Ocurre solo de vez en cuando. El repetido eslogan de que el arte contemporáneo plantea preguntas, más que respuestas, se cumple en contadas ocasiones. De repente una propuesta da mucho que pensar. Interesa. A menudo, coincide con el respeto y aprecio de artistas de su generación y la rápida influencia, algo que según los estudios sobre reconocimiento artístico es la primera de las ondas de expansión que después llega a críticos y comisarios, galeristas y coleccionistas. Los consensos en el arte contemporáneo no son arbitrarios, surgen de esa interrogación, experimentada por cada agente, que corrobora luego su criterio satisfecho con el de otros tantos.
Desde que el trabajo de Teresa Solar (Madrid, 1985) aflorara en Generaciones 2012 –aunque ya antes, desde 2010, había recibido premios como el Tentaciones en Estampa–, esa onda y ese consenso no han dejado de expandirse. En nuestro país, con el respaldo de María y Lorena Corral en Art Situations, en 2018 la importante instalación Corre, corre, corre en Abierto x Obras en Matadero, su incorporación a las destacadas galerías Joan Prats y Travesía Cuatro y la suma de otros premios. Fuera de España, también ha afrontado importantes retos: de la mano de Chus Martínez con una exposición en Der Tank, en Basel, y en TBA21, entre otros muchos proyectos. Este verano formará parte de la Bienal de Liverpool comisariada por Manuela Moscoso.
Una propuesta que da mucho que pensar, en la que el color se extiende de los dibujos a las piezas de arcilla y resina
Estamos hablando de una artista que solo tiene treinta y cinco años, que sigue explorando y sus obras nos continúan interpelando con nuevas preguntas. En esta exposición, por primera vez nos enseña sus pulcros dibujos, ahí donde empieza todo, el momento más libre, sin las limitaciones de técnicas y presupuestos. Y en donde está la clave de esta muestra, en las pequeñas fotografías pegadas al papel, con imágenes de los andenes del metro madrileño, de la popular tuneladora y de algún operario con mono naranja reflectante. Color que se extiende en las piezas de arcilla y resina, y que repiten el motivo del túnel taladrando las capas de tierra del subsuelo madrileño en cortes transversales de lo que serían posibles psicogeografías. Están basadas en formas orgánicas, bulbosas, que parecen remitir a las cavidades del oído y a los órganos huecos del aparato digestivo, como el doble esófago en uno de los dibujos coloreados y la boca-tubo que encontramos en el suelo. En el interior de estas esculturas también hay algunos dibujos, como siluetas de pisadas de cómic, y palabras y frases, por ejemplo, stammer (vacilación, tartamudeo) y otras que aluden a correr por el metropolitano.
Solar sigue corriendo, y para nuestra sorpresa y disfrute, abriendo nuevas etapas. Dos piezas, realizadas hace solo tres meses, construidas con hierro y resina, cimentadas en la flexibilidad y resistencia de materiales pero con hondos sentidos metafóricos anímicos y viscerales, dan cuenta de la fecunda productividad de esta creadora. Ya ha demostrado que puede hablar de la sensibilidad de nuestro tiempo desde un terreno propio emocional-visceral de muchas maneras distintas, del vídeo y el cuestionamiento del lenguaje a la instalación y el objeto escultórico. No cuesta vaticinarle un largo recorrido con nuevas interpelaciones, apenas todavía sin traducción.
@RocodelaVilla1