El código de barras de Daniel Canogar
Este año el programa de arte de El Corte Inglés se multiplica. El artista interviene los escaparates de los grandes almacenes con una pieza de pantallas superpuestas que busca alterar nuestra mirada
20 febrero, 2020 10:20Con un pie en Madrid y otro en Estados Unidos, Daniel Canogar (Madrid, 1964) acaba de abrir estudio propio en Los Ángeles. Febrero, dice, está siendo un mes muy intenso para él. Inmerso en los preparativos de una obra de arte público para el nuevo pabellón Serena Williams de Nike, generada a partir del ritmo cardíaco de la tenista durante 24 horas, su paso por Madrid le llevará al stand de la Galería Max Estrella en ARCO, con una pequeña réplica de Amalgama Prado en versión pantalla y una pieza nueva de su serie Small Data.
Su obra ocupará además hasta el 15 de marzo los escaparates más céntricos de El Corte Inglés de Madrid. Como Jasper Johns, Jackson Pollok o Andy Warhol, que también se dejaron seducir por los ventanales de Tiffanys en la Quinta Avenida de Nueva York, a Canogar le atrae la idea de conectar con esta larga tradición de artistas que han colaborado con otros grandes almacenes. Se trata esta de una propuesta que El Corte Inglés realiza cada año coincidiendo con la feria de arte y que, por primera vez, tendrá a un único creador como protagonista.
Una gran pantalla en Callao, siete escaparates de Preciados y uno de Serrano, con una media de 12 pantallas solapadas en cada uno, conforman Scroll, cuyo título evoca el acto de deslizarse con el ratón por el monitor de un ordenador pero también al papiro que se enrosca, como un texto continuo. “Lo que se va a ver en esas 80 pantallas –explica él mismo– no es un vídeo con un loop que empieza y acaba, sino una obra que se está creando constantemente a través de un algoritmo”. ¿Cómo se traduce eso? “Vamos a estar conectados a la web de El Corte Inglés y vamos a rastrear las ventas diarias de los productos más vendidos”. Pasado y futuro se juntan así en esta reflexión sobre cómo las plataformas y la venta online han transformado el panorama del mercado.
Abstracción a todo color
Los códigos de barras son los ladrillos con los que Canogar ha trabajado para crear esta obra que abstrae sartenes, relojes o móviles con colores muy saturados y una estética visualmente llamativa. Cuenta que mientras estaba pensando en su pieza se enteró de que George Laurer, uno de los creadores del UPC (Código Universal de Producto), había fallecido. “El código de barras fue una enorme revolución. Prácticamente todo el producto que compramos lo tiene y eso agiliza muchísimo las ventas”. Como en su obra, afirma, “también en el código de barras hay un elemento de abstracción del producto. Convierte esa caja de manzanas o de tomates en unas líneas blancas y negras”.
Aquello le permitió trabajar conceptual y visualmente el aspecto que iba a generar su propia abstracción. “La sensación que yo quería crear es lo que ves desde un vagón cuando otros trenes pasan a distintas velocidades. Esa idea de información continua que está pasando por delante de tus ojos”, describe.
La vida pasada de las pantallas
Detrás de las imágenes, más de 80 pantallas “recicladas” dan forma a esta pieza escultórica que pone también en cuestión la obsolescencia de los productos tecnológicos. “Quería poner la mirada en el pasado y en lo que rechazamos, darle una nueva oportunidad a este material descartado por una sociedad que siempre lo quiere todo nuevo”, reflexiona. En este empeño, como en sus series anteriores Otras geologías o Small Data con piezas de juguetes, móviles o discos duros, ha trabajado con monitores extraídos de un centro de reciclaje, del propio almacén del departamento de reventa y del punto verde de El Corte Inglés. Algunos de estos aparatos han sido devueltos solo porque tienen una pequeña marca. “Es justo lo que me gusta. Que vengan ya con una historia. Es esa contrariedad. La facilidad con la que tiramos las cosas tiene mucho que ver con nuestro miedo a la muerte. Cuando compramos un móvil nuevo nos sentimos como más jóvenes. Pero luego se nos cae, se nos ralla y se rompe. Entonces adquiere una historia. Yo me identifico con esas pantallas. También tengo mis marcas y mis años”.
"Pongo la mirada en el pasado y en lo que rechazamos, en ese material descartado por una sociedad que siempre lo quiere todo nuevo"
A partir del núcleo central de Preciados, Scroll podrá verse también a través de pantallas en los principales centros comerciales del país y de Portugal, en ciudades como Lisboa. “Es también un contacto con el público –se sincera su autor–, porque qué puede ser más público que la calle Preciados, que es un circo. Y es fascinante. Me recuerda a un proyecto que hice en Times Square. Madrid tiene la misma energía que Nueva York. Es ese componente de enchufarse en vena con la masa”.
Sin embargo, “hay tanto ruido que llamar la atención es muy difícil”, concede. Para ello, utiliza un lenguaje “que se acerca a lo comercial” pero que “no trata de vender nada”. Si acaso, un concepto, una idea. “El arte público tiene que aportar una forma diferente de ver la ciudad. Estamos abocados a ser meros espectadores y a mí me gusta generar en el ciudadano otra mirada más activa. Evidentemente estoy utilizando un marco muy cargado comercialmente pero ahí está el reto”.
Canogar, que trabaja con un equipo de ocho personas, confiesa que el progreso digital le apasiona pero también le genera un rechazo importante. “Francamente hay un elemento de ingeniería que es admirable”, afirma. Pero también otros peligros como la subida de los populismos, las fake news o el tiempo que perdemos frente a la pantalla. “Tenemos que aprender a movernos y no estar tanto rato aparcados. El gran lujo que yo tengo como artista es que no solo recibo estas realidades sino que puedo responder a ellas e intervenir. De forma muy modesta, claro, pero el arte tiene mucho que decir ahí”, concluye.