Image: Danny Boyle: No soy evangélico respecto a Steve Jobs

Image: Danny Boyle: "No soy evangélico respecto a Steve Jobs"

Cine

Danny Boyle: "No soy evangélico respecto a Steve Jobs"

18 diciembre, 2015 01:00

Danny Boyle

Ha tenido muchos pretendientes, pero al final fue Danny Boyle quien se llevó el gato al agua. El 1 de enero llega a las salas españolas Steve Jobs, el biopic escrito por Aaron Sorkin (La red social) del fundador de Apple. Hemos viajado a Londres para hablar con el director sobre la película, el lado oscuro de Jobs y también sobre la secuela que prepara de su mítica Trainspotting.

Probablemente sería injusto recordar a Danny Boyle (Gran Bretaña, 1956) por aquella crónica redentora y sentimental (y regada de Oscars) sobre un niño de las calles de Bombay que se hace millonario en un concurso televisivo. O quizá no. Lo cierto es que con Trainspotting (1996) forjó su leyenda y con Slumdog Millionaire (2008) la sepultó. La leyenda obedece a la del cineasta eléctrico y sin complejos, forjador de un histerismo visual salpicado de música tecno y emociones extremas. A Boyle siempre la he gustado lidiar con personajes que luchan no solo por su superviviencia, sino esclavos de su ambición. A esas mismas premisas obedece el retrato que ofrece del fundador de Apple en Steve Jobs, a partir de un guion de Aaron Sorkin (La red social) que en principio iba a dirigir David Fincher, basado en la biografía autorizada de Walter Isaacson.

El guion de Sorkin está dividido en tres actos, que comprenden los minutos anteriores a la presentación pública de tres dispositivos por parte de Jobs -el McIntosh en 1984, el Black Box NeXT en 1988 y el iMac en 1998-, no necesariamente los más conocidos y exitosos, pues el iPhone queda fuera de campo y el iPod recibe una mención visionaria. La compleja personalidad de Jobs (Michael Fassbender) transcurre por tanto entre bambalinas, en los alrededores del escenario, cuando lo privado es la antesala de lo público, mediante su relación con un puñado de personajes basados en personas de su entorno: su asistenta Joanna Hoffman (Kate Winslet), el genio informático Steve Wozniak (Seth Rogen), el presidente de Apple (John Sculley), el científico Andy Hertzfeld (Michael Stulhbarg), el periodista Joel Pforzheimer (John Ortiz), su primera novia (Lisa Brennan) y la hija que tuvo con ella, Lisa (interpretada por tres actrices).

P.- ¿Cómo se imaginó la transformación del guion, de aspecto teatral, en un dispositivo cinemático?
R.- Nunca había leído nada igual. Incluso Tarantino dijo recientemente que, en cuanto al nivel de diálogos, nadie puede superar a Aaron Sorkin. Así que al principio me sentí realmente intimidado, y pensé "Madre mía, ¿cómo voy a hacer una película con esto?" ¡Es un guion muy hablado! Reaccioné al guion de forma intuitiva, pero después volví sobre él para analizarlo, y lo que está haciendo es una gran provocación, porque te da 185 páginas de gente hablando entre sí y nada más. Había tres secuencias y seis personajes, y puede resultar tan sofocante como una prisión, pero al mismo tiempo es una oportunidad para hacer lo que quieras. Para los actores también. Se pueden hacer muchas variaciones al respecto. Así que hemos lidiado con la restricción y la libertad. Tenemos los tres actos, que son cíclicos, pues vemos a los mismos personajes en ocasiones similares, pero había que hacer cada acto completamente distinto.

