Image: Origen, la imaginación sin límites de Cristopher Nolan

Image: Origen, la imaginación sin límites de Cristopher Nolan

Cine

Origen, la imaginación sin límites de Cristopher Nolan

"Dalí o el mismísimo Buñuel hubieran admirado esta película que le da un nuevo sentido más moderno y rabioso al surrealismo"

6 agosto, 2010 02:00

Una escena de Origen, de Christopher Nolan

Tiene cierta lógica que, tras la enorme expectación creada a raíz del apoteósico estreno de Origen en Estados Unidos los críticos afilaran las uñas. La realidad, sin embargo, es que Origen es un nuevo paso en ese camino de plenitud artística que está recorriendo Cristopher Nolan. La película es, ante todo, un gigantesco ejemplo de virtuosismo visual, un espectáculo apabullante de una riqueza pictórica indiscutible que seduce al espectador por la original y contundente belleza de sus imágenes. Origen, con su intrincada trama de espionaje se ofrece como el corolario a una ciencia ficción moderna y rompedora para, además, ofrecer una profunda y apasionante reflexión sobre los límites entre la ficción y la realidad, una dicotomía que sería demasiado simple aplicada tan sólo al arte narrativo como a nuestra vida diaria: ¿Es lo que vemos real o su sentido se nos escapa?

Es un planteamiento apasionante para un filme que enlaza directamente con el primer Nolan, el de Memento, el interesado en reflexionar entre los límites de la percepción. También hay rasgos del Nolan de Insomnia, ese extraño thriller en el que Al Pacino interpretaba a un policía que no puede dormir. Y hay, como en la extraordinaria El caballero oscuro, una reflexión sobre la violencia, una plasmación física y dolorosa del terrorismo y una reflexión sobre el bien y el mal. Así, Origen, puede entenderse también como una especie de summa poética con la que el británico parece querer dar por concluido su propio camino por los abismos de la inestabilidad mental.

Explicar el argumento es complicado. A grandes rasgos, trata sobre Dom Cobb (Leonardo DiCaprio), un ladrón especializado en meterse en la mente de los demás a través de los sueños. Desolado aún por la muerte de su amada esposa (Marion Cotillard), magnética, recibe una última oportunidad para dar el golpe definitivo (único tópico de un filme que los rehuye todos) y poder pasar el resto de su vida en paz consigo mismo. A partir de aquí, Nolan propone al espectador un complejo puzzle (que a pesar del caos aparente intenta recomponer) en el que el presente, el pasado, la realidad y los sueños se van superponiendo creando una sensación de desconcierto que tiene tanto de hipnótico como de perturbador.

Sin duda, Dalí o el mismísimo Buñuel hubieran admirado esta película que le da un nuevo sentido más moderno y rabioso al surrealismo. Todo ello, realizado sin apenas utilizar trucos digitales (lo cual se agradece) y cuidando cada fotograma como una gema. Hay momentos realmente sobrecogedores que dan fe de la fuerza del cine cuando también éste se entiende como imagen. Muy cercano a Roland Emmerich en algunos momentos, lo que hace Nolan es refinar y darle un nuevo espíritu a un mismo espíritu de reivindicar la superproducción como género "epatante" por excelencia.

Empeñado en realizar un filme "grande", Nolan logra algo grandioso: que el espectador se trague las dos horas y media (largas) que dura la película absolutamente deslumbrado y emocionado, como lo que uno sentía que era niño. Origen es cine grande, caro y artificioso y tiene algunas costuras debidas a la ligera tendencia al efectismo, el pobre desarrollo de algunas subtramas y quizá 15 minutos de más. Pero lo que tiene que proponer lo hace de forma rotunda y las brutales imágenes que desfilan por la pantalla lo dejan a uno con la sensación de que, efectivamente, uno nunca sabe dónde empieza el sueño, o la pesadilla.