David Toscana sabe bien lo que es escribir en la tierra. Conoce su peso y sus resultados a veces inanes. Sabe de silencios, intemperies, soledades: es un poeta de la lengua española que escribe novelas que tienen mucho de ensayo, o viceversa, siempre con una poética de gran altura. Muchos de sus títulos anteriores ya nos dijeron muchas cosas buenas de Toscana y su literatura, y ahora El peso de vivir en la tierra nos somete a una profunda y sólida reflexión sobre la vida, la ley de la gravedad, el gran absurdo que maneja el equilibrio del caso, la broma de la respiración en la literatura, la burla del mundo ente la tragedia cotidiana del ser humano, y Kafka y Ionesco flotando por todos lados.
Se trata de una hipótesis que, en el gran teatro del absurdo que vivimos, podría provocar que Cervantes escribiera hoy un libro de caballerías que ya no es exactamente de caballerías sino una aventura espacial; La Mancha es el firmamento aunque la literatura narrativa siga siendo contar cuentos sobre lo que parece que es verosímil y finalmente lo es o no lo es, depende del lector.
En las páginas de esta novela de verdad contemporánea, El peso de vivir en la tierra (Candaya, 2022), hay dos ciudades que son una; la primigenia, de donde parte todo, Monterrey, en México, y San Petersburgo, en Rusia. La noticia del fallecimiento de tres cosmonautas soviéticos al volver a la tierra, tras 23 días en la estación Salyut, es la fuerza mayor del delirante viaje de aventuras de Nicolás, mexicano, que se transforma en Nicolai, ruso, y de todo cuanto piensa, toca e imagina de aquí en adelante.
[De las memorias de Nueva York]
Imagina quijotescamente un viaje al espacio, delirante y enloquecido, que roza las aventuras del loco lúcido de Cervantes. Pero eso es el principio del tesoro. El gran descubrimiento, la gran epifanía literaria de esta novela, es que va descubriéndole al lector, avisado ya de la locura de leer todas las joyas de la literatura rusa, en su punto y medida, hasta que diríase que no sobra ni falta frase de escritor ruso, y soviético, desde aproximadamente 1850 hasta ahora mismo.
Vidas y tragedias de los escritores rusos se van sucediendo en paralelo a la creación enloquecedora del proyecto del viaje al cielo y sus locuras, mientras crece la troupe que acompañará a Nicolai hasta perder la gravedad para siempre. Dije antes Ionesco, y dije bien, porque está presente en el escenario aparentemente sin sentido de esta novela de ese Toscana, una novela que es una novela porque una novela es lo que existe sólo dentro de esa novela y no fuera de ella.
La aventura de leer ha sido tan intensa que el lector apenas se ha dado cuenta de que está terminando su viaje de leyente
Dije Kafka porque las metamorfosis de los borrachos de la noche, de sus bares, de sus refugios, de sus lugares de diversión y conspiración, son constantes y no dejan de celebrarse en cada fiesta que se abre a los ojos de los lectores que, en muchos casos, ya no estarán seguros de si están participando del juego o son sólo "miradores" del mundo que Toscana abre a su imaginación.
Ah, la prosa y los mecanismos de la narración: Toscana es un lector insaciable de novelas, hasta el punto de que podemos decir sin equivocarnos ni exagerar que es uno de los novelistas del mundo de la literatura de lengua española que más evidencia demuestra como lector de novelas, y no sólo de su propia lengua, en los resultados de su proyecto literario.
Las citas de las decenas de escritores rusos, conocidos o no tanto, que Toscana distribuye a lo largo del texto de El peso de vivir en la tierra, son puro conocimiento, soberbio conocimiento de la literatura rusa y su historia, la gran literatura rusa de los siglos XIX y el XX. Por eso es también la historia de la locura del ser humano que escribe y que lee, que imagina y elabora a partir de su locura, es un ejercicio intratable de sus propias aventuras, tan reales como la historia de verdad, tan de ficción como raramente verosímiles.
En cuanto a los procedimientos de esta prosa limpia de Toscana, ya estaban antes en la literatura del escritor mexicano, pero aquí adquieren una sólida madurez al crear, entre bromas malabares, un mundo increíble que sin embargo no hay más remedio que creer: está ahí, en El peso de vivir en la tierra, y -por lo tanto- es real. Tan real como el humor de la novela, una de las cosas más serias del texto.
El humor es un peligro, dentro y fuera de la literatura, porque es asunto de sabios, aunque la gente suele cree que pertenece al ámbito popular. Así lo parece, pero no es. El uso del humor en una novela hoy es un gran riesgo para el texto y el escritor que se atreve a bailar con él puede caer en la cursilería chabacana sin apenas darse cuenta.
Toscana maneja ese caballo con una maquinaría clásica de primera categoría y hace del humor el responsable de que, al final, aparezca en el leyente de verdad la llamada paradoja del lector: la aventura de leer ha sido tan intensa que el lector apenas se ha dado cuenta de que está terminando su viaje de leyente. Entonces, aprieta el freno, baja la velocidad de su lectura porque quedan pocas páginas, y no quiere abandonar la aventura en la que ha estado encerrado durante horas. De ahí la paradoja: ¿qué aventura tendrá después de leer El peso de vivir en la tierra?