La inagotable figura de Franz Kafka (Praga, 1883-Viena, 1924) ha trascendido el puñado de innovadoras e influyentes novelas y sus numerosos relatos y cartas para erigirse en el último siglo en epítome de lo trágicamente absurdo, impregnando al escritor, junto a su obra, de un aura de fatalismo, incomprensión, melancolía y culpa existencialista.
Pero en los últimos años, varias publicaciones han venido a desmentir esa visión de autor críptico, huraño y enigmático, desde su Correspondencia completa editada por Ignacio Echevarría en Galaxia Gutenberg, hasta la glosa de Elias Canetti a sus misivas con Felice Bauer, El otro proceso, recuperado por Nórdica, pasando por la pesquisa alrededor de la que Benjamin Balint construye El último proceso de Kafka. El juicio de un legado literario (Ariel) y, desde luego, la monumental biografía de Reiner Stach, publicada en dos tomos por Acantilado en 2016, y que ya contaba con el trabajo previo Kafka. Los años de las decisiones.
Fue precisamente durante los casi veinte años que Stach (Rochlitz, Sajonia, 1951) estuvo reconstruyendo el puzle que fue la vida y la obra del autor de La metamorfosis, cuando advirtió la magnitud de la distorsión que alcanzó la figura de un hombre “superado por su fracaso, quizá más imaginario que real”, pero que en ningún caso fue ese cliché de “bicho raro apartado del mundo, neurótico, introvertido, enfermo e inquietante”.
A disolver de una vez por todas ese relato falso dedica el autor las páginas de ¿Este es Kafka? 99 hallazgos (Acantilado), donde reúne un centenar de anécdotas y fragmentos de la vida y obra del escritor que nos lo presentan como un hombre amable y con don de gentes, bromista empedernido, amante de la cerveza, visitante de cabarets y prostíbulos, incapaz de mentir a conciencia y apasionado de las novelas de indios. Y sobre todo obsesionado con una obra literaria en la que nunca creyó estar a la altura.
Ratones y vacunas
Dividido en varios bloques titulados “Peculiaridades”, “Emociones”, “Leer y escribir”, “Sainetes” o “Ilusiones”, el libro se divide en breves fragmentos, siempre acompañados de fotografías, que intercalan historias de terceros sobre Kafka, fragmentos de sus reveladoras cartas y anotaciones de sus diarios, esbozos de relatos y novelas y otros documentos que son contextualizados y comentados con ojo crítico por Stach para reflejar todas las sorprendentes, en ocasiones increíbles aristas del escritor checo.
Stach nos descubre a un Kafka que aprobó con trampas un examen, que tenía miedo a los ratones y que fue un consumado bebedor de cerveza
Descubrimos así, que Kafka logró aprobar con trampas su examen de Griego del bachillerato, que tenía un miedo cerval a los ratones, que —mientras lo permitió la tuberculosis— fue un consumado bebedor de cerveza, que su carácter, siempre definido como amigable, solícito y conversador, no impidió su enemistad con el también escritor Ernst Weiss, o que era un entusiasta del naturismo y la homeopatía y contrario a las vacunas y los médicos, de los que conoció un buen puñado a lo largo de su vida. Pero más allá de estas anécdotas curiosas y simpáticas, que trazan el perfil de un Kafka de carne y hueso, destacan otras muchas que lo vuelven realmente humano.
Lágrimas para la vida
Por ejemplo, cuando destila su fría y cordial furia contra un hermano de su cuñado que sisaba dinero de la fábrica familiar o cuando se muestra reticentemente orgulloso ante su primera traducción, hecha al checo a manos de Milena Jesenská. Su ambición se ve en su delirante plan, ideado junto a su inseparable Max Brod —principal culpable de que su legado haya llegado hasta hoy— de hacerse millonarios escribiendo guías de viaje para “viajar barato” anticipándose al turismo de masas.
El rico anecdotario de este libro es un regalo para quienes deseen ahondar en la personalidad de uno de los grandes escritores del s. XX
Y especialmente tierna es su confesión de que sólo era capaz de emocionarse hasta el llanto con libros y películas, pero no con hechos de la vida. “Las lágrimas me asustan de un modo especial. No puedo llorar y el llanto de los demás me parece un fenómeno incomprensible de la naturaleza”. Una notable excepción fue cuando se despidió para siempre de su por dos veces prometida Felice Bauer, cuando derrotado por el dolor escribió a su hermana que había “llorado más que en todos los años de mi vida”.
Quizá este ingente esfuerzo de Stach no ponga fin al mito fuertemente arraigado en el imaginario popular y cultural de un Kafka enfermo, solitario y desolado arrastrándose por los húmedos adoquines de una lluviosa Viena más parecida a la de El tercer hombre que a la de los años 20. Pero el rico anecdotario que despliega este libro es, desde luego, un gran regalo para todos los lectores que deseen ahondar en los sutiles matices y la jugosa personalidad de uno de los escritores más brillantes del siglo XX, que supo como pocos retratar una época de cambio, turbación y asombro desde la trinchera de una literatura que nunca llegó a ser salpicada por su vida.