Con un año de retraso debido a la pandemia, la 59ª Bienal de Venecia, que en 127 años de historia solo fue interrumpida por las dos guerras mundiales, presenta rotundas novedades. Por primera vez la gran muestra ha sido comisariada por una italiana, Cecilia Alemani; recordemos que la primera excepción a la norma masculina se produjo con el comisariado conjunto de María de Corral y Rosa Martínez, en 2005.
Tras la paridad de género en la participación de artistas alcanzada en 2019, Alemani, que el pasado año coordinó Las musas inquietas. La Bienal de Venecia frente a su historia (arte, arquitectura, cine, danza, música y teatro), con firme valentía ha planteado una exposición en la que el 90 % son artistas mujeres y el resto pueden considerarse no binarios. Y no son solo cifras: se trata de un panorama contemporáneo en femenino fundado en la genealogía de una historia del arte revisada desde una perspectiva feminista.
La exposición lleva el nombre de un libro de Leonora Carrington y se inspira en escritoras como Ursula K. Le Guin
Bajo el lema La leche de los sueños, título del libro infantil de la pintora británica Leonora Carrington, e inspirada en algunas de las principales pensadoras del feminismo hoy, Rosi Braidotti, Donna Haraway, Silvia Federici y la novelista Ursula K. Le Guin han sido decisivas para la determinación de tres áreas temáticas: la representación del cuerpo y sus metamorfosis; la relación entre los individuos y las tecnologías y la conexión entre los cuerpos y la tierra.
En conjunto, la muestra imagina un mundo posthumano con piezas de jóvenes artistas en diálogo con sus antecesoras, agrupadas en cinco “cápsulas de tiempo” a las que Alemani considera el “corazón palpitante” de esta mega exposición compuesta por 213 artistas –180 por primera vez en esta Bienal– procedentes de 58 naciones y con 80 proyectos realizados para esta exposición.
Se trata de un panorama contemporáneo en femenino fundado en la genealogía de una historia del arte revisada
Desarrollada, como es habitual, en el Pabellón Central de los Giardini y en la Corderie y otras dependencias del Arsenale, el resultado es desigual. Debido a la complejidad y ambición del proyecto, nunca habíamos asistido a una muestra tan atomizada en un mosaico tan irregular en el Pabellón Central, donde nos saluda bajo la bóveda a la entrada un Elefante monumental que alude a una sociedad matriarcal, así como al elefante Toni que vivía en el parque del Castello al final del siglo XIX. Es obra de la artista alemana Katharina Fritsch, premiada por su trayectoria junto a la chilena Cecilia Vicuña, que ha realizado el maravilloso secadero vertical Naúfraga con materiales encontrados.
Otras maestras destacadas son las pintoras Paula Rego y Miriam Cahn, con salas propias; y Rosemarie Trockel, con una serie inédita de pinturas textiles realizadas en los años 80 por su colaboradora Helga Szentpétery, y que sirve de perímetro a variados cíborgs de Andra Arsuta. La calidad de estas pinturas contrasta con las débiles telas en gran formato de jóvenes pintoras.
Mientras, navegamos entre el futuro y las tres primeras cápsulas del tiempo: La cuna de la bruja, con obras de las surrealistas Carrington, Leonor Fini, Carol Rama, Dorothea Tanning y Remedios Varo, con un montaje que las sobreprotege con una iluminación insuficiente; Materialización del lenguaje, que fue la primera exposición feminista organizada por la Bienal en 1978, comisariada por Mirella Bentivoglio; y Tecnologías del encanto, que corrige en femenino la exposición Arte programmate. Arte cinetica comisariada por Bruno Munari en 1962.
Destacan las pintoras Paula Rego y Miriam Cahn, con salas propias, y Rosemarie Trockel, con una serie inédita
En total, nunca antes hubo tantas artistas españolas en el Padiglione de la Bienal: además de Varo, la dibujante Josefa Tolrá (1880-1959), y la británica nacida en Las Palmas de Gran Canaria Georgiana Houghton (1814-1884); a las que hay que sumar la joven June Crespo. Y ya en el Arsenale, Maruja Mallo y Teresa Solar.
