Salvador Viniegra: ‘Promulgación de la constitución de 1812’, 1912. Museo de las Cortes de Cádiz. Miguel Artola dirigió los nueve volúmenes de la colección ‘Constituciones españolas’ y se encargó del segundo: ‘La Constitución de 1812’

Salvador Viniegra: ‘Promulgación de la constitución de 1812’, 1912. Museo de las Cortes de Cádiz. Miguel Artola dirigió los nueve volúmenes de la colección ‘Constituciones españolas’ y se encargó del segundo: ‘La Constitución de 1812’

ENTRE DOS AGUAS

Miguel Artola, el historiador que estudió la complicada España de la Ilustración y la Pepa

El autor de 'Los afrancesados' y 'Europa' indagó en los períodos más complejos de nuestra historia, incluido en el de la Constitución de Cádiz de 1812

28 julio, 2023 01:14

Hace ya tres años que, poco después de su fallecimiento, dediqué esta sección al profesor Miguel Artola Gallego, maestro de historiadores. Vuelvo ahora a recordarlo con ocasión del centenario de su nacimiento (12 de julio de 1923) y de la publicación de dos trabajos suyos, que unidos bajo el título De la Ilustración al Liberalismo, ha recuperado Urgoiti, editorial que tanto ha hecho y hace por rescatar textos clásicos de la historia.

No hay mejor manera de recordar a un historiador que revisitando su obra, y aunque estos trabajos no figuren entre los grandes textos de Artola, sí que son representativos de lo que fue su gran interés, la compleja historia española del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, y primera mitad del XIX, representadas en este libro por dos figuras importantes de ese período, los asturianos Gaspar Melchor de Jovellanos y Agustín de Argüelles.

Fue compleja esa historia, sí, y también frustrante, frustración que se detecta en la obra de Artola ya desde sus inicios, como se evidencia en uno de sus libros más notables, Los afrancesados (Alianza Editorial 1979; Espasa 2008): “No existe –escribió allí– una Ilustración española porque no existe en España un cuerpo de filósofos y tratadistas políticos imbuidos en las nuevas ideas”.

El eje de la obra de Artola está en la política asociada a la economía y las legislaciones. También en la ciencia y la tecnología

Sin embargo, el paso del tiempo modificó su visión. Ilustrativo en este sentido es el artículo que publicó en 2010 en la revista Torre de los Lujanes, en el que se lee: “La tercera nota característica de los ilustrados [españoles] era el fracaso. No consiguieron llevar a cabo sus proyectos. Esta imagen la recibí cuando me inicié y la mantuve durante muchísimo tiempo, hasta fechas muy recientes [pero] los proyectos ilustrados se completaron con un proyecto político revolucionario con los liberales”.

La Ilustración española, los afrancesados, ocupó parte de la obra de Miguel Artola, pero sus trabajos abarcaron otros temas, aunque en más de un sentido nunca renunció a analizar los principios, la racionalidad esperanzada, que caracterizó a los buenos ilustrados y a sus “herederos” liberales. El eje central de su obra se encuentra en la política, una política asociada a la economía y a las legislaciones. De estas, me limitaré a mencionar su dirección del magno proyecto que desarrolló la editorial iustel entre 2007 y 2008: Las Constituciones españolas. Nueve volúmenes en los que participaron prestigiosos expertos, con Artola encargándose, muy apropiadamente, junto a Rafael Flaquer Montequi, del segundo volumen: La Constitución de 1812.

Miguel Artola.

Miguel Artola.

Y no hay que olvidar la presencia de la ciencia y la tecnología en su pensamiento y obra. Sobre la tecnología quiero recordar Los ferrocarriles en España. 1844-1943 –me los regaló y los guardo con gran cariño–, trabajo que dirigió, participando también como autor, y que fue publicado en dos volúmenes en 1978 por el Servicio de Estudios del Banco de España, benemérita sección de nuestro banco nacional que acogió obras de historiadores de la economía tan notables como Luis Ángel Rojo, Gabriel Tortella o Pedro Tedde de Lorca. La “revolución industrial” que produjo la introducción de la máquina de vapor, revolución a la que España se incorporó con retraso, y la incidencia económica del ferrocarril, constituyen el eje vertebrador de este trabajo.

De lo que representó la ciencia en el pensamiento de Miguel Artola puedo hablar con conocimiento, no en vano escribimos juntos dos libros: Los pilares de la ciencia (Espasa, 2012) y Ciencia. Lo que hay que saber (Espasa, 2017). Si se buscan ejemplos de ‘Entre dos aguas’, el de nuestra colaboración es uno: la asociación de un historiador “general”, digamos, con un físico teórico reconvertido en historiador de la ciencia. Para componer estas obras nos reuníamos frecuentemente en su casa y allí conversábamos y conversábamos buscando –y encontrando finalmente– visiones comunes.

A lo largo de aquellos años de estudio, de intercambio de ideas y amistad, vi con claridad que una de las características centrales de la mente de Miguel era la organización lógica, a la manera propia del científico (yo le decía en ocasiones que se había equivocado de profesión). Su gran héroe, al que regresaba una y otra vez, era Galileo, al que no olvidó en su libro Textos fundamentales para la Historia, pieza imprescindible durante muchos años en la educación de los estudiantes universitarios de Historia (lo publicó en primer lugar la editorial de Revista de Occidente en 1968, después Alianza Editorial y en 2017 Punto de Vista).

Allí, en el capítulo 11, dedicado a la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII, escribió: “Con la invención del análisis por Galileo, el método científico alcanza fórmulas que conservan plena vigencia en el presente”. Galileo no solo apareció de manera prominente en nuestros dos libros, sino que también nos inspiró la metodología que él había introducido en la investigación científica.

Las primeras líneas de otro de sus libros, Los derechos del hombre (Alianza, 1986), dan idea de esa dimensión analítica, casi axiomática, del pensamiento de Artola: “Del mismo modo que las matemáticas se construyen a partir de un número limitado de postulados, los sistemas políticos se levantan sobre la base de ciertos valores que, como aquellos, se afirman sin necesidad de demostración.

[Miguel Artola, un pilar de las dos culturas]

De los postulados derivan los teoremas de cada matemática, que no son válidos fuera de estos límites, en tanto que de los valores proceden los sistemas políticos, cuya legitimación depende de la congruencia entre aquellos y la correspondiente organización del poder”. Y enseguida añadía que “en la base del sistema político liberal”, el que él siempre defendió y tan bien estudió, “se encuentra el postulado de los derechos naturales del hombre […] cuyo atractivo es tal que incluso aquellos sistemas que se declaran opuestos al liberalismo han recogido”. Esa política racional demostrable que él defendía es hoy, me temo, una rara avis.

Muchos historiadores españoles, no importa de qué disciplina, nunca han abandonado el hogar, tan cercano, de la historia de España. Miguel Artola también navegó por ese familiar terruño nuestro, pero fue muy consciente de que debía ir más allá, entender también otros escenarios. Su magno libro, Europa (Espasa Calpe, 2008; reeditado, sin ilustraciones, en 2017 por Kailas, bajo el título de El legado de Europa) constituye el mejor ejemplo en este sentido. Por supuesto, la ciencia y la tecnología, señas de identidad europeas, no faltaron en esa obra.

Tahar Rahim protagoniza 'Don Juan', de Serge Bozon

Serge Bozon rehace el mito de Don Juan: "La seducción es el motor de la vida aunque tenga una parte oscura"

Anterior
Randy Meisner (3º por la izquierda), junto a la formación original de The Eagles. Foto: archivo de la banda.

Muere Randy Meisner, cofundador y bajista de The Eagles

Siguiente