Pedro González-Trevijano está considerado como el primer jurista español de la actualidad. Su prestigio es inmenso, extensa su cultura, profundo su conocimiento de la Historia. Ha sido siempre un ejemplo de moderación y buen sentido. En él se puede resumir el espíritu de la Transición, la superación de las dos Españas, aquella de los garrotazos de Goya, que conoció después tres guerras civiles en el siglo XIX y otra en el XX.
González-Trevijano simboliza la concordia y la conciliación entre los españoles. Rector de Universidad, presidente del Tribunal Constitucional, intelectual de alta calidad, ha demostrado ser también un escritor que domina el lenguaje y la expresión literaria.
He disfrutado leyendo su libro La Constitución pintada (Real Academia de Jurisprudencia) en el que armoniza la maestría jurídica con el conocimiento de las artes plásticas y la sagacidad política. Seguramente Pedro González-Trevijano tendrá defectos como los tenemos todos. Hay que escudriñar este libro y resultará difícil encontrarlos. El autor ha dedicado su vida entera al servicio de la Justicia hasta el punto de que podría reafirmar la sentencia célebre: Fiat justitia, pereat mundus.
'La Constitución pintada' es un libro al servicio de la Justicia para reflexión de algunos dirigentes actuales
Dos aciertos para empezar: Francisco de Goya pintó un cuadro poco conocido, Alegoría de la Constitución de Cádiz, que se encuentra en el Museo Nacional de Estocolmo. Y Antonio Mingote, el inolvidado Mingote, figura en el libro con una viñeta del Rey Juan Carlos I abrazado a la libertad con la Constitución de 1978 entre las manos.
Habla González-Trevijano con agudeza de Pablo Picasso, de Antonio Tàpies, de Antonio Saura, para conducir al lector por los caminos de la Historia de España, a través de la pintura de Goya, de Casado del Alisal, de Salvador Viniegra, de Antonio Gisbert, de Joaquín Sorolla, de Hernán Cortés, de Javier Garcerá, del impresionante Abrazo de Juan Genovés que simboliza el esfuerzo conciliador de la Transición gracias a la Monarquía de todos, la que defendió Don Juan III desde el exilio contra el dictador Franco y que encarnó después ejemplarmente su hijo Don Juan Carlos I.
La profunda evolución de la Monarquía española se resume en dos cuadros: La familia de Carlos IV, de Goya, todavía con el boato y la suntuosidad del absolutismo, y La familia de Juan Carlos I, de Antonio López, pintura en la que la sencillez y la libertad lo presiden todo porque el Rey había devuelto ya al pueblo español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil. El contraste entre ambos cuadros resume la evolución de la Institución monárquica y su adaptación a los tiempos nuevos.
Las páginas que Pedro González-Trevijano dedica a la primera Constitución, la de Cádiz en 1812, revelan conocimiento profundo de la Historia, así como una crítica acerba del Rey felón, Fernando VII, que cerdeó hasta 1820, fecha en que la realidad le condujo a la aceptación de la Constitución que trasvasaba la soberanía nacional desde el Rey al pueblo.
Recuerdo una conversación con Octavio Paz en la que el escritor mexicano me dijo: "La clase dirigente de la época en México rechazó la libertad consagrada en aquella Constitución y decidió separarse de España, porque temió perder sus privilegios". Ahí está la explicación profunda de la independencia mexicana.
Una obra ésta, sobre la Constitución pintada, que hará disfrutar al lector con la escritura de González-Trevijano, su cultura histórica y artística, su conocimiento del derecho constitucional. Un libro, en fin, al servicio de la Justicia para reflexión de algunos dirigentes actuales porque como escribió San Agustín en La ciudad de Dios, “sin la Justicia, ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores?”.