El personaje merece mucha atención. Ayer parecía una secundaria que estaba siempre en el lugar exacto y en el momento apropiado, pero no una artista completa, que hacía de todo porque todo despertaba su imaginación intelectual y artística. Siempre me llamó la atención su personalidad. A veces me tropezaba con su nombre en algún ensayo, en algún artículo que desvelaba algunos entresijos secretos del surrealismo parisino. Luego, ha ido creciendo en mi interés y me llega la noticia de que los mexicanos de España quieren hacer una exposición dentro de unos meses con todo lo que ella significa y es. Me refiero a la pintora surrealista, amiga cercana de Leonora Carrington, mujer de Benjamín Péret, mujer libre, aparentemente frágil, conocedora de los secretos de la diosa náhualt transformada en mariposa de obsidiana, Itzpapálotl. Gran artista que estuvo en todo, como lo demuestra la Vida de Remedios Varo, de la escritora y profesora Amparo Serrano de Haro. Novelista, ensayista, profesora universitaria, probada ya en las mil batallas de la supervivencia intelectual de este país, Amparo Serrano de Haro no figura, sin embargo, en esos parnasos de papel cotidiano que aplauden a la mediocridad y envían al ostracismo mediático y editorial a quienes, libres e independientes, no se dejan manejar por las convenciones y las normas del discurso político e intelectual (y editorial y social) que rige en cada momento. La biografía de Remedios Varo viene a conformarlo y a demostrarlo una vez más, y sus Ciudades en las que un día naufragamos añade enteros a su literatura de verdad, la que ya estaba desde hace años impresa en las novelas Mujeres de mármol, Nocturno en Nueva York y La luna de Artemisa.
La arbitrariedad superficial con la que la crítica y los chamanes mediáticos (aunque siempre hay excepciones felices) tratan a quienes no se mueven todos los días en ese falso regocijo que es la vida literaria es a veces irritante y otras veces indignante. Cafés, tertulias donde se habla de adelantos económicos en contratos con los escritores y ventas de ejemplares -y nada de literatura-, actos públicos en librerías y salones de postín institucionales; donde se habla de poder mediático, poder editorial, poder, poder y poder, y nada de literatura...) marcan las jerarquías inventadas por ciertos capos de la crítica mediática y por el balbuceo cotidiano de cientos de charlatanes idiotas. Me cuentan desde siempre los viejos que fueron más sabios y viejos que yo que siempre fue así. Seguro, pero nunca hubo tantos idiotas rampantes que pronuncien su nombre una y otra vez porque entienden que con esa estrategia la gente termina hablando de ellos todos los días. ¿Y los textos literarios? Eso es lo de menos. De ahí mi reivindicación personal de muchos escritores que no están en la pomada multitudinaria que en estos momentos confunde a la opinión pública e iletrada. De ahí mi reivindicación de la escritora, ensayista y novelista Amparo Serrano de Haro, que sigue su camino (o su vuelo, porque también es una mariposa) como si tal cosa, olvidada de cenáculos y de falsas jerarquías. De acuerdo. Se me dirá que la crítica, sea cual sea, ha de ser obligatoriamente creadora de jerarquías. Pero esas mismas firmas de chamanes incontestables y de jefes de filas de las normas del discurso político dominante olvidan con demasiada frecuencia los nombres de quienes deben figurar, por méritos propios, en los lugares de honor de la atención pública. Con Remedios Varo, y con otras tantas mujeres artísticas y escritoras, se ha cometido el error irreparable del olvido, de llevarla siempre como actriz secundaria en el cartel de las mejores películas. Sin embargo, su obra exige lo contrario: minuciosos estudios que la sitúen en el lugar preciso aunque, como en otras tantas ocasiones, sea ya demasiado tarde. Cuando París era el mundo, ella estaba ahí: en primera fila entre machos alfa del arte del instante eterno, el arte del surrealismo; cuando México, por la Guerra Civil Española y por la Guerra Mundial, era el mundo, Remedios Varo estaba ahí, dándole fuerza a sus hombres, a los débiles o fuertes que pasaron por su vida, sus amoríos y su creación artística. Amparo Serrano de Haro, en la biografía que escribo sobre Remedios Varo, la pone en su lugar completo, en el piso principal de los artistas surrealistas en una época donde la mujer era considerada compañera y no motor creativo.
Háganme caso. Recojan a Amparo Serrano de Haro en Remedios Varo, y conozcan, en su lugar exacto a Remedios Varo en el texto biográfico de Amparo Serrano de Haro. En relación a Ciudades en las que un día naufragamos, entren en sus páginas con la calma que requiere la búsqueda inconsciente de lo que se ha dado en llamar la paradoja del lector: aquella sensación placentera por la cual el lector de un texto determinado comienza a leer a velocidades considerables para luego darse cuenta, casi del golpe, que lo que está leyendo es un tesoro demasiado interesante para correr sobre la página. Entonces, de repente, lo que hace el lector es hacer más, mucho más lenta su lectura. Tal es el placer y el gusto de leer Ciudades en las que un día naufragamos. Si ponen cuidado y atención, tal vez en medio del texto aparezca la silueta borrosa y cómplice de aquella mariposa de obsidiana que también conoce Amparo Serrano de Haro.