P.- ¿Por eso rueda en tres formatos distintos?
R.- Rodamos el primero acto en 16mm, en un teatro muy funcional y básico, que daba ese aire home-made, porque queríamos destacar el carácter rebelde, punk y pirata de Steve Jobs entonces. Él mismo se hacía llamar pirata contra IBM. Así que el look es impaciente, sucio, grueso... Luego nos movemos a la segunda noche, con las mismas personas, pero debido a que hay un motivo de venganza en la historia, quería provocar esa atmósfera de perturbación. Lo hicimos en la Opera House y rodamos en 35mm, con rojo, dorados, música de ópera, y tiene un aspecto de ilusión. Y en la tercera parte, rodada en HD, introdujimos un sentimiento limpio, veloz, elegante, como quería Jobs que fueran sus productos. Tiene todo lo que quiere, o al menos lo aparenta. Sus víctimas están retratadas sobre todo en su hija. Así que cada una de las partes tiene una textura distinta, un vestuario, un ritmo y una música distintas, para dar la sensación de que la historia avanza en el tiempo y no es cíclica. P.- ¿Cuál era su percepción de Steve Jobs antes de hacer la película y cuál es ahora?
R.- Bueno, no sabía mucho de él. Utilizo sus productos, estoy familiarizado con el mundo Apple, como casi todos los que nos dedicamos al cine. Sabía algunas pequeñas historia sobre él, pero nada con detalle. Lo que sé ahora es lo importante que es hacer películas sobre estas personas, como La red social, y ahora Steve Jobs, que es como una segunda parte de una trilogía escrita por Aaron Sorkin. Porque esta gente y su éxito, y el modo en que se convierten en nuestros amigos, les hace distintos. Nunca pensamos en una compañía farmacéutica o en una entidad bancaria como si fueran amigos, pero esta gente sí, porque sus productos tienen un carácter amigable. Pero de hecho su empresa es más grande que cualquier otra empresa, más grande que muchos países. Y ninguna ley va a ir contra ellos, consiguen los abogados más caros y salen del paso haciendo lo que quieren. Así que es necesario que se escriban libros sobre ellos, y se hagan películas, musicales, documentales, porque será la forma de valorarlos y juzgarlos en nuestro tiempo. Nosotros diremos que su política de promoción no es la única historia sobre ellos. Eso es lo que he descubierto durante el proceso. No soy evangélico respecto a Steve Jobs, pero sí soy evangélico sobre lo importante que es hacer este tipo de películas.

Michael Fassbender interpreta a Steve Jobs

P.- El filme plantea necesariamente la frontera entre el mito y el hombre, ¿cómo ha abordado esa cuestión?
R.- Es algo extraño. No sólo para mí, también para Michael Fassbender interpretándolo. Jobs construyó ese mito, de forma minuciosa, en los últimos años de su vida, cuando sabía que iba a morir. Controló el libro de su biografía oficial (aunque su familia lo desautorizó), concedió entrevistas para manipular la imagen que iba a quedar de él. Quería que todos los cabos quedaran bien atados... Esa era su personalidad.

P.- Siempre está rodeado de figuras icónicas del siglo XX, y el montaje de la película lo coloca en analogía con Picasso, Bob Dylan, Cassius Clay, Albert Einstein, John Lennon, Martin Luther King, Arthur Clarke... ¿Cree que la relevancia de Steve Jobs es comparable a la de ellos en la cultura reciente?
P.- A él siempre le gustó compararse con genios. Era un fan absoluto de Bob Dylan, y utilizó algunos de sus versos en campañas promocionales de sus productos, como yo utilizo alguno de sus temas en el filme. A Jobs le gustaba equipararse con figuras antisistema, que transformaron el status quo en sus propias áreas creativas. Creo que él fue incluso más influyente que todos ellos, pues transformó la comunicación, que afecta de un modo personal a todos nosotros. Él y otros han dado la vuelta a la forma en que nos comunicamos, incluso al propio concepto de lo que es el periodismo y la información. Ha transformado el cine. En 1984 Apple era una compañía rebelde contra el monopolio, y ahora está en la misma posición que entonces estaba IBM, solo que duplicando su tamaño.

P.- No parece casual que sea 1984. La alusión orwelliana es clara...
R.- Por supuesto, no es ninguna coincidencia, hay una intención expresa en utilizar esa circunstancia para el guion. Hay un lado oscuro detrás de la tecnología Apple, y cómo ha transformado todo, que no podemos dejar de lado. Hay un gran libro, The Circle, de Dave Eggers, una ficción que retrata la distopía de una red mundial hiperinterconectada que parece completamente viable, sobre una corporación que es Google y Apple al mismo tiempo y empieza de forma benigna pero se transforma en una auténtica pesadilla.

P.- El vehículo emocional del filme es Lisa, la hija que Steve Jobs al principio no quiso reconocer como suya pero que acabó ejerciendo un papel fundamental en su vida... R.- Es algo que añadimos nosotros al guion de Sorkin. Le pedimos permiso para hacerlo. Uno de los factores más importantes por los que hice la película fue por esa relación paterno-filial. Yo mismo tengo dos hijas, y aunque espero no haberme comportado con ellas como lo hizo Steve Jobs, sé que hay sacrificios que tienes que hacer cuando ambicionas una carrera en un trabajo que consume mucho tiempo de tu vida. Así que, a nivel personal, lo que más me mueve del filme es la historia del padre y la hija.

