Paul Ardenne, durante su intervención en el Instituto Francés de Madrid. Foto: Instituto Francés

Paul Ardenne, durante su intervención en el Instituto Francés de Madrid. Foto: Instituto Francés

Arte

Paul Ardenne, el pope del arte ecológico: “Se desarrolla al margen del mercado, no puede integrarse en él”

El historiador y crítico de arte reivindica, en la Noche de las Ideas del Instituto Francés de Madrid, el arte que se genera y se expone en la propia naturaleza

10 mayo, 2023 02:55

Si el arte es un reflejo de la sociedad en la que vivimos, ¿debería ser, hoy en día, ecologista? Ante el desafío medioambiental y en la noche más calurosa del mes de abril de los últimos diez años, es una de las preguntas que se plantea en la Noche de las Ideas, al crítico de arte Paul Ardenne (Charente, 1956), que acaba de publicar en España Un arte ecologista, en la editorial Adriana Hidalgo.

El francés es uno de los más célebres historiadores de arte moderno y contemporáneo, autor de referencia mundial, y viene a la velada, organizada por el Instituto Francés de Madrid en el Círculo de Bellas Artes, a hablar de arte y de la urgente ecología.

Pregunta. ¿Reflexionar hoy en día sobre el arte y las tendencias actuales artísticas, es entrar en un debate ecológico o siguen estos artistas siendo minoría?

Respuesta. Lo más curioso es que no hay una avalancha de artistas ecológicos. Al contrario. Hay poquísimos aún. Aunque es a partir de los 70 cuando nace la ecología política, con los partidos verdes, el Día Internacional de la Tierra, Green Peace, cuando informes como el Meadows ya anuncian una catástrofe inminente, apenas existen manifestaciones ecologistas de artistas visuales hasta comienzos del 2000.

»Los artistas que trabajaban con temas de relevancia social se acercarán a la ecología más tarde, cuando, sin embargo, otros sectores artísticos, como el cine o el cómic, sí que lo hacían. Curiosamente, los artistas plásticos no fueron reactivos en absoluto a la ecología entre 1970 y 2005, cuando sí que mostraban su preocupación por otros temas como el consumo excesivo, el compromiso político, la guerra fría o el antimperialismo. Es evidente que la ecología no era parte de estas grandes preocupaciones.

[Artistas no contaminantes]

P. En su libro Un arte ecológico define lo que se considera un artista preocupado por el medioambiente. Pero no todos entrarían en esta categoría. ¿Qué hace que un artista sea considerado ‘ecológico’?

R. Muchos artistas no se reconocen bajo este apelativo a pesar de que hagan un trabajo que tiene que ver con la naturaleza, una protesta visual a la contaminación del mundo. Pero, si tuviéramos que nombrar las diferentes características que definen el arte ecológico, diría que, la primera, es la devoción absoluta por la naturaleza. Sus obras buscan transcender esa belleza natural. Su obra se concretiza como arte vegetal, la representación del mundo animal o el mundo microscópico. Muchos artistas consideran que la naturaleza ya ha dado sus formas y es, para ellos, el verdadero artista.

»La segunda es la denuncia. Estos artistas denuncian “la contaminación del mundo, desde la era de la industrialización”, en palabras del historiador François Jarrige. Desde hace más de un siglo, las elecciones tomadas por el ser humano para su desarrollo van en la mala dirección. El carbón, la polución, la degradación de las aguas. Esta denuncia aparece en un arte documentado, visual. Los artistas se desplazan a los lugares de sequía, a las explosiones nucleares, a la banquisa, y denuncian la degradación de nuestro planeta.

»La tercera tendencia es el biomorfismo. Es decir, la tentación de poner en causa la humanidad frente a la animalidad. Para el artista ecológico, somos seres vivientes, de ahí el vocablo de bio. Estos artistas crean lazos de conexión con los animales o con los vegetales. Algunos de ellos buscan transformarse en planta o animales. Tal es el caso de Nicole Dextras, por ejemplo, que crea trajes vegetales.

»Asimismo, en estas obras hay una especie de antropofobia, un odio subyacente a lo humano. El humano, visto como depredador, destructor de su planeta, no merece existir. En cambio, se glorifica el mundo animal. Esa manera de poner el espíritu en la tierra, como lo hacían las tribus ancestrales, es lo que se ha llamado un regreso al neo-chamanismo.

