Missing o cómo hablan los cuerpos
[caption id="attachment_1773" width="560"] Missing plantea un onírico viaje a través de los recuerdos. Foto: Robert Golden[/caption]
La función de ayer de la compañía inglesa Gecko Theatre, programada por el Festival de Otoño a Primavera, fue controvertida, dividió al público y en los corrillos que se forman tras la función algunos espectadores no compartieron el aprecio que otros le tributaron. Yo les recomiendo que vayan a verla, quedé deslumbrada por la calidad y el desafío de la producción, que combina de forma equilibrada el preciso y vertiginoso movimiento de los intérpretes, la ingeniosa puesta en escena y una iluminación extraordinaria. No hay muchas oportunidades en Madrid de ver espectáculos así. Estará en los Teatros del Canal hasta el domingo, 19.
Missing, título del espectáculo, se inscribe en la categoría de teatro físico, un género del que no hay en nuestro país compañías o artistas que lo practiquen, quizá por la dificultad que entraña ofrecer un relato dramático narrado con el lenguaje corporal y de movimiento de los intérpretes. El género está bien enraizado en el Reino Unido, donde el gran referente es otra compañía, DV8, muy familiar para los madrileños ya que ha sido invitada a este festival en varias ocasiones.
Este espectáculo ha sido creado por Amit Lahav, director de Gecko Theatre, detrás de la cual hay un gran equipo de artistas y técnicos. Lahav es también intérprete-bailarín y comparte las labores de iluminación y escenografía de Missing. Y se nota que hay una mente rectora porque todos los elementos están bien ensamblados, más que eso, medidos milimétricamente, y con una mezcla de músicas de Dave Price heterogénea y potente. Todo al servicio de componer un relato visual bello, lírico , lleno de pequeños detalles que mantuvo mi atención de principio a fin.
La historia es el recorrido por la vida y los sentimientos de Lilly, mujer que tras un fracaso matrimonial entra en depresión, y para recuperar sus ganas de vivir inicia un proceso introspectivo en busca de sus recuerdos y de su identidad. Los recuerdos de sus padres, especialmente de su madre, virtuosa bailarina de danza flamenca, la rescatará y recuperará valor y confianza en la vida.
El dispositivo escenográfico es cambiante, permuta constantemente, las escenas se suceden en distintos lugares del espacio escénico y, a veces, de manera simultánea. Por ejemplo, las escenas iniciales se desarrollan en dos términos: en el fondo del escenario una cinta transportadora por la que los actores desfilan en coreografías muy rítmicas y veloces, a veces sincopadas, mientras Lilly actúa en primer término, en un cuadrilátero central. La iluminación pinta momentos visuales fascinantes, con unos intérpretes a contraluz, mientras los haces se concentran en los cuerpos de la escena central.
Emplean un recurso escenográfico de gran simplicidad pero que genera un efecto de gran belleza: unos paneles acristalados con una textura de cristal ahumado, de distintos tamaños y detrás de los cuales los intérpretes actúan, ajustando sus movimientos y cuerpos a la dimensión de estos de una forma milimétrica. Toda la escena permanece a oscuras salvo los paneles, que están iluminados, y que permiten crear distintos planos (primer plano, medio…) e incluso deconstruirlos. Hacen rápidas transiciones de uno a otro, por momentos parecen escaparates o vitrinas de un museo de Ciencias Naturales, sólo que aquí observamos sus emociones y sentimientos.
Mención especial merece la escena en la que los padres de Lilly discuten en la habitación de su casa, y la madre abandona el domicilio siendo Lilly una niña. Para subrayar lo crucial del momento en la vida de la protagonista, los bailarines que hacen de padres repiten la escena varias veces, pero marcha atrás (como cuando se proyecta una película o un film), realmente difícil de ejecutar, o eso parece.
Los cinco intérpretes -Chris Evans, Anna Finkel, Ryen Perkins-Gangnes, Amit Lahav y Katie Lusby- se multiplican en tantos personajes que nos hacen creer que tienen un gran elenco apoyándoles, pero no. Son bailarines experimentados, se mueven a gran velocidad, y sus movimientos recortados y adaptados al espacio de los cristales me evocaron a Josef Nadj.