P.- El filme deja claro que Jobs no sabía nada de informática, pero que tenía una mente visionaria. En cierto modo, hay un paralelismo entre él y un director de cine.
R.- Como directores de cine, la mayoría de nosotros no tenemos ninguna aptitud especial, no dominamos ninguna técnica. Yo no puedo ni conectar una cámara, no puedo dibujar un set ni cosas así... Pero empatizamos con los mejores, buscamos a los mejores, compartimos nuestra visión y nuestro sueño con ellos para que den lo mejor de sí mismos. Eso hacía también Steve Jobs. Él les llamaba los 'A-listers'. El genio informático era Wozniak, y Jobs era el director de orquesta. Lo que hacía era sintetizar y reconducir el talento hacia un lugar determinado. Estaba inventando el futuro. Su defecto es que quizá nunca dio el crédito suficiente a los demás, a los que le llevaron hasta la cima del mundo, entre ellos Wozniak, porque es cierto que Jobs no era ningún técnico. Toda la parte promocional de su vida va encaminada a encubrir eso. Si estudiamos de verdad su carrera, nos damos cuenta que todos sus grandes hitos pertenecen al trabajo de otros: alguien escribió ese discurso, alguien diseñó esas imágenes, alguien desarrolló ese software... Pero él manejaba el timón, iba adelante con ello o no, y en eso se parece mucho a un director de cine.

Michael Fassbender interpreta a Steve Jobs

P.- Todos los personajes retratados en la película, excepto Jobs, están vivos. ¿Les tuvieron en cuenta durante la producción de la película?
R.- Bueno, sé que Aaron [Sorkin] habló con todos ellos para escribir el guion. Y yo hablé con todos excepto con Chrisann Brennan, la primera mujer de Jobs, aunque sí conocí a la hija de ambos, a Lisa. Ninguna de ellas dos quisieron venir al rodaje, pero todos los demás vinieron a conocer a los actores que los interpretaban. Yo conocí a Lisa en Nueva York, tuvimos una breve reunión, básicamente para explicarle lo que iba a hacer. Lo cierto es que con Aaron fueron de mucha ayuda, y mostraron confianza en el proyecto, y luego en el rodaje fue bueno para los actores tener la oportunidad de conocer a sus pares en la vida real.

P.- ¿Qué cree que aportaron a la película?
R.- No demasiadas cosas. Creo que lo que Aaron ha hecho es de carácter shakesperiano. Hay algunos hechos, pero descartó la gran mayoría de ellos; cogió algunas esencias y el resto es una abstracción. Tal y como eran las obras de Shakespeare. Si las contrastamos con la historia, se caen por su propio peso, pero en verdad es una abstracción de una esencia, que es lo que te conduce a la creación de los personajes. La película hay que entenderla de ese modo. Es un viaje por el camino de la vida, en el que luchas, resistes, conquistas, y entonces te das cuenta de que hay un error, algo roto en ti, y debes trabajar con ello y saldar deudas con tu pasado. Y lo hace. La película ignora que Jobs claramente tuvo una vida familiar muy exitosa porque lo que queremos ilustrar es otra cosa. Es un hecho que entre 1988 y 1998 tuvo una familia con Laurene Powell, pero no queremos incluir eso, porque esto es un drama shakesperiano, y nos centramos en el hecho documentado de que tuvo una hija con una novia de la universidad, a la que no reconoció y que en los últimos años de su vida se reconcilió con esa hija perdida, trató de recuperar junto a ella el tiempo perdido. Como dijo Raymond Chandler, toda obra de arte tiene la cualidad de la redención. Cogemos a un personaje, sea real o ficitico, y lo hacemos avanzar hacia la redención.

P.- Hay una linea en la que Jobs dice que es como Julio César rodeado por enemigos...
R.- Sí, no tiene ningún complejo en compararse con él. Y en un momento mostramos una foto de Napoleón, y lo hicimos porque una de las personas a las que destruyó, Jeff Raskin, solía decir que sería un buen Emperador de Francia, que se comportaba así.

P.- El scorse musical de Daniel Pemberton juega un papel muy importante. ¿Como trabajó con la música?
R.- Hicimos algo muy inusual. Cuando haces una película estos días lo primero es hacer un simulacro. Montas con fragmentos de otras bandas sonoras, o con temas concretos, y le muestras eso al compositor para que haga algo parecido. Así es como funciona el negocio. Y es terrible. Porque básicamente lo que acabas haciendo es un pastiche de otra cosa. Sabía que siguiendo este procedimiento hubiéramos utilizado el score de Trent Reznor en La red social, que es magnífico, para decirle a Daniel que hiciese algo similar. Así que decidimos no hacer eso. Semanas antes de que empezáramos a rodar, le comenté algunas ideas para que empezara a trabajar en una composición original a partir de ellas, bajo el concepto de los tres actos. Así que hizo la música antes de comenzar el rodaje, y luego lo fuimos encajando. Fue un proceso más genuino.

P.- Se ha confirmado que rodará la secuela de Trainspotting. ¿Qué puede contar al respecto?
R.- Pues que seguramente rodemos en mayo o en junio, en Edimburgo, y trataremos de estrenar la película en el 2016 porque se cumplen veinte años de la primera. Tenemos a todos los personajes y actores originales, y la historia transcurre veinte años después.

@carlosreviriego