»Y, por último, es la del activismo, llamado Artivista. Artistas que van a federar la acción ecológica y que se proponen despolucionar. Su forma de pensar ecologista les hace actuar y vivir en consecuencias. Crean un diseño para filtrar el agua, un sistema para que haya menos polución en el aire o practican la jardinería. Estos artistas abandonan los pinceles, las cámaras, los materiales del artista, y crean en la naturaleza, jardines, en vez de cuadros.

[El arte como altavoz de la crisis medioambiental]

P. En su libro, habla también de la tendencia a “recolectar” y vivir, crear, de lo que ofrece la naturaleza. También de la importancia de recoger los residuos y darles una segunda vida.

R. Por supuesto. El plástico, por ejemplo, es una de las calamidades del mundo actual. Está por todas partes, incluso en las montañas, en los animales, los pájaros de mar, los peces están llenos de esa substancia. Hay un grupo de artistas que, en las costas, recuperan todo lo que la industria de la pesca ha perdido en el mar. No solo plásticos, también hilos de caña, y con eso hacen obras de arte. En estos casos, no todo es perecedero ni no-coleccionables.

P. Si el artista ecológico invita al espectador a desarrollar otros vínculos con la biodiversidad que le rodea ¿podríamos decir que, en ese sentido, el artista ecológico es hoy en día un militante a través de obras comprometidas con la naturaleza?

R. Lo cierto es que los artistas que trabajan de un punto de vista ecológico no lo hacen para convencer de nada, sino que quieren seguir su propia concepción del mundo. No son militantes sino personas solitarias, como Erik Samakh, por ejemplo, que vive retirado en un bosque del Pirineo cerca de Pau como en la época del Paleolítico. Caza para comer, pesca y recolecta de la naturaleza, vive como un salvaje. Desde el principio se ha puesto en osmosis con el elemento natural, el biotopo, y hace esculturas con el sol, flautas, ventiladores que producen sonidos naturales, ha instalado dispositivos en árboles. Obras que desgraciadamente casi nadie ha visto porque no se puede exponer. Otro es Herman de Vries. Estos son los artistas que llamo “recolectores”. No quieren destruir, ni romper, ni extraer, sino que recogen lo que la naturaleza les da como una rama rota.

P. Ante un arte que se expone en los museos, su libro se centra en un arte que se expone en la propia naturaleza.

R. Estos artistas parten del principio de que una parte importante del mercado del arte se basa en la propiedad. El objeto artístico en sí no ofrece la prueba de la energía real de un artista. Acabará en un museo o en la casa burguesa de un rico. No lo critico, todos queremos poseer. Pero el arte ecológico no se puede exponer, ni se convierte en un objeto que se pueda tener. Por tanto, el arte ecológico no es soluble para el mercado del arte. Por eso es una tendencia que se desarrolla en paralelo al mundo del arte y no puede integrarse en él.

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P. Usted ha tratado de exponer a estos artistas y darles visibilidad, ¿cómo lo logra?

R. Difícilmente. Cuando un artista ha hecho un jardín colectivo, una replantación de especies que han desaparecido por culpa de la presencia humana, ¿qué quiere usted exponer? ¡No hay nada que exponer! Salvo documentos, vídeos, fotos. El arte ecológico escapa al mercado, a la posible compra para una colección. Se concreta a través de gestos efímeros, como el de la jardinería o el de las prácticas rurales. Estas obras ni se pueden vender en una galería de arte ni exponer en un museo. ¡Y por supuesto, no aportan dinero! No se puede vivir de ellas.

P. Volvemos a nuestro problema de denominación.

R. Exactamente. Es lo que ocurre. Son artes sin modelo anterior. Todo está por hacer. El sistema del arte debería reinventarse. Si los artistas empiezan a estetizar, a poetizar una relación con el mundo, con el mar, los océanos, pueden ser un Gustave Courbet que pinta las olas en sus cuadros o Fernando Prats que pinta con las olas del mar o Tomas Saraceno que utiliza arañas para crear unas esculturas hechas por los insectos de telas de araña.

P. En su libro no habla de esa dimensión antropofóbica. ¿Tuvo que escoger entre las diferentes tendencias ecológicas?

R. Efectivamente, mi libro fue muy difícil de redactar por eso mismo. Y también porque no existen otros ensayos anteriores al tema del arte ecológico. Yo diría que faltan dos capítulos. Uno sobre los artistas que se acercan al mundo animal y otro sobre el neo-chamanismo. Yo sigo escribiendo. Este libro es el comienzo.