El putero Nicolás Fernández de Moratín
[caption id="attachment_753" width="510"] José Luis Esteban protagoniza el monólogo inspirado en 'El arte de putear'[/caption]
Nicolás Fernández de Moratín, padre del célebre autor de El sí de las niñas, también fue famoso en su época pero no tanto por escribir comedias canónicas y sí opúsculos prohibidos y provocativos: suyo es Album de Venus y El Arte de Putear, un referente del género erótico en la literatura española. Este poemario del XVIII, escrito con una vocación didáctica al estilo Sade, es un canto a las meretrices y al placer que proporcionan. Casi tres siglos después de su publicación, ha servido de material inspirador para el monólogo que protagoniza José Luis Esteban, de la compañía aragonesa Teatro del Temple (teatro Fernán Gómez de Madrid).
La obra de Nicolás apareció por 1774 y circulaba entonces de forma clandestina, en hojas manuscritas, por tertulias y mentideros. En su tiempo, el texto tuvo que soportar el dictamen de la Inquisición: “Contiene más de 400 proposiciones provocativas y es peor que el Ars Amandi para corromper las almas y dar por pie con toda la doctrina evangélica”. Por ello, hasta 1830 los poemas no se imprimieron, y entonces lo fueron acompañados de unos atrevidos grabados pornográficos (que pueden verse en el ejemplar digitalizado de la Biblioteca Nacional de España).
El espectáculo ha trucado el título El Arte de Putear por Arte de las Putas, lo que evita la confusión que el original pudiera tener en nuestros días (en el sentido de “fastidiar, perjudicar”). El título también subraya lo que de homenaje a las meretrices tiene el espectáculo –lo subtitula “Una historia de amor”- , pues hay una clara vocación de que sea un canto al placer y la felicidad que brindan.
Esteban, que también firma la adaptación del texto, es en escena el personaje de Elías, alter ego del autor y que aquí se presenta como un proxeneta que va contándonos sus ideales y su vida, desde sus pobres orígenes en una familia en la que su madre ya destacaba en el oficio más antiguo del mundo, al tiempo que permanece al frente del local de más fama de Madrid, con su idolatrada Dorisa como grandísimo reclamo del burdel.
El relato está salpicado de humoradas sexuales, con numerosas anécdotas pícaras y procaces, como corresponde, y en el que tienen un lugar destacado las protagonizadas por clérigos y monjas dominados por la concupiscencia, algo también habitual en la literatura clásica posreformista, pero también otras inspiradas en personajes públicos actuales fácilmente reconocibles. Un relato respetuoso con el original, que intenta mantener la rima del poema, y que recupera el vocabulario erótico de nuestro idioma registrando un sinfín de términos hoy en desuso, lo que tiene su interés.
Esteban firma también la adaptación, ágil y entretenida, que también ha incorporado textos de Tomás de Iriarte, Samaniego y del hijo del autor, Leandro. Respecto al diseño escénico, es sencillo y tiene gracia, le da cierta apariencia de cabaret, aunque su protagonista, que funciona muy bien como narrador, se limita a canturrear algunos versos rimados.
Únicamente hay una cosa que sí me sorprende, pero afortunadamente no aparece en el espectáculo. Leo en el programa de mano: “No hay que engañarse. El machismo, la consideración de la mujer como objeto sexual, su subordinación a los deseos del hombre… están implícitos en todos los textos de este tipo en el Siglo de la Luces. Por eso queremos contar esta historia desde otro punto de vista. El de celebrar a las mujeres…” Está muy bien que la compañía tenga sus buenos propósitos y, como ya digo, me alegro de que no se noten en el espectáculo, porque ¿es que don Nicolás no celebraba a las putas en el texto que les dedica? ¿es que idolatrarlas hoy solo puede entenderse como un acto machista y exige una excusarse?