Marina Núñez (Palencia) tiene un viejo catálogo de maestros antiguos del Museo Thyssen-Bornemisza al que acude con regularidad. Lo ha manoseado tanto que algunas páginas tienden a desprenderse del lomo de la edición y otras están llenas de pintura. Ninguna ha escapado a su escrutinio y por eso, la exposición que le dedica la pinacoteca que lidera Guillermo Solana es motivo de júbilo para Núñez. En Vanitas, muestra que se puede ver en la sala mirador del museo hasta el próximo 29 de agosto, reinterpreta el tradicional bodegón, un género al que la historia del arte relegó a las pintoras.
“La primera idea que tuve fue la de referirme a las naturalezas muertas y en concreto a los cuadros de flores”, sostiene Marina Núñez. A este género la artista ya le había dedicado una revisión crítica. Fue en los años 90, cuando empezó su carrera. Además de sentir “una atracción formal” por esta disciplina Núñez había leído a Linda Nochlin, que explicaba por qué no había habido grandes mujeres pintoras. “Las mujeres no tenían acceso a las academias, no podían pintar desnudos y los cuadros históricos y mitológicos los tenían vetados”, recuerda. Aquello era trabajo de hombres.
Rocío de la Villa conoce bien su trabajo así como las primeras obras que hizo sobre servilletas, manteles y adornos de los bares “tomando fragmentos de conocidas pinturas como La primavera de Boticcelli”. Entonces empezó a “dar respuestas conscientes a esa relegación que las artistas, sobre todo del XIX, sufrieron por parte de la crítica y del sistema del arte para que se refugiaran en un género menor como el bodegón”. A la artista siempre “le ha gustado ver la realidad desde mundos extraños. Si bien en su principio tenía una visión siniestra, hace ya dos décadas que se pasó a la ciencia-ficción para hablar de utopías e infiernos”, detalla De la Villa.
La fugacidad de la vida
La muestra se compone de quince obras, incluyendo pinturas al óleo, vídeos y piezas de cristal tallado con láser, algunas creadas especialmente para la muestra. Diez de ellas se exponen en la propia sala mirador mientras que las otras cinco se encuentran en diálogo con otras piezas de la colección permanente del museo. Para la artista en Vanitas subyacen dos temas. Por un lado, la idea propia de las vanitas con unos “bodegones moralizantes que hablan de la fugacidad de la vida y cómo cualquier vanidad está de más porque, ¿para qué queremos joyas, riqueza y belleza si todo es efímero?”.
En ellas “lo humano se desvanece y lo natural permanece, una idea asociada a la muerte”, asegura Núñez. En este sentido, podemos encontrar obras en las que vemos jarrones que encierran paisajes que se expanden transmitiendo la idea de que “la naturaleza sale triunfante”. Para Solana, estos tres vídeos “hablan de la paradoja de encerrar y de preservar la naturaleza para siempre, de eternizarla aislándola del resto del mundo y hablan de cómo la naturaleza se adueña del contenedor”.
La otra idea es que a las “mujeres les empieza a crecer el paisaje”. En este grupo de piezas Núñez plantea una relación “de empatía y simbiosis. Ya no hay obsesión de dominio sino de continuidad”, arguye. En el caso de los cristales tallados con laser vemos manos sujetando árboles que dan la sensación de posesión y, sin embargo, “la mano tiene raíces y el árbol está talado”. Respecto a las flores heroicas que podemos encontrar en diálogo con las piezas de la colección estas son de formato pequeño y se encuentran colgadas en las paredes con marcos holandeses. Estas flores pelean entre sí, contra los elementos o se enfrentan a los golpes que les da la vida. “Estos vídeos giran en torno a la idea de los cuadros de flores como género menor. Todas las obras, sugiere la artista, “están abiertas y no tienen una lectura correcta. Hay quien lo entiende como una continuidad, como una relación de poder, como una agresión o como empatía”.
Vanitas es la cuarta entrega de Kora, ciclo comisariado por Rocío de la Villa que lleva a las salas del Thyssen una muestra pensada desde la perspectiva de género. “Le dimos el nombre de Kora porque según Plinio el Viejo fue la primera pintora de la historia”, comenta. La primera protagonista fue Paloma Navares, seguida de una edición en la que Eulàlia Valldosera y Cristina Lucas compartieron protagonismo, y de Chechu Álava. En su cuarta edición Marina Núñez nos acerca a nuestra actual relación con la naturaleza desde un punto de vista post-humano, ecologista y feminista.