El proyecto de Alemani gana en Corderie y Artiglierie, donde se inicia con el gran busto de una mujer negra de la premiada con el León de Oro este año, Simone Leigh, realizado en 2019 para el programa de arte público neoyorquino High Line, comisariado por la propia Alemany.
Además de interesantes vídeos, hay piezas e instalaciones monumentales como la Gwendolyn preñada de Niki de Saint Phalle, las vasijas de la kenyana Magdalene Odundo, el gran bloque de tierra humeante de la colombiana Delcy Morelos, las instalaciones de dibujos de Sandra Vásquez de la Horra y de Solange Pessoa, las transparencias ambientales y elegantes esculturas de la canadiense Kapwani Kiwanga y las grandes instalaciones de Barbara Kruger y de Giulia Cenci.
Aunque encajan mejor las otras dos “cápsulas del tiempo” donde se ha realizado un importante aporte de investigación: Una hoja, …una red, …un contenedor, con piezas que van desde las acuarelas botánicas de Maria Sibylla Merian (1647-1717) a las esculturas de alambre de Ruth Asawa en los años cincuenta y las cerámicas en los setenta de Tecla Tofano; y La seducción del cíborg, con figurines para teatro expresionista en los años veinte de Lavinia Schulz y las absolutamente actuales esculturas de Liliane Lijn entre las décadas de los 70 y 80, por ejemplo.
El resultado es desigual. Debido a la complejidad del proyecto, nunca habíamos asistido a una muestra tan atomizada
Secciones con las que se evidencian mejor los diálogos entre historia y presente en la defensa de la tierra y de la vida compartida frente a la cultura depredadora y necrófila del patriarcado.
Además de La leche de los sueños, en Venecia hay que visitar exposiciones imprescindibles, la mayoría hasta el cierre de la Bienal, el 27 de noviembre. Si no dispone de tiempo, sugiero este orden: Marlene Dumas en Palazzo Grassi, ejemplo supremo de excelencia; el homenaje a Louise Nevelson en Procuratie Vecchie; Anish Kapoor en Accademia, con pinturas ígneas y casi lo mejor de su trayectoria; y la intervención total de Anselm Kiefer en la Sala dello Scrutinio del Palazzo Ducale.
Y como patriota, no olvide el Pabellón de Catalunya con Lara Fluxá; y With Hands Signs Grow, en Signum Fondation Palazzo Donna, con Ruth Gómez y Nuria Mora, entre otros.
Los mejores pabellones
Por primera vez dos pabellones principales son protagonizados por artistas afrodescendientes: Simone Leigh con sus potentes esculturas de trabajadoras negras inspiradas en fotografías de la esclavitud en Estados Unidos, donde podrían haberse ahorrado el recubrimiento arquitectónico en plan cabaña del Tío Tom; y Sonia Boyce, artista colaborativa perteneciente al movimiento British Black Arts Movement celebrado estos días en Londres con varias exposiciones, que en el premiado pabellón británico elogia la aportación de cantantes negras a la música.
Siguiendo con los premios, Francia ha recibido una mención con la franco-argelina Zineb Sedira, que recrea varios sets de rodaje durante 1960-70 en coproducciones entre Italia, Francia y Argelia, con vocación decolonial. Y Uganda, también con mención gracias al trabajo de Acaye Kerunen y Collin Sekajugo, cuya obra de rafia revestida de corteza ilustra la sostenibilidad como práctica y no solo como concepto.
Francis Alÿs en Bélgica, con su feliz videoinstalación sobre los juegos de los niños, bien podría haber sido premiado. Otra participación destacable es Polonia, donde la feminista Malgorzata Mirga-Tas ha recubierto todo el pabellón de cuadros formados por patchworks, recreando la Capilla degli Scrovegni en una versión de re-encantamiento del mundo a lo Silvia Federici.
Además de Aballí en España, nuestra Marina Núñez participa en Camerún, dedicado a obras en NFT.