Pintura de Josefa Tolrá

Salas de Can Palauet. Carrer d'en Palau, 32. Mataró. Barcelona. Hasta el 30 de marzo.

Con Josefa Tolrà pasa como con la mayoría de los descubrimientos. Están ahí, delante de los ojos de muchos, pero sólo unos pocos saben verlos, hasta que alguien los señala con énfasis, entonces es cuando llega algún otro y se los apropia. De momento, Pilar Bonet, comisaria de la esta exposición, en las salas Can Palauet de Mataró, señala con énfasis la existencia de esta extraña, curiosa, peculiar e interesantísima artista de la que por primera vez se muestra una amplia selección de su obra.



Josefa Tolrà nació en 1880 en Cabrils (un pequeño pueblo cerca de Mataró al norte de Barcelona), apenas tuvo acceso a la educación, empezó a trabajar en una fábrica textil muy joven, se casó, tuvo una hija y dos hijos, uno murió antes de la guerra y el otro en ella. Hasta aquí su historia no tiene nada de extraordinario, suma las limitaciones y desgracias que padecieron tantas mujeres de la época. La muerte de su segundo hijo la dejó trastocada: se llena de miedos, no puede dormir, hay voces que la persiguen por casa. Y aquí empieza lo extraordinario. Alguien, porque nunca acudió a un psiquiatra, le recomienda que dibuje y que escriba lo que oye. La Tía Pepeta, que es como se la conoce en Cabrils, con sesenta años, en 1942, empieza a llenar libretas con dibujos fabulosos. Nunca ha viajado, sólo una vez a Badalona para visitar a una médium, y sin embargo pinta escenas que transcurren en el Líbano. No ha tenido acceso a la educación, pero escribe sobre la teoría de los colores y sobre Cristo, Napoleón o el poeta Verdaguer. Sobre este último lo hace en catalán, pero, sobre los otros, en castellano, idioma que a duras penas habla cuando no está en trance, sólo cuando se comunica con lo que denomina los "seres de luz". En la zona es conocida por sus dibujos y por ser una médium. Y debió de ser así como también llegó a conocerse entre la vanguardia catalana de aquellos años.





Pintura de Josefa Tolrá



Seguramente fue el escultor Moises Villèlia o el dibujante Manuel Cuyàs, que residían en la zona, los que llamaron la atención sobre Josefa Tolrà a otros artistas. En la primera mitad de los años cincuenta, el crítico de arte Alexandre Cirici, el poeta y artista Joan Brossa y el artista Antoni Tàpies empiezan a visitarla. Evidentemente están interesados por todo lo que rodea lo oculto, lo hipnagógico y lo que de alguna manera continúa la línea surreal o lo que Jean Dubuffet llama art brut que tanto interesó a los artistas ligados a Dau al Set. Así que les llama la atención los dibujos esmerados y obsesivos en el trazo de Josefa Tolrà, sus superposiciones entre diferentes formas, la mezcla de narrativas, el relleno obsesivo hasta los márgenes o la escritura que se sobrepone al dibujo, y viceversa. A algunos de ellos, la artista/médium regala algún dibujo, nunca los vende. Y en 1956, Alexandre Cirici organiza su primera exposición en la galería Gaspar de Barcelona. En 1959 la artista muere. No será hasta 1998 cuando en el contexto de una exposición de asociaciones en Mataró, una de ellas, ACM (asociación para la cultura y el arte contemporáneo de Mataró) de la que Pilar Bonet también forma parte, vuelve a mostrar un dibujo de Josefa Tolrà. Entonces también hubo un encuentro extraordinario, una conversación de Joan Brossa sobre la artista.



Ahora se ha recuperado y remontado el vídeo que casualmente se filmó con la intervención de Joan Brossa. En él habla de sus visitas y conversaciones con Josefa Tolrà. Es sólo una anécdota en la exposición, pero marca el tono de proximidad y conocimiento de causa con el que está hecha. Desde aquella muestra de 1959 y aquel dibujo en 1998, el trabajo de Josefa Tolrà sólo se ha podido ver escuetamente en la presentación de la colección 2 en el Reina Sofia. Esta es por tanto una exposición imprescindible porque es la primera vez que se muestra ampliamente el trabajo de una artista fascinante, con una obra tan hipnótica como ella misma. Y una artista que hace bien su comisaria en reivindicar en un contexto de revisión del trabajo de muchas mujeres artistas ignoradas (la última bienal de Venecia así lo ha señalado) y de reencontrar el trabajo de artistas que están al margen, en los que intentar recuperar cierta autenticidad de la creación.