica y fría, marca de la casa. Los personajes apenas son esquemas (la historia de madre coraje de Elizabeth Debicki es de lo más tópico y el malo de Brannagh, de folletín). Los actores capean el temporal, pero a veces parecen tan perdidos como el espectador. John David Washington (vástago de Denzel, visto en Infiltrado en KKKlan) no parece la mejor elección de casting para el protagonista, mientras que un actor tan atrevido y estimulante como Robert Pattinson, tras un aparición prometedora, resulta de lo más desaprovechado. La consabida atracción entre los personajes de Washington y Debicki carece de la química necesaria y apenas hay espacio para que los personajes salgan de su pose atormentada y se muestren realmente humanos. Y aunque el arranque del filme es poderoso, con una secuencia de acción tensa y precisa, lo cierto es que el resto de set-pieces, desde el robo del aeropuerto al clímax bélico, no dejan nada realmente memorable en el recuerdo. Ante la premisa, el presupuesto y la firma del director, era razonable esperar algo más.
Al final, ya que el guion es confuso (a pesar de las explicaciones de clase de primaria que ofrecen los personajes), las relaciones, las motivaciones y la personalidad de los personajes bastante superficiales, y la acción algo acelerada, solo resiste una idea visual y estrictamente cinematográfica como único sostén de todo el entramado: los personajes no viajan del presente a un punto concreto del pasado sino que, a través de una misteriosa máquina, se introducen en un mundo que gira hacia atrás, como si pulsáramos el botón de rewind. Esto ofrece los instantes más interesantes (aunque simplemente a nivel estético) de un filme, a la postre, fallido en su megalomanía y en su pretenciosa inteligencia.
En cualquier caso, Nolan lo ha vuelto a hacer. Su película será sin asomo de dudas el blockbuster del verano, aunque sea por incomparecencia del rival. Al menos hay que agradecerle al director que siga retando al espectador con ideas sin duda atrevidas y refrescantes y que no pierda la ambición de hacer valer la escala en el cine. Si algo está claro es que Tenet hay que verla en pantalla grande.